En mis más de 30 años como empresario, psicólogo, ingeniero y administrador, he aprendido que la verdadera evolución humana y profesional no se encuentra en la rigidez de los modelos preestablecidos, sino en la capacidad de repensarlos. Al leer el artículo “Del deber ser” de W. Alejandro Martínez, no pude evitar conectar este análisis con una reflexión profunda que acompaña cada una de mis decisiones como fundador de Todo En Uno.Net y la Organización Empresarial Todo En Uno: la tensión constante entre lo que “debería ser” y lo que verdaderamente “somos”.
Este concepto del “deber ser” se ha impuesto como una forma de control social, psicológico e incluso empresarial. Desde pequeños, nos educan bajo una estructura que delimita lo correcto, lo esperado, lo apropiado... y en muchas ocasiones, esa estructura termina siendo una camisa de fuerza que asfixia la creatividad, la autenticidad y la verdadera inteligencia emocional.
Desde la neuropsicología sabemos que el cerebro busca patrones porque lo hacen sentir seguro, predecible. Sin embargo, también sabemos que el crecimiento neuronal real, el aprendizaje significativo y la innovación emergen cuando rompemos esos patrones. Lo mismo sucede en la vida empresarial: quien solo se guía por el “deber ser” termina repitiendo fórmulas caducas, desconectado del presente y de su propósito.
En el ámbito organizacional, muchas empresas fracasan no por falta de talento, sino por un exceso de deber ser. Estructuras obsoletas, liderazgos rígidos y culturas donde no hay espacio para cuestionar. He visto, a lo largo de mi trayectoria, cómo organizaciones florecen cuando se permite la divergencia controlada, cuando el pensamiento crítico es bienvenido y cuando el líder se despoja de la careta del “deber ser perfecto” para mostrarse humano, vulnerable y en aprendizaje constante.
A nivel psicológico, ese “deber ser” suele derivar en ansiedad, frustración e incluso crisis de identidad. Porque nos impide ser lo que somos en esencia. Nos desconecta del presente. Y aquí es donde cobra valor la autenticidad: ese puente entre lo que hacemos y lo que sentimos. Un puente que no se construye desde lo ideal, sino desde lo real, desde lo vivido.
Como lo plantea el autor, el “deber ser” no solo es un concepto filosófico; es una fuerza cultural que moldea la forma en que trabajamos, amamos, lideramos y creamos. Pero esa fuerza debe ser cuestionada si queremos avanzar hacia modelos humanos más sostenibles, más compasivos, más inteligentes. Y en esa tarea, la psicología evolutiva, la empresarial y la experiencia de vida se convierten en aliadas indispensables.
Hoy más que nunca necesitamos líderes y profesionales capaces de reconciliar el deber ser con el ser auténtico. Personas que reconozcan cuándo una norma ayuda… y cuándo estanca. Empresas que entiendan que el éxito no está en ajustarse al molde, sino en rediseñar el molde según sus valores. Y seres humanos que, al mirar atrás, no digan “hice lo que debía”, sino “fui fiel a lo que soy”.
Desde mi experiencia como fundador, he procurado siempre mantener vivo este equilibrio en cada una de nuestras iniciativas, proyectos y decisiones empresariales. Porque el cambio sostenible no se da cuando seguimos el deber ser ciegamente, sino cuando lo transformamos desde la conciencia.
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