Neuromarketing y Neuroventas


Las plataformas de streaming han cambiado de manera radical la forma de ver series de televisión. No hace tanto las series se sufrían semana a semana y nos acompañaban a lo largo de varios meses. El estreno de las temporadas completas de golpe ha propiciado un cambio de paradigma en el consumo.


Tener al alcance todos los episodios ha acelerado el visionado y lo que nació pensado para ser consumido ahora apenas ocupa unos días. Maratonear una serie (o de hacer binge watching, en su expresión anglosajona) ya es un hábito plenamente consolidado entre la población, tal y como se desprende del último barómetro de GECA. El 67,60% de los encuestados dicen que prefiere empezar a ver la serie una vez están disponibles todos los capítulos.
¿Por qué nos gusta pegarnos un maratón de series?

Varios factores explican esta tendencia al visionado compulsivo. Uno de ellos es la comodidad. El binge es más cómodo para el usuario porque permite eludir la rigidez de la parrilla, adaptándose mejor a su estilo de vida y ofreciendo control sobre los horarios y sobre el número de horas que se le quiere dedicar a esa actividad. El maratón también es una práctica que permite mitigar el aburrimiento o la ansiedad.

La inmersión en la historia que propician sesiones de visionado tan intensas es una forma de escapar temporalmente de las obligaciones del mundo que nos rodea, poniendo la rutina en pausa mientras se disfruta de una actividad que no requiere esfuerzo, ya que la mente entra en una suerte de piloto automático.

El FOMO (acrónimo de la expresión en inglés fear of missing out) es otro de los motivos que impulsan los maratones. El miedo a quedarse fuera de las conversaciones de las series que están de moda genera una sensación de urgencia por ver el contenido lo antes posible. Los maratones, en última instancia, alimentan una sensación de camaradería con el resto de personas que están viendo el mismo programa. La comunidad que se genera gracias al intercambio de impresiones y a las conversaciones que impulsan programas muy populares refuerzan la sensación de no estar solo y de estar viviendo el momento presente.

Existe, por último, una cuestión biológica que predispone a hacer maratones de contenidos: generan una sensación muy placentera. La responsable es la dopamina, un potente neurotransmisor que usan las neuronas para comunicarse entre ellas, al que se asocian sensaciones agradables. Varios estudios constatan que, cuando vemos series de manera compulsiva, nuestro cerebro genera grandes cantidades de dopamina e induce una suerte de colocón similar al que provocan las drogas. Por este motivo cada vez terminas un episodio y tu plataforma te pregunta si quieres ver el siguiente la tendencia natural es a hacer clic en «reproducir». La dopamina le está diciendo a tu cerebro: «¡¡Esto está bueno!! ¡¡Sigue haciéndolo!!».

En casos extremos podría hablarse de adicción. Investigaciones académicas recientes han descubierto que el número de horas que dedicamos a maratonear aumenta a medida que pasa el tiempo porque cerebro desarrolla tolerancia a las descargas de dopamina. Y, para obtener el mismo resultado que antes, necesita más horas de binge.
Los efectos secundarios

Pegarse un atracón de series, aunque satisfactorio a ciertos niveles, puede afectar de forma negativa a nuestra salud general. Estas son algunos de ellos:

Dormimos peor

Según un estudio publicado por el Journal of Clinical Sleep Medicine, la mala calidad del sueño, el cansancio crónico o el insomnio son algunas de las patologías más comunes entre la gente que se pega maratones de series.

Además del tiempo que, de forma voluntaria, le robamos al sueño para ver un episodio más, están los efectos derivados del uso de pantallas electrónicas. Emiten luz de amplio espectro, incluyendo luz azul, y pueden retrasar la liberación de melatonina, lo que mantiene el estado de vigilia. La luz azul también puede llegar a reprogramar y retrasar tus ritmos circadianos de sueño, el proceso natural relacionado con la luz que le dice a tu cuerpo que hay que dormir por la noche y estar despierto durante el día.

