¿Alguna vez has sentido que algo que usas a diario ya no te representa? No hablo solo de ropa, gadgets o marcas. Hablo de aquello que alguna vez fue parte de tu identidad, pero que hoy ya no vibra contigo. Tal vez aún funcione, pero se quedó pequeño frente a lo que eres. O tal vez sigue llevándote a lugares, pero ya no se alinea con tu ritmo, con tu propósito, con tu energía vital.
Eso me pasó con un computador hace años, y con un vehículo no hace tanto. Y quizás, también, con una versión de mí que durante mucho tiempo sentí que debía sostener, hasta que la vida me mostró que evolucionar no era traición: era coherencia.
A propósito del texto que leí de Fabián González, sobre su cambio de un viejo Citroën a un auto alemán, me invadió un torrente de recuerdos. No solo por lo simbólico que puede ser cambiar un carro, sino por lo profundo que puede resultar ese acto cuando uno lo ve desde el alma. Porque, aunque parezca un simple cambio de vehículo, en realidad es una metáfora viva de lo que ocurre cuando uno se atreve a soltar una etapa para entrar, con consciencia, en otra.
Yo tuve un Renault 18 durante los años 90. Era de color gris metálico, con detalles en negro que ya venían descoloridos por el sol de los viajes interminables entre Manizales, Medellín, Bogotá… y de regreso. Ese carro no era solo un transporte: era una extensión de mi historia. Allí escuché mis primeras grabaciones de conferencias, hice reuniones en estacionamientos, dormí algunas noches de desvelo estratégico y me acompañó en silencios de derrota. Pero también en celebraciones con mi esposa, y en travesías con mi hijo pequeño. Ese carro conocía mis sueños, mis frustraciones y mis inicios.
Sin embargo, llegó un día en que no arrancó. Ni con empujón, ni con mecánico, ni con ruegos. Ese día entendí algo que no estaba dispuesto a aceptar: que lo funcional ya no era suficiente. Que no bastaba con que el carro "me llevara" si cada trayecto era una batalla. Y sobre todo, que en el fondo, yo sabía que ese carro ya no me representaba. Lo estaba sosteniendo por nostalgia, no por propósito.
Y ahí vino el duelo. Porque soltar no es solo vender algo viejo. Es dejar una parte de tu historia. Es mirar de frente al que fuiste y agradecerle. Es no rechazarlo, pero tampoco aferrarte. Cuando al fin me despedí del Renault, no compré el carro más costoso. Compré el que reflejaba lo que era en ese momento: un hombre que había recorrido caminos duros, que había aprendido, que ya no necesitaba demostrar, sino fluir.
Ese nuevo carro fue más que un lujo: fue una afirmación de mi evolución. Tenía más tecnología, más seguridad, más espacio. Pero sobre todo, era más amable conmigo. Y eso es algo que no solemos reconocer: a veces, lo que más necesitamos cambiar no es el objeto, sino la manera como nos tratamos a través de él.
Porque sí, el Citroën o el Renault pueden ser metáforas, pero también espejos. ¿Cuántos de nosotros seguimos conduciendo un modelo de vida, de liderazgo, de empresa… que ya no vibra con lo que somos hoy? ¿Cuántos seguimos aferrados a formas de trabajar, de liderar, de vestirnos o de movernos que fueron válidas en una etapa, pero que hoy nos limitan?
Hace poco acompañé a una emprendedora que seguía dirigiendo su negocio como cuando lo empezó en su casa, aunque ya tenía más de 10 empleados y clientes en tres países. Seguía siendo ella la que contestaba todo, la que cargaba con todo, la que se exigía más de lo que podía sostener. Cuando le pregunté por qué no delegaba, me dijo: “Porque así empecé, y así me enseñaron”. Le respondí: “Y ahora, ¿quién te enseña a soltar?”.
Eso es lo que pasa cuando no actualizamos nuestro "vehículo interior": se nos rompe el motor del alma. Seguimos operando desde el miedo, la escasez, la costumbre. Nos resistimos a invertir en nosotros mismos porque creemos que no lo merecemos aún. O porque sentimos culpa por dejar atrás lo que nos sirvió. Pero como dice el refrán: lo que te trajo aquí no es necesariamente lo que te llevará más lejos.
Y ojo, no estoy diciendo que lo nuevo siempre sea mejor. Estoy diciendo que lo coherente con tu evolución, sí lo es. A veces lo nuevo es más simple, más lento, más austero. Otras veces, es más cómodo, más amplio, más exigente. Lo importante no es la apariencia: es que lo que uses para moverte por el mundo esté en sintonía con quién eres y hacia dónde vas.
En mi caso, ese cambio de carro no fue el único. He cambiado plataformas digitales, formas de enseñar, de comunicar, de pensar. Pero todos esos cambios empezaron dentro. Cambié cuando me miré con verdad. Cambié cuando dejé de sostener lo que ya no me representaba. Cambié cuando entendí que la comodidad también puede ser una forma de respeto por mí mismo.
Por eso te invito a mirar tu vida como un mapa de carretera. ¿Qué partes de tu camino siguen transitando con un motor viejo? ¿Qué hábitos, relaciones o creencias estás conduciendo a la fuerza? ¿Qué estás posponiendo por miedo a soltar lo conocido?
Porque el verdadero cambio no empieza cuando compras algo nuevo. Empieza cuando te haces preguntas nuevas. Y cuando estás dispuesto a pagar el precio de vivir desde la autenticidad.
Y si esto resonó contigo, compártelo. Tal vez seas la señal que otro necesita para cambiar su “vehículo de vida”.
Agendamiento: AQUÍ
Facebook: Julio Cesar Moreno D
Twitter: Julio Cesar Moreno Duque
Linkedin: (28) JULIO CESAR
MORENO DUQUE | LinkedIn
Youtube: JULIO CESAR MORENO DUQUE - YouTube
Comunidad de WhatsApp: Únete
a nuestros grupos
Grupo de WhatsApp: Unete a nuestro Grupo
Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal
Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo
Blogs: BIENVENIDO
A MI BLOG (juliocmd.blogspot.com)
AMIGO DE. Ese ser supremo
en el cual crees y confias. (amigodeesegransersupremo.blogspot.com)
MENSAJES SABATINOS
(escritossabatinos.blogspot.com)
👉 “¿Quieres más tips como este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp o
Telegram”.