El país aún tiene un largo camino por recorrer para convertir el trabajo y la educación online en alternativas viables, que se puedan implementar permanentemente y de forma masiva una vez se hayan dejado atrás las actuales condiciones adversas.
Las adversidades traen consigo oportunidades de adaptación al cambio para hacer frente a las nuevas realidades del entorno. Esto se ha visto claramente en los últimos meses con la contingencia de salud, que ha afectado a la economía mundial, y ha llevado a que se afiancen las metodologías no presenciales de trabajo y educación, al punto de que se contemple extender estas modalidades más allá de lo ocurrido.
Microsoft, Google y Facebook son algunos de los gigantes corporativos que, ante la coyuntura, le han apostado al desarrollo del teletrabajo. La situación sirvió para comprobar que para muchos trabajadores de estas empresas no es necesario acudir a las oficinas para desempeñar adecuadamente sus labores. En el campo educativo, grandes sistemas escolares, como el de la ciudad de New York (con más de 1,1 millones de estudiantes) han puesto en marcha iniciativas en formación virtual, a pesar de las dificultades que conlleva la adopción de estas.
Con miras a consolidar y hacer permanente el uso de estas modalidades, Colombia debe adaptar su infraestructura digital. La capacidad de banda ancha del país juega un papel protagónico para el adecuado desarrollo de la educación y el trabajo a distancia. Según datos del Banco Mundial, el 64,1 % de la población nacional usa internet (2018), y las suscripciones a banda ancha llegan casi a los 7 millones (2019).
Estos datos dejan ver que a pesar de que el país ha hecho avances en conectividad digital, aún tiene espacio para crecer, especialmente en las zonas rurales y regiones económicamente más atrasadas. De consolidarse este incremento, se podrían impulsar, a su vez, otras áreas que dependen del desarrollo previo del internet y la banda ancha, como el comercio electrónico, los servicios de ciberseguridad y otros componentes del ecosistema digital; lo que puede favorecer la proliferación de empleos en estos campos.
Teletrabajo en el mundo y algunos de sus efectos
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo (Eurofound) dieron a conocer un informe en 2019 en el cual se exponen los hallazgos encontrados, en materia de teletrabajo, en 15 países. Se observó que las naciones que cuentan con un mayor porcentaje de esta modalidad laboral son Finlandia, Japón, Holanda, Suecia y Estados Unidos.
En general, la incidencia del teletrabajo varía sustancialmente del 2 % al 40 % de empleados, dependiendo del país, la ocupación, el sector y la frecuencia con la que usan dicha modalidad.
En una gran parte de los países, la mayoría de los trabajadores realiza teletrabajo de forma ocasional y no, precisamente, de manera habitual. Adicionalmente, es más común entre profesionales y directivos.
Respecto de los efectos positivos del teletrabajo, las personas refirieron una reducción de los tiempos de desplazamiento, un aumento de la autonomía en cuanto al tiempo -lo que permite mayor flexibilidad de su organización-, una mejora de la conciliación entre la vida laboral y personal, y un incremento de la productividad. Por otro lado, se encontró que las principales desventajas son la tendencia a laborar más horas y la superposición entre el trabajo remunerado y la vida personal como consecuencia de la intensificación del mismo.
Esto podría llevar a la disminución de la calidad de las condiciones laborales. En Colombia se tiene estipulado que la jornada ordinaria máxima de trabajo es de 48 horas semanales de lunes a sábado; pero, según un estudio de la OCDE de 2018, en el país el 28,1 % de los trabajadores labora más de 50 horas a la semana, algo que puede, entonces, generar repercusiones en el equilibrio de la vida familiar y personal, minando con ello una parte de los beneficios que aporta esta modalidad.
El teletrabajo está lejos de ser una modalidad informal carente de regulación en Colombia, pues la Ley 1221 de 2008 estipula un marco normativo claro. Dicha legislación lo define como “una forma de organización laboral, que consiste en el desempeño de actividades remuneradas o la prestación de servicios a terceros utilizando como soporte las tecnologías de la información y las comunicaciones”.
Además, clasifica a los teletrabajadores en autónomos, móviles y suplementarios. Los autónomos son los que utilizan su propio domicilio o un lugar escogido para desarrollar su actividad profesional, los móviles son los que no tienen un lugar de trabajo establecido, mientras que los suplementarios son aquellos que laboran dos o tres días a la semana en su casa y el resto del tiempo lo hacen en una oficina.
De acuerdo con datos del MinTIC, a julio de 2018 el número de teletrabajadores en el país se había incrementado en más de 385 % respecto al 2012, pasando de 31.500 a más de 122.000. La entidad también resaltó a algunas empresas que han implementado esta modalidad, como Bancolombia, Bayer, Google, el Fondo Nacional del Ahorro, la Alcaldía Mayor de Bogotá, el Acueducto de Bogotá, Avianca y Compensar.
Una de las principales dificultades que tiene la implementación del trabajo no presencial es el alto nivel de informalidad en Colombia, dado que 5,7 millones de ciudadanos laboran de esta forma (el 47,7% del total de ocupados en enero de 2020). Así pues, a pesar de que se logre una mayor penetración de conexiones de internet banda ancha, se hace más difícil la masificación del teletrabajo, debido a que muchas personas no ocupan cargos en los cuales tengan esta opción, debido a la naturaleza de los mismos.
Educación no presencial, un cambio acelerado
La educación no presencial vive una rápida transformación y masificación, la cual, al parecer, llegó para quedarse. Según Online Business School, se espera que el mercado del aprendizaje a través de medios electrónicos tenga un aumento anual del 7,6 % al 9,6 % durante el 2020 y posteriormente se mantenga en constante crecimiento.
Esta modalidad ha tenido un incremento acelerado y sostenido de matriculados en los últimos años en Colombia. Para 2018 representaron poco más de 200.000 estudiantes y en 2019 superó los 250.000 en todas las ciudades del país. En la última década, según el MEN, creció en número de alumnos un 1.195 % y la tasa de graduación de profesionales que eligieron la virtualidad aumentó un 169 %.
Pero a pesar de los avances, es de esperarse que en Colombia el crecimiento no se consolide de la misma manera que en naciones con mejor desarrollo y capacidad instalada, dado que la realidad del país muestra una gran disparidad en el acceso a la tecnología en diversas zonas y grupos socioeconómicos. De acuerdo con el Laboratorio de Economía de la Educación de la Pontificia Universidad Javeriana, el 96 % de los municipios del territorio no podrían implementar lecciones virtuales en colegios oficiales.
Esto puede ser un problema que agrave aún más la brecha de calidad y oportunidades educativas, ya que cerca de 23,8 millones de colombianos (ubicados en su mayoría en zonas apartadas del país y pertenecientes a los estratos 1 y 2) no cuentan con acceso a internet para poder realizar clases virtuales.
En estas circunstancias, la educación online podría ahondar la brecha de calidad y acceso, por lo que se hace necesario implementar políticas públicas para la masificación del internet en regiones atrasadas y sectores vulnerables, y ayudar a que más estudiantes encuentren en la virtualidad una opción alcanzable para desarrollar sus procesos de aprendizaje.