Gracias a la línea Calma, un joven identificó conductas lesivas y comenzó un tratamiento.
La línea Calma es la primera opción de escucha para hombres en Bogotá que surgió bajo la Dirección de Cultura Ciudadana de la (SCRD).
“Lo reconozco, yo le pegué a una de mis parejas, siempre las manipulaba en mis relaciones, buscaba hacerles daño, sentirme superior. Ahora entiendo que soy un machista y que debo cambiar”.
Pero para que este hombre llegara a este punto de aceptación tuvo que vivir, literalmente, una pesadilla, propiciada por su propio ego y los problemas de sus parejas.
Mateo tiene solo 24 años y es estudiante de ingeniería de sistemas al tiempo que trabaja en un call center. La primera relación seria que tuvo con una joven llamada Lorena duró tres años y él mismo reconoce que fue tóxica desde el comienzo. No solo ofendía a su pareja sino que llegó a golpearla cuando tenían discusiones. “En ese época tenía 20 años. Éramos dependientes y si ella no estaba para mí lo que yo hacía era comportarme de forma violenta”. Mateo era celoso, controlador y no soportaba que su pareja hablara con alguien más; es más, disfrutaba de eso.
De alguna manera, Mateo sentía que su novia era una ficha en un juego que practicaba todos los días. “Estando en esa relación conocí a Sofía. Empecé a salir con ella y cuando ya sentí que la tenía asegurada le terminé a Lorena. Nunca reflexioné sobre lo que estaba haciendo, simplemente cambié de persona y ya”.
Pero la nueva relación comenzó siendo diferente. Eso fue en 2018. “Recuerdo mucho que Lorena me seguía buscando, yo le hablaba, disfrutaba el poder que tenía sobre ella”.
Con Sofía se fue a vivir desde el primer día en que salieron. Mateo se quedó en la casa de la joven en Bogotá, quien para esa época gozaba de algo de independencia. Ella tenía un carácter más fuerte, según Mateo, no era tan manipulable. “Pero mi personalidad era adaptativa y tuve mucho más cuidado. Al comienzo la violencia no fue tan explícita con ella”.
A su vez, Sofía también ejercía un control sobre Mateo. Ella gozaba de cierta independencia económica en ese momento. “Tenía más roce social, le gustaba ir a buenos lugares, vestirse bien y pues hasta cierto punto yo seguía sus recomendaciones porque sentía que era provechoso para mí”.
Pero con el tiempo comenzaron a aflorar muchos problemas emocionales en Sofía. Tenía depresión y por eso buscaba todo el tiempo el apoyo de Mateo y era quien pagaba el arriendo y todos los servicios. “Yo dejaba de hacer cosas por ella, pues no tenía ningún familiar en Bogotá”.
Para ese momento, por segunda vez, Mateo navegaba por las aguas tóxicas de una relación. Había logrado que Sofía quisiera poseerlo, absorberlo, que no fuera a la universidad, que dejara de trabajar. “De hecho, conseguí un trabajo virtual y eso fue perfecto para ella”. Pronto el caos reinó en la relación y Sofía decidió devolverse a Girardot. “Yo sentí un vacío tenaz. No quería tener nada serio pero al mismo tiempo ella me hacía falta”.
Lo que le preocupaba a Mateo era pasar a un segundo plano. Es su mente rondaban frases como: allá tendrá otras redes de apoyo, no tendré control sobre ella, va a salir de fiesta cuando quiera, hablará con otras personas. “Entonces busqué la forma para que ella estando allá fuera dependiente de mí, le sembré muchas inseguridades, le dije cosas que no eran ciertas, le decía vaga, fracasada, básica, tonta, quería lograr que se sintiera disminuida”.
Ella cayó en la depresión y así, con esa estrategia, Mateo logró mantener contacto con su pareja en la distancia. “Luego yo viajaba a Girardot, pero las cosas terminaban siempre en pelea”.
