¿Y si el bienestar no fuera solo cuestión de comer sano, dormir bien y hacer ejercicio? ¿Y si el cuerpo tuviera una forma más profunda, sutil y olvidada de hablarnos… y no la estamos escuchando? En mi experiencia como mentor, empresario, caminante espiritual y ser humano en constante evolución, he comprobado que muchas veces, lo que llamamos “síntoma” es en realidad un símbolo. Una petición del alma, manifestada a través del cuerpo. Y no cualquier cuerpo, sino uno que vive en una época desbordada de estímulos, hiperconectada por fuera, pero profundamente desconectada por dentro.
Desde hace unos años me he interesado profundamente por el tercer pilar del bienestar que tan certeramente menciona Jordi Alemany en su reflexión: el IM, o “imagen motriz”, esa impronta corporal que no es simplemente “cómo me muevo” sino “desde dónde me muevo en la vida”. No es casual que personas con la misma dieta, mismo entorno y mismo nivel de estrés vivan la vida con niveles de energía, vitalidad y salud completamente distintos. La diferencia muchas veces está en su IM. En su relación no solo con su cuerpo, sino con el significado que le dan a cada gesto, a cada tensión, a cada postura.
He acompañado líderes que aparentaban fuerza pero sus espaldas estaban siempre contracturadas. Emprendedores con supuesta “mente positiva” pero cuya respiración delataba un miedo crónico. Ejecutivos que decían vivir con propósito, pero sus pies se arrastraban cada mañana al levantarse. En todos esos casos, el cuerpo no mentía. Porque el cuerpo nunca miente. Y ese es el punto de partida para una transformación real y no solo estética.
La imagen motriz es, en esencia, un espejo profundo. No se construye de un día para otro, ni se corrige simplemente con rutinas de yoga o pilates —aunque ayudan—. La imagen motriz nace de lo que creemos sobre nosotros mismos. De lo que heredamos y repetimos inconscientemente. De las memorias alojadas en los músculos, los huesos, la piel. Es tan única como tu huella digital. Y es, muchas veces, la llave que explica por qué no avanzamos, por qué no sanamos, o por qué seguimos repitiendo ciclos que ya entendimos mentalmente pero no hemos liberado corporalmente.
En mi vida, comprender y trabajar mi propia imagen motriz ha sido un punto de inflexión. Como ingeniero, por años prioricé la mente. Como empresario, valoré la estrategia. Como maestro, cultivé la palabra. Pero fue el cuerpo quien me enseñó los silencios que ningún pensamiento podía traducir. Aprendí que mi manera de caminar, de sentarme frente al computador, de saludar, de respirar… eran extensiones visibles de mis heridas y también de mis conquistas.
No exagero al decir que, en un mundo donde la inteligencia artificial se vuelve cada día más sofisticada, el gran reto del ser humano será volver a su inteligencia corporal, su inteligencia somática. Porque mientras los algoritmos aprenden patrones de comportamiento, el cuerpo guarda la verdad de lo no dicho. En ese sentido, el IM se convierte en un territorio sagrado, no solo para la salud, sino para la autenticidad.
Frente a eso, mi respuesta es clara: la única forma de no perder nuestra humanidad es integrarla. Y eso incluye nuestro cuerpo. Nuestro movimiento. Nuestra capacidad de encarnar lo que decimos. Porque el liderazgo del futuro no será solo mental ni espiritual. Será corporal. Será encarnado. Será visible en la forma en que alguien entra a una sala, en cómo sostiene una mirada, en la calidad de su presencia física más allá de su currículo o su perfil de LinkedIn.
En Todo En Uno.NET, cada vez más integramos esta mirada holística en nuestros procesos de acompañamiento. No basta con enseñar a usar tecnología, automatizar procesos o estructurar empresas si el ser humano que las lidera está desconectado de sí mismo. Y es ahí donde el IM, como lenguaje profundo del bienestar, se convierte en brújula y en mapa.
Recuerdo a una líder educativa con la que trabajamos hace un tiempo. Su equipo la percibía como autoritaria, aunque ella se sentía comprometida y sensible. Solo cuando empezamos a observar juntas su lenguaje corporal, su tono de voz, su manera de posicionarse en reuniones, comprendió que su imagen motriz había sido moldeada por años de sobrevivencia y exigencia. No era una mala líder. Solo era una mujer que había aprendido a tensarse para protegerse. Y al relajarse, al suavizar su movimiento, su liderazgo también se transformó. Más que un cambio de estilo, fue un renacimiento.
Hoy, a mis más de 50 años, no me interesa el éxito que se mide en cifras, sino el que se encarna en paz, en salud integral, en coherencia sentida. Por eso este mensaje es también una invitación a escucharte con todo tu cuerpo. A caminar más lento si hace falta. A respirar antes de decidir. A observarte con ternura cuando te descubras en posturas de autoexigencia que no te representan.
Tal vez no se trate de hacer más, sino de moverte distinto. Tal vez el siguiente paso hacia tu plenitud no está en un nuevo curso, sino en una nueva forma de habitarte. Tal vez el bienestar no es una meta, sino una forma de estar en el mundo. Y empieza en ti.
🗓️ Reserva tu espacio aquí:
Agendamiento: AQUÍ
Facebook: Julio Cesar Moreno D
Twitter: Julio Cesar Moreno Duque
Linkedin: (28) JULIO CESAR
MORENO DUQUE | LinkedIn
Youtube: JULIO CESAR MORENO DUQUE - YouTube
Comunidad de WhatsApp: Únete
a nuestros grupos
Grupo de WhatsApp: Unete a nuestro Grupo
Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal
Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo
Blogs: BIENVENIDO
A MI BLOG (juliocmd.blogspot.com)
AMIGO DE. Ese ser supremo
en el cual crees y confias. (amigodeesegransersupremo.blogspot.com)
MENSAJES SABATINOS (escritossabatinos.blogspot.com)
👉 “¿Quieres más tips como este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp o
Telegram”.