Fomenta el empeoramiento de nuestra condición física

Existen múltiples estudios e investigaciones que han permitido establecer una relación directa entre el consumo compulsivo de series y estilos de vida poco saludables, como el sedentarismo y la mala alimentación. La combinación de ambos factores durante períodos de tiempo prolongados puede aumentar el riesgo de padecer algunas de las patologías vinculadas al síndrome metabólico, como enfermedades coronarias, diabetes o demencia, entre otros.

Nos aísla

Son muchas las personas que buscan en el binge esa evasión de la rutina diaria. Llevado al extremo, la desconexión y la pérdida de la noción del tiempo puede tener un impacto sobre nuestras relaciones interpersonales e, incluso, alterar la percepción de uno mismo. Al tratarse de una actividad que se suele realizar en solitario, puede conducir estados de disociación que nos llevan a percibir la vida de la pantalla más atractiva que la nuestra propia. Además, varios estudios aseguran que maratonear puede elevar la probabilidad de padecer depresión, y otros trastornos de la conducta.

Puede alterar nuestra manera de pensar

Las series juegan a conectarnos con los personajes que vemos en pantalla pero, llevado al extremo, puede alterar nuestra opinión sobre las cosas. La empatía, esa capacidad de identificar emociones ajenas, puede desencadenar estados más profundos, como la denominada empatía cognitiva. Este término alude al fenómeno por el que el espectador adopta la perspectiva psicológica de la persona que ve en pantalla, alterando su propia visión de las cosas.

Afecta a nuestra memoria

Los atracones de series tienen efectos significativos sobre nuestra memoria, lo que explica que nos cueste más recordar la serie que maratoneamos que la que vimos semana a semana. Esto se debe a que afectan a los dos procesos que permiten consolidar un recuerdo. De un lado, impide que codifiquemos la información de manera adecuada, relacionándola con información que ya tenemos en nuestra cabeza, para que el recuerdo sea fuerte. De otro, la compresión del visionado sustenta los recuerdos en la memoria a corto plazo, mucho peor a la hora de perdurar en el tiempo.
Algunos remedios

No hace falta que te des de baja en las plataformas para evitar las consecuencias indeseables del maratón. Basta con poner en práctica algunos consejos para que ver series sea un poco más saludable:

Para de vez en cuando. Basta con romper el bucle de encadenar episodios cada cierto tiempo, levantarse del sofá y estirar las piernas. También puedes buscar contextos en los que el maratón pueda simultanearse con otras actividades que te hagan estar más activo, como cocinar, doblar la colada, pedalear en la cinta… la lista es amplia.
Busca el equilibrio entre el contenido que maratoneas y el que reservas para ver a un ritmo más pausado. Si ver un episodio a la semana te parece demasiado, limítate a ver uno al día.
Diversifica. Ver varias series a la vez permite romper esa tendencia al maratón y a disfrutar de la diversidad de registros narrativos.
Interrumpe el maratón al menos una hora antes de irte a la cama para preservar la calidad de tu sueño.
Si puedes, convierte el maratón en un acto social. Invita a amigos y comenta lo que estás viendo.
De vez en cuando, desconecta la pantalla y reconecta con el mundo real.

Neuromarketing: Todo lo que necesitas saber sobre la memoria emocional

Según el artículo de L. Ruiz, muchas personas creen que la memoria tiene que ver únicamente con las cosas que nos suceden. Con los recuerdos en sí, con las vivencias. Pero la memoria va mucho más allá de esto, y es que engloba también las respuestas fisiológicas y emocionales asociadas a las vivencias, a los recuerdos. Y de eso trata la memoria emocional que explicaremos en este artículo.

Sabemos que los recuerdos están impregnados de muchos detalles: del momento o la situación en cuestión, de las sensaciones asociadas, de lo que sentimos en ese momento, y hasta de lo que pensamos. Los recuerdos están bañados de todos estos elementos, y la emoción no se puede disgregar de ellos.

Conoce cómo se interrelacionan emoción y memoria a través de este tipo de memoria.
Memoria y emoción: ¿cómo se relacionan?


Todo aquello que vivimos de forma intensa, es decir, las vivencias con una gran carga emocional, se recuerdan mucho más que las vivencias que no nos hicieron sentir nada. Y es que la memoria está intrínsecamente unida a la emoción; a mayor emoción, mayor recuerdo. Esto sucede tanto con las emociones positivas como con las negativas (siempre y cuando sean intensas).