Para el 23 de marzo de 2019, Mateo recibió como regalo de cumpleaños una fiesta en su honor en Girardot. “Me sorprendió esa sorpresa de mis amigos, pero a la 1 de la mañana, cuando llegó Sofía, yo ya estaba muy borracho y le recriminé muchas cosas delante de la gente; le grité, le dije que era una pésima mujer. Al otro día me enteré de todo”.
A Mateo lo embargaban siempre sentimientos de odio y de rencor y reaccionaba de forma explosiva en las reuniones. “Con la llegada del covid-19 no nos podíamos ver, entones nos hablábamos por teléfono. En parte yo también tenía un sentimiento paternal, me sentía su salvador. Yo, en ese momento, les buscaba una justificación a mis acciones. Tener poder reafirmaba mi ego”. Mateo buscaba pelear, luego la reconciliación para cumplir el ciclo tóxico y luego volver a comenzar. Era una especie de adicción que los hacía desgraciados.
Y era tal el deseo que, al terminar los confinamientos, Mateo se fue a vivir a Girardot en un apartamento. Eso fue en el 2020. Realmente creía que tenía que ir a salvarla. Viviendo juntos por segunda vez se hicieron daño. “Ella dañaba mis cosas, un día me quitó los papeles y la licencia para que no me fuera a Bogotá”. Todo esto pasaba de forma hermética porque no querían que nadie se enterara de lo que pasaba.
Busqué la forma para que fuera dependiente de mí, le sembré muchas inseguridades, le dije cosas que no eran ciertas, le decía vaga, fracasada, básica, tonta, quería lograr que se sintiera disminuida
Y a pesar de todo esto, Sofía decidió volver a Bogotá a vivir, de nuevo, con Mateo. La joven estaba tan mal anímicamente que había descuidado todo su aspecto físico. Vivían con una especie de anteojeras para caballos. “Era para vivir en nuestro pequeño mundo tóxico, anclados siempre en lo mismo”.
El 8 de enero de 2021, Mateo estaba trabajando de manera virtual cuando Sofía se levantó al mediodía a pedirle que no hablara duro. Eso fue suficiente para que ambos se reventaran a gritos y ofensas en donde tuvieron que intervenir las familias para que el asunto no terminara en algo peor. “Fue tan grave la discusión que ella recogió sus cosas y se fue”.
Mateo quedó descompuesto, no sabía qué hacer, ahí fue cuando atinó a llamar a la línea Calma, cuyos anuncios había visto a través de la web. Tenía la intención de que le dijeran que la relación podía tener una solución. “Pero no fue así, cuando llamé me dijeron que con eso ya no había nada que hacer porque las cosas habían llegado a un nivel de violencia mayor”.
Al otro lado de la línea, una profesional, Andrea, lo escuchó cuatro veces ese día. “Respira, cálmate, le decía al otro lado de la línea”. Poco a poco le pedía una razón del porqué de sus sentimientos y así, poco a poco, se fue ganando la confianza de Mateo. Nunca se sintió juzgado. “Llegué a pensar que por obvias razones de solidaridad de género me iba a hacer sentir mal”.
Poco a poco entendió que sus actitudes eran tóxicas e hipócritas. “Primero entendí qué era el machismo, un término que nunca relacioné con mi actitud y que esa mentalidad de supuesto salvador de las mujeres estaba también relacionado. También que ellas no son mi propiedad y que no podría pretender moldearlas a mi gusto”. En esas sesiones surgió en él una pequeña semilla, la idea de cambiar lo que les estaba causando daño a él y a sus parejas.
Entendí qué era el machismo, un término que nunca relacioné con mi actitud y que esa mentalidad de supuesto salvador de las mujeres estaba también relacionado. Ellas no son mi propiedad
También entendió que parte de ese machismo devenía de su familia. “Yo vivía con mi mamá y mi abuela. Ellas nunca me dejaron, por ejemplo, hacer nada en el hogar, decían que mi rol era estudiar y trabajar y que ellas se encargaban de lo demás. Yo nunca me preocupaba de cosas como el aseo en mi espacio, para eso estaban las mujeres. Antes pensé en eso, pero la comodidad que yo tenía se sentía se afectada por ese pensamiento”. Y es que el machismo impacta a mujeres, a hombres, a niños y lacera todo lo que está a su alrededor. “Me empecé a dar cuanta de todas las conductas machistas que hay en mi entorno”.
