¿Realmente sabes cuántas decisiones irrelevantes estás tomando cada día?
Es curioso, pero muchas veces nos despertamos con el alma cansada incluso antes de que empiece el día. No por el trabajo, ni por el entorno, ni siquiera por el estrés. Nos cansamos por lo que llamo decisión dispersa: ese desgaste silencioso que genera tener que elegir todo, todo el tiempo. Desde qué camisa usar, hasta qué camino tomar, qué leer, qué responder, qué evitar. Vivimos sobrecargados de opciones… y escasos de dirección.
Cuando leí hace unos días un texto sobre Steve Jobs y su icónico atuendo —camisa negra, jeans, zapatillas— me detuve. No por la anécdota estética, sino por lo que revela a nivel de conciencia. Jobs, un hombre que sabía perfectamente el valor de su energía mental, decidió no gastarla en lo trivial. Su vestuario no era símbolo de rebeldía ni una pose minimalista. Era una estrategia de foco. De limpieza interior. De coherencia práctica.
Yo mismo he tenido que replantear muchas cosas. Como ingeniero de sistemas, puedo diseñar estructuras eficientes para automatizar procesos complejos. Como administrador de empresas, puedo liderar proyectos y equipos de alto desempeño. Pero como ser humano, he aprendido que la complejidad externa no sirve de nada si no cultivamos una simplicidad interna.
No se trata de vestirse igual todos los días, claro está. Se trata de preguntarse: ¿Cuánto de lo que hago, visto, decido y digo cada día nace desde mi esencia… y cuánto desde el ruido del ego o de la necesidad de aprobación?
Y este tema va mucho más allá del estilo personal. Es una cuestión de energía. La energía que necesitas para escuchar a tu equipo, para ser empático con tu pareja, para tomar decisiones difíciles sin traicionarte… esa energía no es infinita. Se consume. Y cada notificación, cada duda, cada comparación innecesaria, la va drenando.
Por eso, cuando trabajo con líderes y emprendedores, una de las primeras cosas que abordamos no es la estrategia de negocio. Es el diseño de vida. La claridad de propósito. La limpieza del entorno. ¿Tienen rituales? ¿Tienen espacios de silencio? ¿Tienen un “uniforme interno” que les recuerde quiénes son cuando todo alrededor grita quién deberían ser?
Yo tengo el mío. No lo ves en mi ropa. Está hecho de convicciones. De rutinas simples. De decisiones conscientes que ya no tengo que pensar cada mañana porque están alineadas con mi camino. Y eso me permite reservar lo mejor de mí para lo que realmente importa.
No siempre fue así. Durante años fui ese hombre orquesta, hiperproductivo, pero disperso. Quería hacer todo, llegar a todos lados, asumir todos los roles. Pero en el fondo, me perdía en mí mismo. Mi armario reflejaba mi mente: lleno de opciones, pero sin claridad.
Y fue en uno de esos momentos de saturación donde entendí que la libertad no está en tener más, sino en elegir menos con más intención. Simplificar no es perder. Es ganar espacio para lo que verdaderamente transforma.
No es casualidad que hoy, en plena era de la hiperconectividad, estemos redescubriendo el poder de la pausa, del silencio, del orden. Lo vemos en líderes como Mark Zuckerberg, Barack Obama o Jeff Bezos, que siguen el mismo principio: reducir el ruido para elevar la claridad. Lo viví en mi proceso personal, y lo sigo acompañando en los caminos de quienes me consultan desde distintos sectores y realidades.
Vivimos en un mundo que glorifica el exceso y subestima la esencia. Pero la verdad es que no necesitas más decisiones, necesitas mejores decisiones. Y eso solo es posible si decides desde el ser, no desde el deber.
Hoy más que nunca, cuando la inteligencia artificial comienza a tomar decisiones más precisas, más rápidas y hasta más lógicas que muchas de las nuestras, surge una pregunta que no podemos evadir:
“Por siglos creímos que el milagro de pensar, crear y decidir era únicamente humano.Hoy, una creación nuestra, la Inteligencia Artificial, irrumpe no para sustituirnos, sino para desafiarnos a evolucionar.El paradigma se rompe, y con él, la zona de confort en la que nos refugiamos.Ya no basta con pensar, hay que replantear qué es la inteligencia, qué es la conciencia y cuál es nuestro verdadero rol como especie.¿Estamos preparados para coexistir con una inteligencia no biológica que aprende, decide y, en ocasiones, acierta más que nosotros?”
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— Julio César Moreno Duque