Además, otra causa que explicaría por qué recordamos más las vivencias emocionales, es porque tendemos a recordarlas con más frecuencia, lo que hace que los circuitos cerebrales encargados de hacer perdurar ese recuerdo, se refuercen. Es decir, cuanto más recordamos un hecho, más se refuerza ese recuerdo en la memoria (y más accesible es para nosotros).
¿Qué es la memoria emocional?

La memoria emocional tiene mucho que ver con lo que hemos comentado sobre memoria y emoción. Consiste en el aprendizaje, almacenamiento y recuerdo de los eventos asociados con sus respuestas fisiológicas y emocionales. Es decir, en la memoria emocional se suman: el evento en cuestión, la emoción sentida durante ese momento y cómo respondió nuestro cuerpo a nivel fisiológico.
Perdura aunque olvidemos el evento: un ejemplo

La memoria emocional es un tipo de memoria muy característica porque puede perdurar aunque olvidemos el evento en cuestión. Para entender mejor esto, pensemos en un ejemplo: la adquisición de una fobia. Imaginemos que un día, de muy pequeños, nos muerde un perro y nos hace daño, y vivimos ese evento como algo realmente traumático; a raíz de ahí, desarrollamos una fobia a los perros.

Puede suceder que, con los años, nos hayamos olvidado del evento en cuestión, porque éramos muy pequeños cuando tuvo lugar, pero que sin embargo, la fobia siga ahí. ¿Por qué? Porque la memoria emocional puede perdurar aun cuando olvidamos los hechos en cuestión.

Así, en el ejemplo de la fobia, puede que ya no recordemos qué sucedió ese día (o que hayamos olvidado muchos detalles del evento), pero nuestro cuerpo sí lo recuerda. Aunque no de forma consciente, el organismo sí recuerda las sensaciones fisiológicas asociadas a ese momento de la mordida (respiración agitada, malestar, ansiedad, sudoración, dolor, etc.). Y esto es lo que hace que la fobia se mantenga, aunque ya hayamos olvidado el hecho traumático a nivel más explícito.
Recordar lo que pasó, recordar lo que sentimos

La memoria emocional tiene otros significados más allá del explicado; por ejemplo, Konstantin Stanislavski, célebre pedagogo, le dio el nombre de memoria afectiva a una técnica de interpretación que consiste en recordar eventos para evocar determinadas emociones en la persona.

Así, cuando recordamos ciertos eventos, también solemos recordar aquello que esos eventos nos hicieron sentir (sobre todo si esas emociones fueron intensas). Y a la inversa; recordar o experimentar ciertas emociones nos traslada, casi inevitablemente, a recuerdos donde aquella emoción era la preponderante.

Por ello, algunas teorías psicológicas afirman que, cuando una persona tiene depresión, tiende a recordar más los eventos negativos y tristes de su vida (y esos recuerdos retroalimentarían esa depresión).
Memoria emocional: ¿qué recordamos exactamente?

Pero, ¿por qué recordamos con más facilidad aquellas cosas que nos han impactado emocionalmente? ¿Qué es lo que recordamos realmente? Se ha planteado la posibilidad de que, en realidad, lo que recordemos sea ese estado fisiológico en el que nos encontrábamos cuando tuvimos la vivencia.

Y de eso trata la memoria emocional: de «recordar» cómo se activó el cuerpo y la emoción que sentimos. Se trata de una memoria implícita, en tanto que, a través de ella, no recordamos el evento en sí (de eso tratan otros tipos de memoria, como la memoria autobiográfica), sino más bien las respuestas que se activaron en nuestro organismo con él.
Y tú, ¿qué recuerdas de tu vida?

Como hemos visto, la memoria emocional tiene que ver con todo aquello que sentimos durante determinadas experiencias, y podemos olvidar esas vivencias pero el recuerdo de esa emoción perdura. Si te preguntáramos a ti, haciendo un pequeño balance de tu vida, ¿cuáles son tus recuerdos más vívidos? ¿Qué dirías?

