La estadística nos indica que son pocas las veces que conservamos amigos desde la infancia hasta la edad adulta. Y, a menudo, solemos instalarnos en la queja, el criticismo o la exigencia. Pero, empecemos por el principio. ¿Sabemos nosotros ser buenos amigos?
Hoy celebramos el día internacional de la amistad. Y seguro que, si te lo preguntan, dirás que tienes un montón de amigos. Pero, ¿a quién podemos considerar “amigo”? ¿Son, los que hoy forman parte de tu vida, los que estaban hace cinco años? ¿Hace diez años? ¿Y veinte? Pero, sobre todo, ¿cómo valoramos si alguien cercano entra dentro de la categoría de “amigo”?
Los expertos aseguran que, como cualquier relación social, las amistades evolucionan con el tiempo, puesto que tampoco nosotros somos siempre los mismos. La madurez, la acumulación de experiencias, las exigencias diarias, los trabajos, los hijos, y un montón de circunstancias que no siempre dependen de nosotros van modulándonos y van haciéndonos crecer, a la vez que acercándonos y alejándonos de antiguas amistades. Y, aunque a veces nos cueste de asumir, es lo más natural y lo más saludable. Aceptar que las personas deben entrar y deben salir de nuestras vidas sin que ello suponga una hecatombe es primordial para dejar espacio para nuevas relaciones que nos nutran más y estén más acorde a nuestro momento vital, a nuestros nuevos intereses o a nuestras nuevas inquietudes. Lo cual tampoco es incompatible con el cuidado y la dedicación que deberíamos tener a los pocos y buenos amigos que conscientemente decidimos mantener cerca en nuestras vidas por largo tiempo.
Estos días hemos sabido que un estudio de la Universidad finlandesa de Aalto y de la Universidad de Oxford del Reino Unido desvela que los 25 años es la edad en la que tendemos a llegar al número máximo de conexiones sociales. Lo cual significa que, con el paso de los años, la cantidad de amigos que tengamos a nuestro alrededor irá disminuyendo considerablemente. En palabras del sociólogo Francesc Núñez, con el tiempo, los criterios de selección y la capacidad de crear vínculos afectivos se hace más restrictiva ya que, “cuando eres joven, no has definido tu vida, ni tus gustos, ni los criterios de elección. Pero a medida que te haces mayor, te vas definiendo, y puesto que la amistad normalmente funciona entre iguales, cada vez son menos los “iguales” que te encuentras en el mundo”.
¿Eso significa que hacer nuevos amigos es imposible a partir de los 30? Probablemente no. Lo que nos sugieren los sociólogos y expertos en emociones es que cultivemos nuestras amistades, por un lado, y que no caigamos en la tentación de encerrarnos dentro de nosotros mismos a medida que pasen los años y aumenten las obligaciones y se reduzca el tiempo destinado al ocio. De hecho, ya se ha demostrado en distintos estudios el poder increíble que tienen las relaciones sociales en nuestra calidad de vida, en nuestra felicidad y en nuestra salud general. Y sino, que se lo pregunten a los habitantes de la isla japonesa de Okinawa, que cuenta con el número de centenarios más elevado del planeta y que destacan por cultivar y mimar relaciones humanas sanas, estrechas y duraderas.
¿Qué significa ser un buen amigo? Tal vez tenga que ver con ser receptivo y saber escuchar antes que hablar, ser tolerante, saber compartir, saber confiar y entender que los amigos no deben sentir ni pensar igual. Tal vez tenga que ver con no esperar y con no exigir, sino en centrarnos en la aceptación, en la gratitud y en la generosidad. Y, aunque todo ello parezca sentido común, muy a menudo olvidamos estas bases que deberían centrar nuestras relaciones adultas si queremos que sean horizontales y enriquecedoras.