Meditar no es sinónimo de dejar de pensar sino buscar tiempo para reflexionar y valorar en profundidad nuestro presente.
Cuando se habla de meditación solemos imaginar una persona sentada en el suelo con una inmensa paz y con la mente totalmente en blanco, y a ninguno de nosotros se nos escapa que, en nuestro día a día y con los niveles de estrés a los que estamos expuestos, lograr esa inmensa paz sentados en el suelo y con la mente en blanco supone una empresa bastante complicada.
Personalmente no he logrado, hasta ahora, realizar una meditación al más puro estilo hindú sin terminar pensando en cualquier otra cosa o, incluso, poniendo una lavadora (que el tiempo apremia) y es por ello que, cuando hablo de meditación, nunca me refiero a dejar de pensar, sino más bien me refiero a analizar y valorar con la mayor calma posible situaciones y actitudes propias que no siempre son calmadas.
Meditación como proceso personal interno.
Comencé a hacer meditaciones escritas aproximadamente hace un año y poco a poco fui comprendiendo que meditar puede ser como rezar, para las personas religiosas, del mismo modo que puede ser como realizar introspecciones para las personas preocupadas por su salud mental. Se trata, para mí, de un momento en que debemos propiciar la calma para ser capaces de vernos a nosotros mismos en nuestro entorno desde un plano superior, como alejados de nuestra realidad.
Ahora por experiencia propia sé que observarnos desde fuera nos ayuda a encontrar mejores soluciones y de una forma más rápida que si tratamos de actuar atados a nuestras emociones. De manera que, meditando, podemos llegar a entender por qué venimos actuando de determinadas formas a lo largo de nuestra vida, por qué hemos tomado unas decisiones y no otras (correctas o incorrectas), por qué nos sentimos afectados por determinado asunto o por qué tenemos miedo a algo, por ejemplo.
Una meditación guiada, escrita se compone generalmente de dos partes, por un lado hay un texto que debemos leer pausadamente imaginando cada detalle que se nos proponga y, por otro lado, tenemos una serie de preguntas que debemos contestar por escrito. En la primera parte se trata de abrir nuestro interior y dejarlo expuesto para nosotros, y en la segunda se trata de observarlo y escribir lo que vemos.
El análisis de nuestro interior nos ayuda no sólo con problemas enquistados, sino que pasamos a conocernos mejor y a comprender por qué somos como somos y qué podemos hacer para sentirnos mejor en todos los aspectos de nuestra vida.
¿Y hay cambios?
Muchas veces me han preguntado si se experimentan cambios reales como consecuencia de este tipo de meditaciones o introspecciones y, aunque es algo muy personal y varía de unos a otros, puedo afirmar que sí, hay cambios, y muy bonitos.
El autoconocimiento nos permite practicar el perdón sin reticencias, nos perdonamos a nosotros mismos y perdonamos a los demás pura y libremente; y esto provoca que nos liberemos de ciertas ataduras que podían estar retrasándonos en nuestro camino.
También aprendemos a controlar nuestras emociones y reacciones en el entorno, por lo que nos podrá resultar más sencillo digerir el estrés y los posibles enfados que nos provoca el mero hecho de vivir nuestra realidad. Los atascos, las llamadas irritantes en el trabajo, las personas que no nos agradan, etc., pasan a ser realidades ajenas a nosotros que no nos afectan: simplemente suceden y nosotros pasamos por ellas aprendiendo, agradeciendo, y nada más. Parece muy hippie para ser real, pero así es.
Por otro lado, la aceptación llega a nosotros para quedarse y acompañarnos el resto de nuestra vida. Las personas solemos hacernos mucho daño peleando constantemente con la realidad, aceptar las cosas como se nos vienen dadas nos impide perder el tiempo de forma inútil. Siempre digo que aceptar no implica no actuar, aceptar implica asumir la realidad e invertir mejor nuestro tiempo para poder cambiarla, si es que no nos gusta.
La meditación cambia a las personas, considero que es el proceso lógico que sigue a conocerse mejor, desarrollar nuestra inteligencia emocional y aceptar la realidad como parte de nosotros, es decir, ¿cómo no vas a cambiar si todo a tu alrededor ha cambiado de pronto? No sé trata de “ya no soy la misma persona”, se trata más bien de “ya no veo nada de la misma forma en que lo hacía antes”. De pronto tu vida cambia aunque no haya cambiado nada, tu trabajo es el mismo, comes las mismas cosas, tu pareja y/o tus hijos, si tienes, son los mismos y, sin embargo, ya nada es igual.
Meditar nos ayuda a entender quiénes somos y qué hacemos en esta vida, a veces nos ayuda también a encontrar nuevas motivaciones o motivos por los cuales debemos cambiar. A veces la realidad es que no hay que cambiar nada, simplemente aceptar lo que es, agradecer y seguir adelante.
Fuera tópicos
La meditación no solo es para budistas o hindúes, la meditación puede ser para toda persona que tenga diez minutos y una taza de té; puede hacerse mirando por la ventana, en un parque o escribiendo en un cuaderno; la debe hacer el que tiene problemas y el que no los tiene y, definitivamente, deberá hacerla más el que menos tiempo tenga para sí.
La meditación, así como el yoga y quizás porque van de la mano, cambia la vida de las personas, sólo debemos tener el deseo de entender y ver nuestra realidad de otro modo.