¿Son recuerdos emocionales o situaciones que no te hicieron sentir «nada»? ¿Crees que se puede recordar muy bien algo que no nos ha hecho sentir una emoción? Probablemente no, porque ese recuerdo nunca dejó huella ni en nuestro cerebro, ni en nuestra alma.

Neuromarketing: Racionales y reflexivos : así consumen los adolescentes


Los consumidores más jóvenes están a expensas de múltiples prejuicios y uno de los más lacerantes es quizás aquel de que, confrontados con los medios y las marcas, su actitud es más bien negligente. Se acusa a menudo a los adolescentes de no examinar con lupa la manera en que las medios y las marcas satisfacen sus propias necesidades y de no mirar más allá siempre y cuando sean agasajados con una experiencia más o menos satisfactoria. Sin embargo, un reciente estudio de GroupM llevado a cabo en Alemania entre adolescentes de 13 y 17 años desmiente este prejuicio y revela que los más jóvenes afrontan el consumo de manera más reflexiva de lo que puede parecer a priori.

Los adolescentes son no por lo pronto presa fácil de las «fake news». El 78% dice no confiar en todo el contenido que se publica en la red de redes. Y el 67% reflexiona sobre la huella que deja en la redes sociales y los efectos que pueden tener allí sus publicaciones a fin de publicar única y exclusivamente contenido bien meditado.

Más de la mitad de los jóvenes de entre 13 y 17 años (el 51%) considera asimismo el «bullying» como un problema serio que es motivo, por ende, de zozobra.

A la hora de comprar los adolescentes se muestran igualmente reflexivos y el 63% toma solo sus decisiones de compra tras una exhaustiva investigación. De hecho, el 42% asegura que no incurre en las denominadas compras espontáneas.
Las (meditadísimas) decisiones de consumo de los adolescentes son ajenas a la irreflexión

El 42% de los adolescentes tiene asimismo en mente la sostenibilidad a la hora de comprar (en particular en el ramo de la moda).

En su relación con las marcas los más jóvenes, como los adultos, no quitan ojo a los valores de los que hacen gala las empresas. La transparencia y la autenticidad son las principales prioridades de los adolescentes a la hora de decantarse por una y otra marca.

Las marcas que más tilín hacen a los adolescentes en el sector de la moda y «lifestyle» son Nike (26%) y adidas (23%). Y en el ramo de la electrónica de consumo los jóvenes de entre 13 y 17 años ponen ojitos a Apple (6%), Samsung (6%) y PlayStation (3%).

Por otra parte, a fin de conectar con los adolescentes las marcas pueden definitivamente confiar en el buen hacer de la publicidad. El 62% de los adolescentes no se opone a la publicidad si ésta entronca realmente con sus intereses. En este sentido, esta generación no es tan inalcanzable como se la presupone (si bien muchos jóvenes se desenvuelven sobre todo y ante todo en canales ajenos a los anuncios).

Sí es cierto, no obstante, que a la hora de tomar sus decisiones de compra los adolescentes no se dejan guiar tanto por la publicidad como les gustaría a las marcas. La mayoría prefiere tomar sus decisiones utilizando a sus amigos (87%) y a sus familiares (85%) a modo de faro.

Menor es, en cambio, la influencia de las redes sociales (33%), los docentes (35%), los medios de comunicación (26%) y los famosos (11%) en las decisiones que tienen a bien tomar los jóvenes de entre 13 y 17 años.

Referencia: Marketing Directo

Neuromarketing: Los sentidos y como usarlo en los productos

El neuromarketing está basado en la neurociencia y la neuropsicología, y estudia la forma en la que el cerebro responde a los estímulos, por ejemplo, de los mensajes publicitarios. Un tema muy interesante del que hoy nos ha hablado la profesora de marketing de ESIC Sevilla, Rosa Martínez Mena.


El neuromarketing, tal y como lo define Martínez Mena, es la aplicación de las técnicas de la neurociencia a la investigación de marketing, lo que permite conseguir respuestas directamente de la actividad cerebral de los sujetos participantes en cualquier estudio: “Se puede, de esta manera, analizar plano a plano la reacción de las personas ante un spot publicitario, y así poder añadir o retirar secuencias en función de lo que convenga”.

