Despiertos en medio del cansancio: lo que el silencio de tu mente intenta enseñarte



¿Alguna vez has sentido que tu mente se apaga por un instante en medio de la rutina, como si alguien hubiese tocado un interruptor invisible dentro de tu ser? No hablo de un simple bostezo ni de la pesadez ordinaria del cansancio, sino de ese breve vacío, ese segundo en el que el mundo se vuelve difuso, los pensamientos se disuelven y la realidad parece desvanecerse un instante para luego regresar con una intensidad casi dolorosa. A muchos les ocurre al conducir, a otros en medio de una conversación o frente a una pantalla que exige atención absoluta. El cuerpo sigue allí, pero la conciencia, por una fracción de tiempo, se ausenta. No es sueño profundo, tampoco es vigilia total. Es un limbo, una grieta mínima entre el aquí y el no estar.

Durante años creí que esos instantes eran simples fallos biológicos, pequeñas traiciones de un organismo que ya no podía sostener la vigilia continua. Hoy sé que son mucho más que eso. Son una señal. Una advertencia. Una invitación.

He trabajado desde niño, aprendí temprano que la disciplina era la llave para abrir cualquier puerta. Madrugar, insistir, levantarse cuando el cuerpo pide descanso, continuar cuando la mente clama una pausa. En mis años como ingeniero de sistemas, administrador de empresas, consultor y mentor de líderes, aprendí a exigirle a mi mente largas horas de análisis, estructuración, planeación, resolución de conflictos, programación de ideas y diseño de futuros posibles. Durante décadas hice de la resistencia una virtud. Pero el cuerpo y la mente no entienden de heroísmos. Entienden de equilibrio.

En esos segundos en los que el cerebro parece desconectarse, lo que realmente sucede no es una falla, sino una respuesta ancestral. El cerebro humano, esa obra maestra de la creación que todavía intentamos descifrar, tiene un límite. Cuando no descansas, cuando desafías la noche sin atender su mensaje, cuando conviertes la vigilia en tu religión y el sueño en tu enemigo, él activa un mecanismo de protección. Se apaga por momentos para evitar un colapso mayor. Es como si dijera: “Si no me permites descansar, lo haré yo, aunque no lo notes.”

Y, sin embargo, hay algo más profundo en esto. He observado a muchos empresarios, líderes, padres, jóvenes y estudiantes que viven en un estado constante de agotamiento. No solo físico, también emocional y espiritual. Duermen mal, comen a deshoras, trabajan sin descanso, persiguen resultados, números, metas, posiciones, validación externa. Pero cuando los miro a los ojos, veo lo mismo: un cansancio que no se quita con ocho horas de sueño, porque no es solamente corporal. Es un alma que lleva tiempo sin ser escuchada.

Cuando el cerebro se “desconecta” por segundos, quizás no solo nos está pidiendo descanso. Quizás está reclamando silencio. Un silencio que hoy evitamos a toda costa. Silencio sin redes sociales, sin notificaciones, sin correos, sin reuniones, sin exigencias. Silencio para volver a sentir quiénes somos, para recordar qué nos mueve, para preguntar si lo que estamos haciendo tiene sentido verdadero o solo responde a una rutina aprendida.

En la espiritualidad, ese instante podría entenderse como un pequeño retiro de la conciencia. Un espacio donde lo invisible toma forma. En la numerología, desde mi Camino de Vida 3, esos momentos son un llamado a la creatividad interna, a la reconexión con el niño que imagina, con el artista que siente, con el ser que necesita expresarse y descansar para renacer. En el Eneagrama, podríamos decir que la personalidad, al llegar al límite, abre una grieta que permite vislumbrar nuestra esencia más allá del personaje que sostenemos todos los días.

La inteligencia artificial, a la que tanto me he acercado en los últimos años, funciona de forma similar. Cuando un sistema recibe demasiados procesos simultáneos, cuando no hay un equilibrio en la gestión de recursos, se ralentiza, se cuelga, entra en estado de error o debe reiniciarse. El ser humano no es diferente. Somos sistemas complejos, pero no infinitos. Somos conscientes, pero vulnerables. Somos capaces, pero no invencibles.

He visto proyectos fracasar no por falta de dinero o de talento, sino por falta de descanso consciente. Equipos enteros colapsar porque nadie supo detenerse a tiempo. Personas brillantes apagarse porque confundieron su valor con su productividad. Y también he visto milagros silenciosos: personas que decidieron volver a dormir bien, a respetar sus ciclos, a escuchar su cuerpo y su intuición, y que desde ese acto tan sencillo transformaron su vida, su empresa y su entorno.

Dormir no es perder el tiempo. Dormir es volver al orden natural. Es permitir que la mente clasifique la información, que el corazón encuentre su ritmo, que el espíritu vuelva a su centro. Cuando ignoramos el descanso, nos desconectamos de la vida real. Cuando lo honramos, nos reconectamos con nuestro propósito.

Pienso en mi historia, en mis madrugadas, en mis silencios, en mis luchas internas, en esos momentos en que sentí que mi mente se apartaba un segundo de todo. Hoy entiendo que eran avisos amorosos. No para rendirme, sino para comprender que incluso el más fuerte necesita detenerse. Que incluso el maestro necesita aprender. Que incluso quien guía caminos debe cuidar su propio fuego.

No estamos hechos para vivir permanentemente acelerados. Estamos hechos para vivir despiertos, pero despiertos de verdad, no solo con los ojos abiertos. Despiertos para sentir, para amar, para crear, para construir con sentido. Despiertos para servir sin destruirnos en el proceso.

Tal vez ese segundo en que tu mente se desconecta no sea un enemigo. Tal vez sea un mensajero. Un recordatorio de que dentro de ti hay un universo que también necesita atención. Un llamado suave pero firme a regresar a ti, a escucharte, a respetar tus ciclos, a comprender que tu valor no se mide por cuánto resistes, sino por cuánto te conoces, cuánto te cuidas y cuánto logras vivir con plenitud y conciencia.

Y mientras lees estas palabras, quizás tu mente también haga una pausa leve, casi imperceptible. Si eso ocurre, no lo temas. Recíbelo con gratitud. Puede ser el comienzo de tu verdadero despertar.

Si hoy tu mente está cansada, no luches contra ella, abrázala. Regálate una pausa real, una conversación profunda, una decisión diferente. Si sientes que es momento de reencontrarte contigo, agenda una charla conmigo aquí:


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Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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