Competir con ladrones es competir con la pobreza: una mirada humana, empresarial y espiritual a la ética del valor


¿Te


has preguntado alguna vez qué pasa con nuestra alma —y con nuestra sociedad— cuando normalizamos la competencia con el fraude, la trampa o la miseria? Desde mis años de niño en Manizales hasta los pasillos empresariales que recorro hoy, he visto una constante: cuando un negocio, una organización o una persona compite contra ladrones —en sentido literal o simbólico— no solo se degrada la economía, también se degrada la conciencia colectiva. Porque competir con ladrones es competir con la pobreza, y no hablo solo de pobreza material, sino de pobreza espiritual, ética y emocional. He dedicado más de tres décadas a construir Todo En Uno.Net con el propósito de ofrecer soluciones que eleven a las empresas, no que las degraden. Y lo digo con la experiencia de quien ha visto clientes perderlo todo por asociarse con prácticas corruptas y también de quien ha visto a empresas renacer cuando han decidido construir desde la integridad.

Cuando leí el texto de Néstor Santos, sentí que hablaba de algo que he visto en carne propia: la tentación de “jugar el juego” del otro para no quedar atrás. Es esa lógica perversa que en contabilidad se traduce en omitir ventas, en tecnología se convierte en software pirata, y en la vida cotidiana se vuelve excusas para justificar comportamientos que van contra nuestros principios. Y la experiencia me ha enseñado que allí no hay crecimiento real, solo un espejismo de éxito que tarde o temprano se derrumba. En mi trayectoria asesorando empresas, he visto cómo competir con ladrones termina en un escenario donde todos pierden: el que roba, porque pierde su integridad y vive con miedo; el que copia, porque nunca desarrolla su auténtica propuesta de valor; y el que permite, porque se convierte en cómplice del sistema que lo oprime.

Me gusta conectar lo invisible con lo práctico. Desde la espiritualidad, podríamos decir que competir con ladrones es competir con nuestras propias sombras. Cada empresario, cada líder, cada ser humano tiene una parte de luz y una parte de oscuridad. Cuando elegimos conscientemente no bajar nuestro estándar moral para “sobrevivir” al mercado, estamos también eligiendo elevar nuestra frecuencia, y eso no es un asunto metafísico abstracto: impacta la productividad, la cultura organizacional y la sostenibilidad financiera. He acompañado procesos donde una empresa, al adoptar prácticas éticas, pasó de tener clientes “baratos y complicados” a clientes “valiosos y leales”. Y lo mismo sucede en las relaciones personales: cuando uno deja de competir con la mentira, con la manipulación o con la toxicidad, abre espacio para vínculos más auténticos y fecundos.

En mi vida personal he visto casos cercanos. Recuerdo a un joven emprendedor que asesoré en Manizales. Quería montar un negocio de tecnología, pero insistía en “piratear” licencias para reducir costos. Cuando le pregunté si quería construir algo para cinco años o para cincuenta, se quedó en silencio. Esa pregunta lo llevó a replantearse todo. Hoy es un empresario que factura legalmente, tiene contratos con multinacionales y ha creado empleo digno para decenas de personas. El cambio no fue solo técnico, fue espiritual: dejó de competir con ladrones, y por ende, dejó de competir con la pobreza.

Es importante entender que la pobreza no es únicamente falta de recursos. Es también falta de imaginación, de autoestima y de confianza en el propio poder creador. Cuando caemos en la trampa de competir con ladrones, compramos la narrativa de la escasez: “si no hago esto, no sobrevivo”. Pero la experiencia me muestra que la abundancia se construye desde la originalidad, la colaboración y la integridad. Por eso insisto en unir inteligencia emocional e inteligencia artificial. Las herramientas digitales son neutras; depende de nuestra ética cómo las usamos. Una empresa puede usar la IA para engañar al consumidor, manipular datos y maximizar ganancias a corto plazo, o puede usarla para automatizar procesos, reducir costos y mejorar la experiencia del cliente con transparencia. En ese sentido, las organizaciones tienen hoy una oportunidad histórica de decidir qué historia quieren contar.

El Eneagrama, la numerología y otros mapas de autoconocimiento me han mostrado que, como Camino de Vida 3, mi tarea ha sido transformar la necesidad de “reconocimiento externo” en autenticidad interna. Y creo que esto es lo que necesita nuestro tejido empresarial: pasar de competir por aplausos fáciles a construir legados sólidos. Cuando asesoramos en la Organización Empresarial Todo En Uno.Net temas de Habeas Data, automatización y cumplimiento normativo, no lo hacemos solo para evitar sanciones; lo hacemos para que las empresas construyan confianza. Porque la confianza es la moneda más valiosa en un mundo saturado de ruido.

Recuerdo también mis primeros años de ingeniero de sistemas. En los noventa era común que los empresarios me pidieran “instalar software gratis”. Les explicaba la importancia de licencias legales y de respetar la propiedad intelectual. Algunos me veían como un iluso. Hoy esos mismos empresarios me buscan para auditorías, compliance y transformación digital, porque entendieron que sin cimientos éticos no hay edificio que se sostenga. He aprendido que la prosperidad es más lenta pero más firme cuando se construye con ética. Y en tiempos de crisis, esa ética es la que permite a las empresas sobrevivir y reinventarse.

La reflexión cultural es clara: competir con ladrones no es solo un problema individual, es un problema sistémico. Pero también es sistémica la solución: educar, compartir, visibilizar prácticas correctas y demostrar que sí es posible prosperar con integridad. Por eso en mis blogs (como Organización Todo En Uno y Todo En Uno.Net) comparto experiencias reales y herramientas para líderes y emprendedores que quieren hacer las cosas bien. Y en mis espacios espirituales (como Amigo de ese gran ser supremo) invito a mirar la vida desde una conciencia más amplia. Todo está conectado: economía, tecnología, cultura, alma.

Cerrar este blog me lleva a una verdad que se ha vuelto guía en mi vida: cada vez que elegimos competir con ladrones, perdemos un pedazo de nuestra dignidad; cada vez que elegimos construir con honestidad, ganamos un pedazo de libertad. No es fácil, porque implica enfrentar nuestra propia sombra y la del sistema. Pero esa es la única competencia que vale la pena: la competencia con nuestra mejor versión. Quiero invitarte a que la próxima vez que te encuentres tentado a “jugar sucio” por miedo a quedarte atrás, respires hondo y recuerdes: competir con ladrones es competir con la pobreza. Y nosotros estamos aquí para trascenderla, no para perpetuarla.

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Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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