En la mayoría de los casos se ha comprobado que, ante un estímulo, el peso de la emocionalidad es superior al de la racionalidad en la reacción, “como en la elección de esa marca de refresco que tanto nos gusta comprar, que puede tener más que ver más con los factores inconscientes y emocionales de nuestro cerebro que con otros elementos más racionales”.

El neuromarketing se utiliza en multitud de sectores, y uno de los que más destaca, además del de la publicidad, es el de la alimentación de gran consumo. Hay algunas técnicas bastantes conocidas, detalla la profesora: “Los productos de las estanterías que más interesa vender están al alcance de nuestra vista y de nuestras manos. Y son los que más se venden. Aquellos que no interesa vender o promocionar son los que están colocados en la parte más baja”.

Las palabras “gratis”, “oferta”, “descuentos”, “liquidación” o “rebajas” son un imán para el cerebro del consumidor. El ejemplo del precio de 9,99€ es casi lo mismo que 10€, pero nuestro cerebro percibe el 9,99€ mucho más barato por un simple céntimo de euro. Son numerosos los casos en este sentido que utilizan los precios para vender más.

Otra técnica es la del aire acondicionado. Sabemos que el ser humano se mueve cómodamente a una temperatura de 22-23 grados. Cuando hace más frío o más calor nos encontramos más incómodos y compramos menos.

El marketing experiencial o sensorial también es muy importante para el neuromarketing, como el olfativo: ¿quién no ha caído rendido al olor de pan recién hecho al pasar por delante de una panadería?

La música -neuromarketing auditivo– también es una técnica destacada en la respuesta del cerebro a los impulsos de compra. Una melodía suave nos invita a relajarnos y recrearnos. En cambio, una música con más ritmo hace que el proceso de compra sea más rápido.

El branding y el empaquetado son también técnicas que ayudan a las marcas a posicionarse mejor en el mercado, comunicar su identidad y lograr así una ventaja competitiva con mensajes publicitarios que impactan positivamente en la mente del consumidor.

Todas y cada una de las técnicas utilizadas (un anuncio, un envase, un producto promocional, el diseño, el olor, la música, el precio, las formas…) están perfectamente analizadas por las herramientas de neuromarketing –al fin y al cabo, no deja de ser una investigación de mercados para observar cómo reacciona el cliente– con el objetivo único de seducir al consumidor para vender más.

Referencia: cadenaser

Manuel Quiñones estratega digital y conferencista internacional en ventas, lanza su nuevo libro 50 Tips de Ventas para cerrar más negocios


Vender es cambiar la realidad de los clientes a través de las emociones, haciendo que los clientes compren en lo que creen, confían e inspiran.

“Nuestras historias cuentan qué usamos, cómo lo usamos y a veces por qué lo usamos. Los clientes de hoy no compran lo que uno o su producto o servicio hace; compran el por qué lo hace, es decir, en lo que usted cree”, es la premisa con la cual Manuel Quiñones, invita a adquirir su libro para lograr cerrar más y mejores negocios.

Este libro recoge las mejores técnicas, estrategias, secretos y consejos de ventas que cubren la amplitud del ciclo de ventas, sin un orden específico, el cual pretenden alentar la continua transformación de la forma de vender para ayudar a empresas y personas a cerrar más negocios.

A través de diferentes vivencias de más de 20 años, el Dr Manuel Quiñones, conferencista internacional en neuromarketing y neuroventas, profesor internacional y consultor empresarial con una amplia y reconocida experiencia en el manejo proyección y desarrollo del departamento comercial y de mercadeo, ha podido recolectar a nivel mundial, donde a través de muchos ensayos y errores, perfeccionó con el tiempo, las mejores habilidades, estrategias y herramientas en persuasión, lenguaje corporal, tonalidad y venta profesional, compartidos en diferentes publicaciones, libros, conferencias corporativas y clases magistrales, en donde más de 25.000 personas se han beneficiado tras aplicar los diferentes métodos de ventas enseñados.

