Me entiendes o solo me oyes?” — La conexión humana como tecnología del alma


¿Cuántas veces nos hemos sentido más solos estando acompañados que en el más profundo silencio?

Hay un dolor sutil y silencioso que muchos llevamos dentro, uno que se camufla en las conversaciones diarias, en los chats respondidos con rapidez, en los “ajá” y los “te entiendo” que no llegan al alma.
Pero… ¿realmente nos estamos entendiendo? ¿O simplemente estamos oyendo por inercia?

Hace unos días me encontré con un artículo publicado por Javi Consuegra en LinkedIn titulado “¿Me entiendes?”, y debo confesar que no pude evitar sentirme profundamente tocado. No solo por el contenido, sino porque esa pregunta —aparentemente simple— lleva años resonando en mis espacios de mentoría, en mis relaciones más íntimas, en mis encuentros con líderes, emprendedores y parejas que se sienten emocionalmente agotados: no por exceso de palabras, sino por falta de comprensión real.

Porque comprender no es escuchar lo que el otro dice. Es escuchar lo que el otro necesita.
Es entender la emoción detrás de la palabra. Es detener el impulso de responder, y empezar el acto sagrado de acompañar.

Y lo digo no solo como ingeniero, administrador o mentor de empresas. Lo digo como ser humano que ha tenido que reconstruirse desde adentro muchas veces. Que ha tenido que aprender a hablar de nuevo cuando las palabras se convirtieron en escudos, y a callar con sentido cuando el silencio era la única forma de presencia.

He acompañado procesos de transformación empresarial desde 1995 con Todo En Uno.Net, y si algo he confirmado es que los negocios se tambalean no por falta de estrategia, sino por falta de comunicación humana.
Por gerentes que no saben leer el dolor de su equipo.
Por socios que confunden alineación con control.
Por líderes que solo hablan desde el deber ser… y no desde el ser que siente.

Y no es que no queramos entender al otro. Es que no nos enseñaron a hacerlo.
Nos enseñaron a tener la razón, no a tener presencia.
Nos entrenaron para responder, no para escuchar.
Nos condicionaron para asumir, no para preguntar.

Yo también he fallado ahí. He hablado cuando debía observar. He corregido cuando debía acompañar.
He oído frases como “¿me entiendes?” con ansiedad, sin comprender que detrás de esas palabras había un llamado a la conexión y no a la lógica.

Y es que entender al otro requiere mucho más que empatía superficial.
Requiere presencia.
Requiere habitar el momento con la disposición de soltar el ego.
Requiere espiritualidad en la escucha.
Requiere darnos cuenta de que el otro es un universo que no venimos a colonizar, sino a descubrir.

He vivido momentos clave en los que un simple “te entiendo” con el corazón salvó una conversación, una relación, un proyecto.
Y también he vivido el silencio de quien no me entendía, pero tuvo el coraje de quedarse allí, acompañando.
Porque a veces entender no es saber qué decir. Es no salir corriendo.
Es quedarse.
Es respirar juntos en medio de lo incierto.

Y por eso quiero decirte hoy, si has sentido que nadie te entiende… que quizás aún no has encontrado los espacios seguros donde puedas ser tú sin explicación.
Pero también te invito a preguntarte:
¿A quién estoy tratando de entender con mis juicios activados?
¿Estoy escuchando con mis heridas o con mi intención?
¿Estoy esperando que me comprendan… sin hacerme comprensible?

Porque también hay que reconocerlo: muchas veces no nos entienden, porque ni nosotros hemos hecho el ejercicio de comprendernos.
Nos exigimos ser claros, sin darnos claridad.
Pedimos presencia, cuando vivimos ausentes de nosotros mismos.

Y aquí es donde la inteligencia emocional y espiritual se cruzan en un punto clave: la compasión.
Esa capacidad de ver al otro como legítimo otro. De aceptar que su historia no es la nuestra.
De acompañar sin corregir.
De entender que no todos van a hablarnos como queremos, pero sí como pueden.
Y que nosotros también merecemos ser escuchados sin tener que gritar.

Esto no es solo un tema de pareja o familia. Esto es un tema de humanidad.
Es una competencia que debería enseñarse en escuelas, en empresas, en iglesias, en gobiernos:
Cómo escuchar con el alma y no solo con el oído.

En las mentorías que facilito en Todo En Uno.Net, suelo invitar a las personas a practicar algo que llamo “escucha terapéutica”.
No interrumpas.
No aconsejes.
No corrijas.
Solo mira a los ojos y pregúntate:
¿Qué necesita esta persona más allá de lo que dice?

Y lo más bello es que, cuando lo hacemos, algo cambia en el aire.
La persona se relaja.
Las palabras fluyen.
La conexión ocurre.

Porque el alma no necesita un auditor… necesita un testigo.

Hoy quiero invitarte a que antes de cerrar el día, busques a alguien que amas —puede ser tu pareja, tu hijo, un amigo, tu socio— y le preguntes:
“¿Sientes que te entiendo realmente?”
Y luego te quedes en silencio.
No para justificarte.
Sino para escuchar.
Y si no sabes cómo hacerlo, empieza diciendo:
“Quiero entenderte mejor. Ayúdame a escucharte como necesitas.”

A veces esa frase puede abrir una puerta que llevaba años cerrada.

Si estás en ese momento de tu vida en que sientes que necesitas ser escuchado desde otro lugar —con respeto, humanidad y verdad— agenda una conversación conmigo. Estoy aquí para ayudarte a reconectar contigo y con quienes más importan.

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No basta con oír. Este es el tiempo de aprender a entender. Y si lo logramos, puede que descubramos que la evolución no empieza en lo grande… sino en cómo nos tratamos unos a otros, palabra a palabra

Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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