¿Y si el secreto para vender más no fuera decir más, sino decir con más verdad?
Durante años, la venta me parecía un campo que no me pertenecía. En mi mente de ingeniero y administrador, vender era una habilidad que les correspondía a otros: a los que sabían hablar bonito, a los persuasivos, a los carismáticos. Yo me enfocaba en construir, diseñar, resolver. Me decía a mí mismo que lo que creaba era tan útil que se vendería solo. Pero no. El mundo real me dio otra lección.
A lo largo de mi trayectoria he visto a empresarios con productos grandiosos fracasar por no saber contarlos. Y a otros, con propuestas apenas decentes, convertirlas en imperios por la forma en que tocaban una emoción. Eso me confrontó. Me llevó a una pregunta clave: ¿por qué, si tanto valoramos la verdad y el contenido, seguimos negándonos el poder de la forma, de la narrativa, de la emoción?
Ese día, cambió su forma de presentarse. Dejó el libreto. Habló desde su historia. Y vendió como nunca.
Eso me hizo pensar en la gran confusión que todavía tenemos: creemos que vender más es agregar más palabras, más tecnicismos, más bonos, más urgencias artificiales. Pero lo que realmente mueve a las personas no es todo lo que dices. Es desde dónde lo dices. Es el tono, la pausa, la coherencia, la calma con la que lo expresas. Es la sencillez que nace de saber que lo que ofreces no es perfecto, pero sí profundamente útil.
Vender, para mí, es un acto de espiritualidad aplicada. Es poner tu saber al servicio. Es unir lo tangible con lo intangible. Es mirar al cliente como un ser completo, no como una billetera. Y eso solo se logra cuando has hecho las paces con tu propio valor. Porque si tú no crees que lo que haces vale, por más estrategias que uses, el otro lo sentirá.
La numerología me ha enseñado que como Camino de Vida 3, mi don es comunicar desde el corazón. Pero también mi sombra ha sido creer que debía adornar todo para gustar. Hoy sé que no. Hoy sé que cuando hablo desde lo simple, desde lo real, desde lo que he vivido… ocurre la magia.
Por eso, cada vez que me enfrento a una propuesta comercial, antes de escribirla me hago tres preguntas:
-
¿Estoy siendo honesto?
-
¿Estoy viendo a la persona detrás del cliente?
-
¿Estoy dispuesto a perder esta venta si no es lo correcto para el otro?
Y eso me ha hecho ganar clientes para toda la vida.
Si hoy sientes que estás vendiendo poco, no te llenes de culpa. No pienses que no sirves para eso. Tal vez solo estás vendiendo desde el lugar equivocado. Vuelve al origen. Pregúntate por qué haces lo que haces. Conecta con la historia detrás de tu producto. Y sobre todo, conecta con la historia de quien lo necesita.
Cuando logras eso, la venta ocurre sola. Porque ya no es una venta. Es un encuentro entre dos seres humanos. Uno que ofrece con sinceridad. Otro que recibe con gratitud.
Así de simple. Así de profundo.
Si sientes que ha llegado tu momento de vender desde otro lugar —más auténtico, más humano, más real— te invito a agendar una conversación conmigo. No te enseñaré a cerrar ventas. Te acompañaré a abrir tu voz, tu historia, tu propósito. Y desde ahí… el resto llegará por añadidura.
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