50 Tips de Ventas para cerrar más negocios, es una formidable herramienta de ventas, enfocado a personas con cualquier tipo de formación que desean conocer los principios básicos para poder venderse a sí mismas o cualquier producto o servicio, profesionales que deseen reorientar su carrera profesional o que se encuentren en la búsqueda de nuevas oportunidades laborales y que quieran destacar en sus entrevistas de trabajo aprendiendo a venderse a sí mismos, recién egresados o a punto de estarlo con ganas de emprender o de presentar a inversionistas proyectos productivos, emprendedores y freelancers que deseen posicionarse como la mejor alternativa para sus clientes dentro de su sector y todos aquellos que ya están trabajando por su cuenta, pero necesitan ordenar sus ideas y optimizar sus recursos, en diferentes aspectos como:
Identificar al cliente ideal (Buyer persona).
Crear una fuerte y diferenciada oferta de valor para los clientes.
Establecer objetivos concretos y sobre todo medibles.
Entender a los clientes, administrar el tiempo y establecer la realidad compartida con los clientes.
Cómo utilizar la prueba social.
Establecer un adecuado plan de acción de ventas.
Aprender a comunicarse con prospectos para convertirlos en clientes.
Tácticas y estrategias online para tener en cuenta a la hora de optimizar el embudo de ventas.

Neuromarketing: Todo lo que necesitas saber sobre el «cerebro pandémico»

Según el artículo publicado por J. Cueto, es muy probable que en el último año y medio hayas sentido algo parecido ante cualquier actividad.

Si es así, no te preocupes. Muchos lo comparten. Tenemos cerebro pandémico.

No se trata de un término clínico, pero es así cómo algunos científicos denominan a la serie de dolencias que está sufriendo nuestro cerebro a raíz de la pandemia.

El estrés crónico y los largos ratos de confinamiento no solo han afectado nuestra capacidad de memoria y concentración.

Hay expertos que creen que también es posible que hayan reducido en tamaño algunas zonas de nuestro cerebro.

Pero, ¿nos quedaremos así para siempre?
Estrés prolongado

Los especialistas coinciden en que el principal responsable de los cambios en nuestra cabeza es la larga exposición al estrés durante tanto tiempo, el estrés crónico.

«Hay niveles de estrés ‘buenos’. Si necesitas culminar una tarea en un tiempo ajustado, una vez lo haces el estrés se va. Se acaba todo», ejemplifica Michael Yassa, neurólogo del Centro de Neurobiología del Aprendizaje y la Memoria en California.

«Pero cuando el fin no está la vista y el estrés continúa por una sesión prolongada, entonces se vuelve problemático», le explica Yassa a BBC Mundo.

Es lo que nos está sucediendo con la pandemia. Vivimos un estado dilatado de espera, de confinamientos y relajaciones, restricciones y medidas sin saber cuándo recuperaremos lo que ahora llamamos normalidad.

El estrés prolongado libera cortisol, y si tienes problemas continuos con esta hormona, puede llegar a afectar el volumen de algunas zonas del cerebro.

La neuropsicóloga Barbara Sahakian, de la Universidad de Cambridge en Reino Unido, ha estado analizando los efectos del distanciamiento social y la ansiedad por la pandemia en nuestra masa cerebral.

«A través de escáneres a personas socialmente aisladas hemos detectado cambios en el volumen de las regiones temporales, frontales, occipitales y subcorticales, así también como en el hipocampo y la amígdala», le dice Sahakian a BBC Mundo.

«Ya en el pasado, altos y prolongados niveles de cortisol han sido asociados con disrupciones del humor y la reducción del hipocampo. Esto se observa sobre todo en pacientes con depresión», añade.

En 2018, por ejemplo, un estudio publicado en la revista Neurology de la Academia Estadounidense de Neurología demostró que un alto nivel de cortisol en pacientes se asoció con una peor memoria y percepción visual, así como con volúmenes más bajos de materia gris total, occipital y lobar frontal.

Y esos cambios de volumen como los detectados por Sahakian pueden incidir directamente en las actividades que realizamos a diario.

«Ese conjunto de dolencias que afectan a la salud mental y nos generan depresión y ansiedad, es lo que coloquialmente estamos llamando cerebro pandémico», apunta Yassa.
¿Cómo nos afecta el cerebro pandémico en el día a día?

