estrategias para que la vuelta de vacaciones no sea un drama

¿Depresión postvacacional? El final del verano no tiene por qué ser tan malo si sigues estos consejos. Afrontarás septiembre con las energías renovadas, prometido.

Depresión postvacacional

Tristeza, apatía, falta de motivación, irascibilidad, cansancio, desorden con los horarios o dificultad para dormir… ¿te suena? Son los síntomas de lo que se conoce como depresión postvacacional. No te preocupes, con unas sencillas pautas conseguirás que septiembre se convierta en tu mes preferido.

1. Haz listas
Al igual que en enero, en septiembre adoramos las listas. Una lista llena de propósitos sobre qué deseamos tener este año en nuestra vida: nuevas actividades, aprendizajes, conocer gente, ordenar el despacho, algún arreglo o cambio en casa, visitar a un amigo que hace tiempo que no ves. Diviértete elaborando la lista de todo lo que tengas pendiente de disfrutar o que suponga un proyecto ilusionante para ti. Es una excelente arma contra la depresión postvacacional. Y no lo dejes simplemente en escrito. Una vez elaborado, planea. Planear incluye poner fecha, horarios, establecer prioridades, tomar decisiones, comunicar tus deseos y así comprometerte con la gente, informarte, en fin, actuar. Nada sucede si tú no intervienes.

2. Deshazte de lo que no necesites (con mesura)
Si la mochila pesa, vacíala. La mochila pesa por muchos motivos: tu nivel de perfeccionismo, la necesidad de quedar bien con todo el mundo, ser solícita y amable, buena madre, buen padre, no faltar a tus compromisos de deporte, amigos, etc. La mochila también pesa porque guardamos en ella más de lo que necesitamos. Vamos acumulando en casa ropa de hace cinco años por si algún día se pone de moda o me vuelven a entrar los pantalones, no tiramos regalos de boda que no nos gustan porque “nos da cosilla”, la nostalgia impide deshacernos de recuerdos de la infancia, adolescencia, de los chupetes de nuestros hijos, etc. Si no haces hueco no puede entrar lo nuevo. Decide de qué te quieres deshacer, tanto de tu forma de ser y comportarte como de la limpieza de cachivaches y ropa de casa. ¿Cuántos manteles, sábanas, toallas acumulas “por si acaso”? Elabora un plan para ir tachando de esa lista. No trates de cambiar de golpe todo aquello de lo que te quieres deshacer. Elige un cambio, y cuando seas capaz de mandar un correo sin haberlo leído diez veces y con ello empieces a trabajar con un nivel de perfección menor, pasas al siguiente. Y en casa, lo mismo. Dedica una hora el fin de semana para ordenar cajones de una cómoda. Una hora el fin de semana siguiente para otra cosa. La simple idea de pensar en todo el cambio a la vez, nos estresa e impide que empecemos con ello. Por cierto, ¿conoces el método de Miss Minimalist para poner en orden tu casa y tu vida?

3. Plantéate preguntas que impulsen un cambio
No tiene que ser un cambio del tipo “lo dejo todo y tiro la casa por la ventana” dejando así de asumir responsabilidades inevitables. Pero si empezar a cuestionarte lo que puede que te marchite con el fin de idear salidas. ¿Estoy dónde quiero estar? ¿Desempeño las funciones que quiero desempeñar? ¿Aprovecho mi ocio para ser más feliz y disfrutar? ¿Me relaciono con la gente como me gustaría? ¿Disfruto del momento? Necesitas conocerte bien para saber qué tipo de cambios dar. Una sesión con un psicólogo o coach, puede ayudarte a ver otras perspectivas, a que te plantees cosas, a que explores… A veces estamos marchitos y no sabemos por qué ni cuál es la chincheta que se nos está clavando. Y eso sí que es depresión postvacacional. Necesitas mirar dentro para descubrir nuevas vías para disfrutar más de todo. La motivación no pasa solo por aquello que puedes cambiar en el ámbito laboral, sino en el equilibrio de tu vida completa. Tu parte personal, de madre, de pareja, de hija, de amiga, de deportista, de persona…

4. Sigue practicando en septiembre algo que te haya gustado mucho en verano
Seguro que es posible. Hay actividades y momentos que asociamos con las vacaciones pero que se pueden seguir realizando durante el resto del año. Dedicar más tiempo a la lectura, al deporte, a cocinar recetas nuevas, al bricolaje, a descansar. Ahora piensas que es imposible porque sientes que los meses de trabajo transcurren a un ritmo vertiginoso. Pero lo cierto es que ocupamos parte del día con actividades de las que podríamos desprendernos: mirar mucho el móvil, la televisión, estar encima de los niños con los deberes, querer tener todo bajo control, llamadas de teléfono, chats del WhatsApp. Decide cuáles van a ser tus prioridades y dedícales el tiempo que necesitan.

5. Ten frescas las reflexiones del verano
Mientras descansamos y no hacemos nada, es cuando nuestra mente inquieta y creativa se permite el lujo de divagar y tener ideas brillantes. Ideas sobre actividades pendientes, deseos, metodología de trabajo, nuevos proyectos... Si no quieres que todo quede en saco roto, anota tus ideas brillantes aunque tengan un futuro a largo plazo. No pierdas la ilusión por todo lo que has fantaseado. No te digas comentarios del tipo “hala, a la cruda realidad, deja de soñar”. Trata de implicarte por lo menos con algo de lo fantaseado, dará un aire fresco septiembre.
Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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