Mateo, en el fondo, se sentía inferior, se comparaba con otros hombres, se sentía insuficiente, inseguro y por eso sentía la necesidad de ejercer poder sobre otra persona. “No les puedo decir que ya cambié, que soy un nuevo ser, pero sí que comencé a recorrer un camino que me puede sanar”.
Este joven fue escogido para un programa de diez sesiones. Allí aprendió a identificar los patrones que terminan en violencia y a controlarlos. “Si ese día no me hubieran ayudado podría haber pasado algo peor. Ser escuchado puede evitar muchas tragedias. Hoy la violencia es querer meternos en otras mentes y controlarlas. Yo llevaba a las mujeres a la locura, yo era el problema”.
Ser escuchado puede evitar muchas tragedias. Hoy la violencia es querer meternos en otras mentes y controlarlas. Yo llevaba a las mujeres a la locura, yo era el problema
Escuchar a los hombres para evitar violencias
La línea Calma surgió como parte de una estrategia para la transformación cultural y comportamental de las masculinidades en la ciudad, la eliminación del machismo y la prevención de la violencia de género. Se trata nada más y nada menos que de la primera opción de escucha para hombres en Bogotá que surgió bajo la Dirección de Cultura Ciudadana de la (SCRD).
Esta iniciativa surgió también de revisar importantes indicadores sobre la violencia de pareja del Instituto Nacional de Medicina Legal (INMLCF), estas muestran que Bogotá ha tenido un comportamiento constante en los últimos años, estando por encima del promedio nacional en esta materia.
En el primer trimestre de 2020 se encontró, por ejemplo, que el 66,5 % de los casos de violencia intrafamiliar eran casos de pareja; el 19 %, violencia contra otros familiares; el 11,4 %, violencia contra niños y adolescentes; y el 3,1 %, contra el adulto mayor. En el 66,5 % el agresor era la pareja o la expareja.
Para el caso exclusivo de violencia de pareja, en el 48,9 % el agresor fue el compañero permanente; en el 30,5 %, el excompañero permanente.
Es importante destacar que el 76,8 % de los casos estuvo asociado a elementos machistas y a celos, desconfianza o infidelidad.
Las mujeres reportan más agresiones que los hombres y no se encontraron diferencias significativas en estratos sociales. “Este dato va en contravía de que la violencia intrafamiliar afecta más a los estratos bajos”.
Según los datos de la encuesta ‘Percepciones de machismo, VIF-VP’, del Observatorio de Cultura 2020, en general, frente a la pregunta: “Para la gente en Bogotá, es deseable que los hombres … ”, los hombres afirman que de ellos se espera actuar de acuerdo con los mandatos del machismo.
Asimismo, hombres y mujeres están de acuerdo con que expresar las emociones genera miedo en los hombres; también, en que necesitan herramientas para saber cómo manejarlas mejor.¿Cómo funciona la línea Calma?
La línea Calma es un canal de comunicación para todos los hombres mayores de 18 años en Bogotá que quieran tener un espacio para comunicarse y recibir orientación emocional, o que quieran formarse en herramientas para desaprender el machismo.
Opera inicialmente como piloto con el número 018000 4236. La atención telefónica es brindada por cuatro profesionales en horario de lunes a viernes entre 8 a. m. y 8 p. m. y los sábados, de 8 a. m. a 12 m.
El acompañamiento psicoeducativo es brindado por cuatro profesionales a través de videollamadas y se agenda desde una vez por semana, de acuerdo con el perfil de cada usuario.
La idea es que los hombres mayores de 18 años de Bogotá llamen a la Línea Calma cuando quieran hablar, pero sientan temor, cuando se sientan solos, cuando sientan celos o tusa o, sencillamente, cuando necesiten desahogarse.