Para que no se nos olvide…
La Enfermedad de Alzheimer cada día se hace más presente en nuestra población y genera una importante incapacidad y morbilidad en los adultos mayores. Esta enfermedad afecta a 5.4 millones de personas en Estados unidos y aproximadamente a un millón de personas en España.
El Alzheimer inicialmente compromete las partes del cerebro que controlan el pensamiento, la memoria y el lenguaje. Quienes padecen esta enfermedad pueden tener dificultades para recordar cosas que ocurrieron recientemente o los nombres de personas que conocen. Con el tiempo los síntomas empeoran. Las personas pueden no reconocer a sus familiares o tener dificultades para hablar, leer o escribir. Pueden hasta olvidar cómo amarrarse los cordones de los zapatos o cepillarse los dientes.
El Alzheimer tiene un inicio insidioso, una progresión gradual e irreversible y está determinada genéticamente.
Lo que más llama la atención es el deterioro marcado de la memoria y del aprendizaje en las personas afectadas. Se observa una disminución progresiva, gradual y constante de la capacidad cognitiva sin mesetas prolongadas. Las deficiencias cognitivas interfieren poco a poco con la autonomía y decisiones de los individuos (es decir, se llega a necesitar asistencia con actividades cotidianas como pagar facturas, transportarse o cumplir con tratamientos médicos).
Los primeros síntomas del Alzheimer suelen aparecer luego de los 50-60 años, no obstante, en personas con gran predisposición genética se presentarían alrededor de los 40. Algunas señales de alarma son los olvidos frecuentes, repetición de preguntas (aunque dichas preguntas hayan sido contestadas apropiadamente), repetición del discurso una y otra vez, cambios en el autocuidado e higiene personal, confabulación (llenar los espacios de olvido con cosas inventadas), dificultad para resolver problemas cotidianos, desorientación en tiempo, espacio y lugar, dificultades para expresarse, cambios en el humor y en la personalidad, entre otras cosas.
Durante las últimas décadas se han hecho interesantes estudios que proporcionan conocimientos para apoyar la sugerencia de que los alimentos pueden tener una profunda influencia en nuestra salud mental y funciones cognitivas.
Muchos investigadores están trabajando en el tema de la prevención de las enfermedades degenerativas cerebrales teniendo en cuenta nuestra manera de alimentarnos y nuestros hábitos; y nos dan algunas recomendaciones útiles a la hora de preservar nuestras capacidades cognitivas el mayor tiempo posible y vivir de manera autónoma, plena y satisfactoria hasta el final de nuestra vida.
En la actualidad se sabe que una dieta alta en grasas saturadas y azúcares refinados (comida basura) tiene un impacto negativo muy potente en las proteínas cerebrales que sabemos que son de suma importancia en el estado de ánimo – neurotrofinas, que protegen el cerebro contra el estrés oxidativo y promueven el crecimiento de nuevas células cerebrales. Esto es importante cuando pensamos en el funcionamiento cerebral de nuestra familia y en la influencia a largo plazo de la comida basura sobre nuestro cerebro, nuestro cuerpo y el cerebro de nuestros hijos.
Una investigación reciente señala que un consumo elevado de ácidos grasos saturados (manteca de cerdo, leche entera, etc.) se asocia a un mal desempeño en las memorias cognitiva y verbal, mientras que la ingesta de ácidos grasos mono insaturados (ácido oleico contenido en el aceite de oliva) se relacionan con un desempeño cognitivo adecuado.
En algunos estudios sobre Alzheimer y alimentación se sugiere que una dieta alta en grasas se vincula con la interrupción del proceso de limpieza a nivel cerebral del amiloide (proteína tóxica relacionada con la enfermedad), y que los granos refinados y los azúcares simples, pueden, a su vez, favorecer un mayor deterioro cognitivo.
Vemos como la asociación de hábitos poco saludables (sedentarismo, la deprivación de sueño, el consumo de sustancias psicoactivas como el alcohol, la metanfetamina y la cocaína, entre otras sustancias) y algunos elementos nocivos de nuestra dieta diaria facilitan el deterioro cognitivo. Afortunadamente, existen nutrientes que al ser incluidos dentro de la alimentación cotidiana nos permiten prevenir o retrasar la aparición de las manifestaciones clínicas de la demencia de Alzheimer.
El mantener una actividad física regular y una alimentación equilibrada con buenos aportes de antioxidantes, ácido fólico, ácidos omega 3, ácido láurico (triglicérido de cadena media presente en el aceite del fruto del coco) entre otras cosas, pueden ser importantes para la salud de nuestro cerebro.
Un cerebro que trabaja en condiciones óptimas y utiliza los mejores aportes nutricionales en forma global, resiste mucho mejor la enfermedad de Alzheimer que empieza cuando las lesiones neuronales todavía son mínimas y localizadas.
