¿Te has preguntado cuánto cuesta ser pobre… en un mundo que no perdona errores? ¿O cuántas veces paga el que no tiene más que su esperanza? Desde niño lo escuché en la voz de los mayores: “La plata del pobre va dos veces a misa”. Una frase que parecía dicha entre suspiros y resignación, pero que con los años fui entendiendo con una profundidad que no imaginaba.
Hoy no quiero hablarte como consultor, ingeniero o empresario. Quiero hablarte como hombre. Como hijo de una cultura que ha visto cómo el que menos tiene, muchas veces paga más: en dinero, en salud, en tiempo, en oportunidades, en dignidad.
Desde que fundé Todo En Uno.Net en 1995, he acompañado líderes, emprendedores y empresarios en su evolución. Y no han sido pocas las veces en que he visto cómo el afán, la improvisación, o simplemente la falta de información hacen que una mala decisión se pague doble. Pero lo más doloroso es cuando lo paga alguien que ya viene remando contra la corriente.
En una sociedad como la nuestra, la pobreza no es solo económica. Es también una pobreza de tiempo, de redes, de oportunidades, de acceso real a la justicia y al conocimiento. Y es en ese vacío donde nace el sobreprecio oculto que pocos ven, pero muchos sufren. Compran lo barato porque no pueden más… y terminan perdiendo más aún. Contratan el servicio más económico… y luego deben pagar otro para que lo corrija. Deciden no capacitarse… y el costo aparece meses después, como un fantasma que ya no se puede ignorar.
Y no, esto no es solo una falla técnica o una falta de planificación. Es una herida sistémica. Es el resultado de un país —y un continente— que muchas veces castiga más al que menos puede.
Recuerdo a Vicente, un cliente de años atrás. Un hombre noble, trabajador, honesto. Quiso ahorrar unos pesos en un sistema contable “económico” que encontró por redes sociales. No revisó licencias, términos, ni compatibilidad. A los seis meses, no solo había perdido sus registros, sino que tuvo que pagar una sanción tributaria por inconsistencias en los reportes. ¿Cuánto costó ese error? El doble. Y el triple, si contamos el desgaste emocional y el golpe a su confianza. Pero lo más grave fue su frase: “Julio, uno hace lo que puede con lo que tiene”. Y es ahí donde entendí que el problema no es Vicente, ni los muchos como él. El problema es que como sociedad no les estamos enseñando a hacer lo mejor posible, sino lo más barato posible.
En mi camino espiritual —alimentado por la contemplación, la escritura y los silencios que habitan en mi blog “Mensajes Sabatinos”— he entendido que el verdadero liderazgo nace del amor. No del poder. Y que el amor también se traduce en cuidar al otro de sus propias limitaciones, sin juzgarlo. Por eso formamos líderes. No solo técnicos. No solo estratégicos. Líderes humanos que sean guías, no verdugos.
Y sí, como empresario he aprendido a ver más allá del Excel. He visto cómo decisiones aparentemente racionales tienen raíces emocionales profundas. El miedo al rechazo, al fracaso, a no tener con qué responder… es ese miedo el que muchas veces hace que la plata del pobre vaya dos veces a misa. Porque el miedo no planifica, solo reacciona. El miedo compra desde la urgencia. El miedo no compara, ni pregunta, ni evalúa.
Pero hay algo más. En este tiempo de aceleración, donde la inteligencia artificial nos seduce y las herramientas digitales nos prometen eficiencia, estamos olvidando lo esencial: que el problema no es la tecnología, sino cómo la usamos. Un CRM no resuelve una cultura tóxica. Un software contable no cura la desorganización emocional. Un robot no reemplaza la sabiduría del discernimiento.
Por eso, desde la Organización Empresarial Todo En Uno.Net, no vendemos tecnología por la tecnología. Vendemos transformación. Acompañamos procesos. Educamos desde la raíz. Porque cuando una persona entiende desde el alma lo que implica una decisión, no vuelve a equivocarse igual. Tal vez caiga, sí. Pero cae distinto. Con más conciencia. Con más herramientas. Con más dignidad.
He visto empresas quebrar por no haber invertido a tiempo en asesoría legal. He visto familias enemistadas por no haber planificado su sucesión. He visto talentos perderse por no haber recibido el acompañamiento emocional adecuado. Y todo eso, ¿por qué? Porque alguien creyó que estaba ahorrando. Pero no estaba ahorrando: estaba postergando un costo mayor.
¿Y qué hacemos ante esto? ¿Resignarnos? ¿Ponerle otro parche al sistema? No. Lo que hacemos es formar conciencia. Por eso creo en la educación como herramienta de libertad. Y no me refiero solo a los títulos, sino al saber cotidiano, al conocimiento que transforma. Como ese que comparto cada semana en mis blogs, mis charlas y mis espacios formativos.
Este blog es un acto de amor. Un llamado. Un espejo. Porque tal vez no podamos evitar todos los errores, pero sí podemos evitar repetirlos. Podemos elegir formarnos, asesorarnos, rodearnos bien. Podemos dejar de pensar como sobrevivientes y empezar a actuar como líderes conscientes. Como seres que comprenden que lo espiritual, lo técnico y lo humano no están separados. Que todo está unido.
Hoy te invito a mirar tu vida, tu empresa, tu liderazgo… y preguntarte: ¿en qué estás pagando dos veces misa? ¿Qué decisiones estás tomando desde el miedo y no desde la claridad? ¿Qué “ahorros” te están costando el triple?
Porque lo justo no siempre es lo barato. Y lo barato no siempre es lo justo. Y porque la verdadera pobreza no es no tener plata. Es no tener con quién pensar. Es no tener dónde apoyarte. Es no tener a quién llamar antes de tomar una decisión clave.
Por eso existimos. Por eso seguimos.
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