¿Alguna vez te has preguntado para qué sirve realmente tu cerebro?
No lo que dicen los libros, ni lo que explican los neurocientíficos, ni siquiera lo que repiten los coaches modernos cuando quieren parecer profundos. Te hablo de ti, contigo. Desde tu experiencia, desde tus tropiezos, desde tus revelaciones. Porque aunque todos tenemos uno, no todos lo usamos de la misma manera. Y porque a veces, detrás de un cerebro brillante, habita un alma dormida.
Hace unos días leí una reflexión del maestro Néstor Santos en LinkedIn, quien decía con una claridad que golpea sin herir: “El cerebro solo sirve para dos cosas: crear o destruir”. Nada más. Nada menos. Y en medio de esa dualidad tan radical como real, me encontré recordando mis propios inicios como ingeniero de sistemas en los años 80, programando con lenguaje binario, cuando todo era 1 o 0, sí o no, encendido o apagado. En ese tiempo creía que la lógica lo resolvía todo. Que bastaba con pensar bien para vivir bien.
Qué ingenuo era.
La vida —esa que no cabe en ningún código binario— me enseñó que podemos tener el cerebro más entrenado del mundo, pero si no aprendemos a escuchar el alma, tarde o temprano seremos máquinas eficientes… y personas vacías.
Sí, el cerebro puede crear ideas, negocios, algoritmos, soluciones tecnológicas, modelos de gestión. Lo he hecho. Lo hacemos todos los días en Todo En Uno.Net. Pero también puede destruir relaciones, quebrar voluntades, anular la intuición, y convertirse en un verdugo silencioso cuando lo dejamos gobernar sin la guía de la consciencia.
He acompañado empresarios que han levantado imperios desde la mente y, sin darse cuenta, se han vuelto esclavos de sus propias estructuras mentales. Hombres y mujeres que tienen claro el EBITDA, el ROI y el presupuesto anual… pero no saben cuándo fue la última vez que abrazaron sin mirar el reloj. Que celebraron sin necesidad de justificarlo con una métrica. Que lloraron sin esconderse.
Y es que la verdadera creación no nace solo del cerebro. Nace cuando la mente se sincroniza con el corazón. Cuando la lógica se arrodilla ante la sabiduría interna. Cuando la estrategia se alía con el propósito. Ahí es donde ocurre la magia: cuando creamos desde el alma.
Una vez, durante un retiro empresarial que dirigí en el Eje Cafetero, le pedí a un grupo de líderes que escribieran una sola cosa que los hiciera sentir vivos. No ricos. No exitosos. Vivos. Uno de ellos, gerente de una multinacional, escribió: “cuando juego con mi hija sin pensar en el correo que no he respondido”. Otro dijo: “cuando me pierdo caminando sin Waze”. Y alguien más, con la voz temblorosa, escribió: “cuando dejo de destruirme con mis pensamientos”.
Porque sí, el cerebro también destruye. A veces no a los otros, sino a uno mismo. Con exigencias desmedidas. Con comparaciones. Con voces internas que repiten: “no eres suficiente”, “deberías haberlo hecho mejor”, “a tu edad ya tendrías que tener…” Y en esa autodestrucción silenciosa, muchos líderes se apagan sin que nadie lo note.
Por eso, hace años decidí integrar mi formación técnica con herramientas que van más allá de lo cognitivo: el Eneagrama, la inteligencia emocional, la numerología, la espiritualidad práctica, y ahora, la inteligencia artificial… pero desde una consciencia despierta. No para programar personas, sino para liberar su potencial. No para predecir comportamientos, sino para comprender historias.
Hoy entiendo que el verdadero liderazgo no se mide por lo que tu cerebro es capaz de construir, sino por lo que tu alma es capaz de sostener.
Y aquí te lanzo una pregunta que puede sonar extraña si estás acostumbrado a moverte solo desde la cabeza: ¿qué pasaría si hoy decidieras usar tu cerebro solo para crear, y no para destruir? ¿Si en lugar de buscar tener la razón, buscaras conectar? ¿Si en vez de ganar discusiones, ganaras miradas? ¿Si transformaras cada pensamiento negativo en una oportunidad para despertar algo nuevo?
No se trata de dejar de pensar. Se trata de pensar con intención. De usar ese regalo que es el cerebro no como un arma, sino como un puente. Porque cada vez que eliges crear, estás alineándote con la energía más poderosa del universo: la del amor.
Y aquí entra el alma.
Porque aunque el cerebro solo sirve para dos cosas, el alma sirve para todo lo demás. Para perdonar. Para intuir. Para sanar. Para acompañar. Para confiar cuando no hay garantías. Para empezar de nuevo. Para sostenerte cuando todo lo demás se derrumba. Y para recordarte —a ti, a mí, a todos— que no somos máquinas de producción, sino seres de propósito.
Como empresario, como ingeniero, como mentor, como ser humano que ha vivido pérdidas, fracasos, renacimientos, hoy puedo decirte con certeza: tu mayor innovación no será tecnológica. Será humana. Será emocional. Será espiritual.
Y esa innovación empieza cuando dejas de preguntarte “¿qué más puedo hacer con mi cerebro?”… y empiezas a preguntarte “¿desde dónde quiero crear mi vida?”
Si sientes que estás viviendo demasiado desde la cabeza y muy poco desde el alma, tal vez sea hora de recalibrar. No necesitas hacerlo solo. Escríbeme, conversemos, respiremos juntos un nuevo comienzo. Tal vez tu próximo gran paso no esté en aprender más… sino en recordar quién eres.
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