El Comité de Médicos para una medicina responsable (PCRM) nos presenta algunas directrices para afrontar la enfermedad de Alzheimer y el deterioro cognitivo asociado con la edad. Espero que estas recomendaciones aporten alguna luz en el complejo tema del deterioro cognitivo.
7 recomendaciones nutricionales y de estilo de vida para prevenir la enfermedad de Alzheimer y mantener sano nuestro cerebro.
1.Minimizar el consumo de las grasas saturadas y las grasas trans o hidrogenadas.
Las grasas saturadas están presentes en la mantequilla, jamón, tocino, leche entera, etc.; y las grasas trans o grasas hidrogenadas se encuentran en la margarina, la bollería industrial, las galletas, las papas fritas, etc.
Los alimentos ricos en grasa de origen animal y/o el aumento de colesterol pueden contribuir a la producción de placas de β-amiloide en el cerebro. Los alimentos altos en grasas trans también aumentan el riesgo de obesidad y diabetes tipo 2, los factores de riesgo comunes para el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.
Algunos trabajos sugieren que el triglicérido de cadena media presente en el fruto del coco (ácido láurico) tomado en bajas dosis podría ser beneficioso para mejorar el funcionamiento cognitivo en personas con Alzheimer. Una dieta rica en alimentos con omega 3 evitaría la formación de placa amiloide en el cerebro. El omega 3 reduciría el daño que sufre el cerebro por la acumulación de proteínas nocivas, y además, a través del omega 3 el cuerpo obtiene DHA, un nutriente esencial para el cerebro. Las fuentes de omega 3 son variadas: las semillas de chía, semillas de lino, quinua, los pescados azules (salmón, atún, bonito), entre otros.
Con el pescado debemos tener cuidado porque algunos peces están contaminados con mercurio; y esto se convierte en un factor de riesgo para el deterioro cognitivo.
Por otra parte, se sabe que el aceite de oliva virgen (grasa mono insaturada) podría ayudar a minimizar el descenso del rendimiento cognitivo al tener un alto contenido en polifenoles, unas moléculas altamente bioactivas con efectos beneficiosos sobre la modulación de los radicales libres causados por la oxidación. Es decir, el aceite de oliva actúa como un buen antioxidante.
2. Consumir diariamente vegetales, legumbres (frijol, lenteja, garbanzo, guisantes), frutas y una adecuada cantidad de granos integrales (trigo burgol, avena, cebada, centeno integral, maíz, amaranto, arroz silvestre, arroz integral, palomitas de maíz).
Dentro de las frutas se destacan los cítricos que son buenas fuentes de vitamina C, los frutos rojos (moras, bayas, arándanos, fresas, cerezas, manzanas) ricos en flavonoides. Se recomiendan los vegetales en tonos intensos y oscuros como espinacas, las coles de Bruselas, el brócoli, la remolacha, los pimientos, las berenjenas, las cebollas moradas. El empleo de la cúrcuma como condimento puede ser un agente beneficioso para prevenir el Alzheimer.
3. Consumir una onza de almendras, nueces u otras semillas diariamente proveen la cantidad necesaria de vitamina E.
Consumir 15 miligramos de vitamina E, de los alimentos, cada día. La vitamina E debe provenir de alimentos, en lugar de suplementos. Fuentes de alimentos saludables de vitamina E incluyen semillas, nueces, vegetales de hoja verde, y granos enteros.
Nota: La dosis diaria recomendada de vitamina E es de 15 miligramos por día
4. Tomar una fuente confiable de vitamina B12 en suplementos nutricionales que provean al menos 2.4 μg/por día. Nota: Controle sus niveles sanguíneos de vitamina B12 regularmente ya que muchos factores, incluyendo la edad, alteran la absorción de la misma.
5. Consumir multivitamínicos libres de hierro y de cobre, y tomar suplementos con hierro solamente si son formulados por el médico.
6. Evitar el uso de utensilios de cocina, antiácidos, polvos para hornear u otros productos que puedan contribuir al aumento del aluminio en la dieta. Se ha encontrado que el exceso de algunos metales, tales como el hierro y el aluminio están asociados a problemas cognitivos, sigue siendo cuestionable referente a la enfermedad de Alzheimer, sin embargo, algunos investigadores han hallado aluminio en el cerebro de este grupo de pacientes.
7. Hacer por lo menos 120 minutos de ejercicio físico a la semana. Participar en el ejercicio aeróbico equivalente a 40 minutos de caminata a paso ligero 3 veces por semana. Otras medidas preventivas, tales como: hidratarse adecuadamente, dormir cada noche durante 7 horas y participar de 30 a 40 minutos en una actividad mental (completar crucigramas, leer el periódico, o aprender un nuevo idioma) la mayoría de los días de la semana, puede ayudarnos también a preservar nuestra salud cerebral y mantener nuestra autonomía.