La doctora Sahakian pone un ejemplo muy común.

«Aparcas tu auto en un estacionamiento público de múltiples niveles de un centro comercial. Regresas después de varias horas. Por un momento te pierdes y no recuerdas dónde dejaste tu auto. Pues bien, el hipocampo es la zona del cerebro responsable de aplicar esa memoria, precisamente una de las zonas más afectadas por los efectos de la pandemia».

El hipocampo también está involucrado en los procesos de aprendizaje. Además, es una zona que normalmente se deteriora con la edad.

«Es por ello que los ancianos pueden ser más vulnerables, aunque también hemos detectado que los niños pueden experimentar retrasos en su desarrollo social y del lenguaje», argumenta Sahakian.

Pero los efectos del llamado cerebro pandémico van mucho más allá de una afectación leve de la memoria o un retroceso de la capacidad de aprendizaje.

Son muchos los receptores que son sensibles al cortisol, así que varias redes neuronales quedan afectadas, notándose en nuestros posibles cambios de humor frecuentes, sentimientos de miedo o la incapacidad para concentrarnos, realizar varias tareas a la vez o tomar decisiones sin titubear.

Esto se debe a su impacto en el sistema límbico y la amígdala, esta última encargada de hacernos sentir emociones.

«Muchos pacientes describen un sentimiento de «neblina mental» y se quejan de que ya no toman decisiones de la misma forma que lo hacían antes», explica Yassa.

Por supuesto, esta carga psicológica también viene acompañada de irremediables consecuencias fisiológicas.

«La depresión y la ansiedad nos afectan el sueño, cambian el apetito y producen fatiga», añade el neurólogo.
No afecta a todos por igual

Como en todo, el cerebro pandémico lastra más a unos que otros. En esto entra en juego la resiliencia individual y el nivel de estrés al que estemos sometido.

No sufren lo mismo quienes han padecido el aislamiento social que aquellos que perdieron un familiar o conocido, se quedaron desempleados o estuvieron infectados.

En estos casos, además del estrés crónico, también puede aparecer el estrés postraumático, incrementando la inestabilidad de la salud mental, la depresión, el dolor y la ansiedad.

«Algunos hemos mostrado más resiliencia y creamos estrategias durante los confinamientos para mantenernos sanos, como seguir una rutina de ejercicio físico, pero para los más afectados este tipo de actividades puede ser más difícil de seguir», diferencia Sahakian.

«La autogestión del estrés es algo personal que no todos logramos de la misma manera. Todos hemos tenido estrés en nuestra vida. Si logramos superarlo, este estrés hasta puede ser bueno en cierto punto» añade.
¿Es posible recuperarse?

El doctor Yassa quiere pensar que sí es posible superar los cambios sufridos, pero reconoce que no será de la noche a la mañana y que tomará tiempo.

«La gente se sobrepone a desastres naturales o la pérdida de seres queridos, así que de esto también deberíamos superarlo. Pero primero debe desaparecer la causa», aclara.

«Según se vayan recuperando las libertades y la gente retome el contacto social, todos mejoraremos», amplía Sahakian.

Mientras esperamos por la vuelta a la normalidad, los expertos igualmente aconsejan aplicar técnicas para traer de vuelta nuestras funciones cognitivas.

«Debemos retarnos con juegos de memoria para recuperarla, así también como ponernos a aprender cosas nuevas», recomienda la doctora.

Yassa opina que debemos enfocarnos en crear una especie de armonía de ritmos.

«Levantarnos a la misma hora, comer regularmente y hacer ejercicio físico da mejores oportunidades al cerebro para recuperarse«.

Pero si bien estas actividades pueden ser suficientes para muchos, Sahakian reconoce que algunos podemos necesitar la ayuda de profesionales.


El vendedor online en tiempos de teletrabajo

La pandemia y los constantes confinamientos y cuarentenas a nivel mundial están obligando a la mayoría de las empresas a cambiar su forma de trabajo.





Gracias por seguirme y por compartir la información con quienes creas que la necesitan.
Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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