La sombra, el deseo y la conciencia: una mirada humanista a la historia íntima de la humanidad

 


¿Te has preguntado alguna vez qué ocurre cuando la mente humana, desconectada de la conciencia, convierte el deseo en experimento, en poder o en ritual? Esta no es una pregunta superficial. Es una grieta abierta en la historia de la humanidad. A través de ella se asoman siglos de prácticas, creencias, imposiciones, silencios, prohibiciones y también búsquedas desesperadas de placer, pertenencia, dominio o trascendencia. No hablo desde la curiosidad morbosa, sino desde la convicción profunda de que solo cuando observamos nuestra sombra con honestidad podemos rescatar la luz que nos habita.

La historia de la sexualidad humana no es lineal ni romántica. Ha estado atravesada por religiones, imperios, guerras, castas, esclavitud, culpa, control político, misticismo y conocimiento oculto. En algunas culturas antiguas, el cuerpo fue visto como templo; en otras, como territorio de castigo; en muchas, como moneda de cambio. Hubo etapas donde la sexualidad se vinculó al poder, otras donde fue reprimida hasta el silencio de las cavernas emocionales. También existieron expresiones consideradas hoy perturbadoras, rituales impuestos, prácticas de sumisión, dolor, violencia y deshumanización, que no pueden ser romantizadas ni ignoradas.

Lo más inquietante no es lo que hicieron, sino lo que revela de nosotros. La necesidad de control, de experimentar más allá del respeto, de desafiar límites sin conciencia, de usar al otro como objeto. Porque cuando la sexualidad pierde su dimensión sagrada, empieza a deformarse. Y es ahí donde nacen prácticas sin alma, sin amor, sin dignidad.

Durante mis años de estudio en psicología, neuropsicología, comportamiento humano y acompañamiento en procesos terapéuticos, he podido ver cómo esas heridas históricas siguen latentes en el inconsciente colectivo. No son solo relatos del pasado: viven hoy en las relaciones que se rompen, en la culpa que se hereda, en los silencios familiares, en los tabúes, en los abusos repetidos bajo otros nombres. La historia nos habla, pero solo la conciencia nos despierta.

También entiendo, desde una mirada espiritual, que la sexualidad es una fuerza creativa extraordinaria. Es la misma energía que da vida, la misma que impulsa proyectos, empresas, sueños, arte, ciencia y vínculos. Cuando se reprime o se distorsiona, se convierte en ansiedad, frustración, obsesión o destrucción. Cuando se honra, se transforma en creatividad, inspiración, conexión verdadera con uno mismo y con el otro. No es casual que en tradiciones ancestrales, la energía sexual estuviera asociada al despertar de la conciencia, al equilibrio interior, a la trascendencia del ego.

Sin embargo, a lo largo de la historia, esa energía fue manipulada. Reyes y emperadores la utilizaron para demostrar poder. Religiones la condenaron para someter conciencias. Sistemas sociales la reglamentaron para controlar cuerpos. Se crearon castigos, mutilaciones, rituales de humillación, prácticas extremas, supuestas “curaciones” y “expiaciones” que solo dejaron huellas de trauma en generaciones enteras. Esa herida todavía está presente en la forma como muchas personas hoy viven su intimidad: con culpa, con miedo, con vergüenza, con desconexión.

Como ingeniero de sistemas y observador del comportamiento tecnológico, he sido testigo de otro fenómeno: la digitalización del deseo. Hoy la información, la exposición, la imagen, la fantasía y la intimidad se consumen a una velocidad impensable. Las nuevas generaciones crecen con una sobreestimulación que muchas veces no va acompañada de educación emocional ni conciencia espiritual. La tecnología amplifica lo que somos; no lo corrige. Si no hay valores, criterio y respeto por la dignidad humana, la historia tiende a repetirse, solo que en pantallas más brillantes.

Por eso insisto: no se trata de juzgar el pasado con ojos del presente, sino de aprender de él. De reconocer que en la historia de las prácticas sexuales también está la historia del alma humana buscando sentido. Algunos lo hicieron desde la luz, otros desde la sombra. Pero todos dejaron una huella que hoy podemos transformar.

He acompañado personas que llegaron cargando sentimientos de culpa, vergüenza, experiencias traumáticas o confusiones profundas sobre su identidad, sus deseos o su valor personal. En cada uno de ellos he visto un mismo patrón: la necesidad de volver al origen, de reconciliarse con su cuerpo, de comprender que la sexualidad, cuando nace del respeto, del consentimiento, del amor propio y la conciencia, no es pecado, no es vergüenza, no es mercancía. Es expresión de vida.

La verdadera revolución no está en explorar más, sino en comprender mejor. En pasar del impulso al propósito. Del instinto al vínculo consciente. De la experiencia vacía al encuentro con sentido. Cuando una persona sana su relación consigo misma, su manera de relacionarse con los demás cambia radicalmente. Lo he visto en parejas que reconstruyen su intimidad desde el respeto, en líderes que comprenden que su energía vital es parte de su claridad mental, en jóvenes que deciden conocerse antes de entregarse, en adultos que se perdonan por sus historias y deciden volver a empezar.

La espiritualidad no está peleada con el cuerpo. Al contrario, el cuerpo es la manifestación física del espíritu. Pero solo cuando hay conciencia, cuando hay responsabilidad, cuando hay amor propio y cuidado por el otro, esa unión se vuelve sagrada. Y lo sagrado no tiene que ver con religión, sino con respeto profundo.

Desde mi Camino de Vida 3, esa energía creativa que me habita me ha llevado a expresar, construir, enseñar, sanar y acompañar. Lo creativo no es solo arte o palabras: también es una sexualidad consciente, una vida interior rica, una mente despierta, un corazón honesto. Esa es la verdadera evolución: integrar, no negar.

Hoy no escribo para juzgar prácticas del pasado, sino para invitar a una conversación profunda sobre la conciencia del presente. ¿Cómo estamos viviendo nuestra propia historia? ¿Desde el respeto o la repetición inconsciente? ¿Desde la culpa o desde la comprensión? ¿Desde el miedo o desde el amor?

Porque la verdadera perturbación no está en lo que otros hicieron hace siglos. Está en seguir haciéndonos daño hoy, teniendo toda la información, todo el conocimiento y toda la posibilidad de elegir distinto.

Y yo creo, profundamente, que estamos listos para elegir distinto.

Si este mensaje despertó algo en tu interior —una pregunta, una memoria, una necesidad de comprenderte mejor— no lo ignores. Date el permiso de iniciar tu propio proceso de conciencia. Si deseas conversar, reflexionar o sanar a través del diálogo, agenda un espacio conmigo, únete a nuestras comunidades o comparte estas palabras con alguien que también necesite despertar.

Tu historia también merece ser sanada, comprendida y transformada. Y hoy puede ser el comienzo.

Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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