El hecho se ha consumado. Tu relación de pareja se terminó, pero aún te duele. No era el plan. No es lo que esperabas. No te habías planteado ese rol de ex y por eso te lamentas, le echas la culpa. Deseas que le vaya mal, piensas en tu ex y te asaltan la rabia y el resentimiento. Aún te duelen los recuerdos de lo que fue tu relación, sueles pensar que nunca le perdonaras. Niegas el perdón. Sufres.
Sabemos que es difícil. Teníamos un plan de vida, una relación de pareja que de pronto se derrumbó. Alguien que debería estar a tu lado para compartir sueños se convirtió en una expareja. Ese prefijo ex te recuerda que ya no es tu pareja, que se marchó e incluso ya no estaba desde mucho antes de irse porque sus afectos se habían mudado primero. Quizá se fue el amor antes de la despedida formal.
El amor, las relaciones de pareja son como una copa de cristal frágil de la que ambos bebemos y por tanto debemos cuidarla. A veces la descuidamos y se nos rompe. Lo peor es que queremos seguir bebiendo de ella, aunque esté rota, nos hacemos daño.
Una pareja se establece para brindarse seguridad, afecto, compañía y apoyo. Al mismo tiempo puede convertirse con mucha facilidad en un escenario de agresiones, hostilidad, maltrato, abandono físico y/o psicológico.
Lidiar con la frustración de que el otro no es lo que uno esperaba puede llevarnos a sentir desde un desagrado hasta un profundo dolor que nos sumerge en la desolación y el rencor. Estos sentimientos muchas veces se visten con intenciones destructivas hacia nuestra expareja. Queremos vengarnos.
Cuando una pareja se separa hay un duelo por la pérdida. Es normal. Hay un sentimiento de vacío, un dolor por la ausencia. Si además hay heridas emocionales, si uno de los dos se siente lastimado, humillado por el otro o cuando ambos han “jugado” a lastimarse, a hacerse daño, cuando hacemos un hoyo en la autoconfianza del otro y en la nuestra, nos volvemos victimario y víctima a la vez.
Al sentirnos heridos y traicionados por nuestra expareja, si ese malestar va más allá del duelo con una mezcla de rabia y deseos de venganza o si albergamos resentimientos, necesitamos trabajar el perdón como un recurso psicológico necesario para sanar las heridas. Casullo en su libro La Capacidad para perdonar destaca el efecto salugénico del perdón.
Las definiciones psicológicas de perdonar coinciden en el efecto positivo que tiene en las personas. Los pensamientos, sentimientos y acciones hacia quien es objeto del perdón, en este caso la expareja, se tornan más constructivos y esto les beneficia física y emocionalmente.
El perdón permite disminuir las emociones negativas, transforma los pensamientos destructivos y los deseos de venganza en sentimientos más sanos. En definitiva, perdonar trae consigo un sentimiento liberador.
Perdonar no es sinónimo de reconciliación, no es continuar con una relación tóxica. Lo trascendente del perdón es que se convierte en una sutura para las heridas internas, esas heridas de las que solo nosotros tenemos conciencia. Cuando perdonas te sanas porque no permites que hechos del pasado te sigan hiriendo. Perdonar es soltar la brasa que te había estado quemando.
Recomendaciones básicas para perdonar a nuestro ex
1. Reconocer el daño y al otro (nuestro ex) en su justa dimensión.
No es recordar desde la autocompasión ni sentir al otro como malvado. Verlo en su dimensión humana, con sus debilidades. Es buscar entender las circunstancias y lo que hizo, “sus razones,” si actuó bajo presión, si estaba repitiendo esquemas familiares, si estaba enfermo (adicto, compulsivo, presa de la ira) y a partir de allí iniciar el camino de la compasión, voluntariamente.
2. La empatía.
Para superar la ira y el rencor es importante reencontrarse con los propios límites, concientizarse y darse cuenta que nosotros en el pasado también hemos hecho algún tipo de daño y hemos herido. partir de allí entender que no somos perfectos y que todas las personas somos luz y sombra. Tú puedes elegir la luz.
3. Aplicar el don altruista del perdón.
Recuerda una situación en la que tú recibiste el perdón de alguien a quien heriste. Quizás de parte de tu propio ex. A veces herimos por omisión. Todos tenemos derecho a perdonar y ser perdonados.
Comparte tu decisión de perdonar con alguien. No es buscar su aprobación, es comprometerte ante alguien y dejarle saber que has decidido dar ese paso.
4. Engancharse al perdón.
Deja que la tranquilidad vuelva a ti, céntrate en cosas que te nutren. Engancharte al perdón es saber que la vida continúa y que puedes liberarte de esa persona y sus acciones. Como ejercicio escribe una carta de perdón hacia tu ex, no importa si sientes que no es el momento para hacérsela llegar.
Recorrer el camino del perdón, aunque hayamos decidido que esa persona no estará más en nuestra vida, nos ayudará a recuperar el amor dentro de nosotros mismos. Sabrás que has perdonado si al recordarle ya no hay rabia ni dolor