Joaquín Sabina lo dice en su canción Pongamos que hablo de Madrid: “Las niñas ya no quieren ser princesas”. En efecto, ellas buscan tener papeles en la vida distintos a los que clásicamente se les ha asignado a las mujeres.
Sin embargo, la formación que reciben tanto en la casa como en la escuela, aún las encasilla en un rol cuyo énfasis es el comportamiento servil: “Desde pequeñas comienzan a adoptar un rol de género estereotipado que llevan a lo largo de su vida”, afirma Fabio Gómez, psiquiatra infantil.
El especialista asegura que esa es una de las principales razones por las que muchas de ellas, en su juventud, no cuentan el estudio de la física, las matemáticas y las ingenierías como una opción en sus proyectos profesionales.
“Cuando les dije a mis papás y a mis abuelos que quería estudiar ingeniería de petróleos, en su mirada había una mezcla de burla y desconcierto. Mi papá dijo ‘eso es cosa de hombres, tú no estás para eso’”, recuerda Camila Mosquera, ingeniera de petróleos.
Se trata de una percepción común, a juzgar por los resultados de un estudio de la ingeniera Diana López, que analizó el alumnado admitido al pregrado de ingeniería mecánica de la Universidad Nacional, sede Medellín, entre el 2007 y el 2014. De los 1.314 alumnos, solo 99 son mujeres. Algo similar ocurre en las ingenierías de Sistemas e informática, que matriculó a 1.237 hombres y solo a 123 mujeres.
La situación, señala la docente, no es culpa de las niñas sino que se explica por las creencias culturales de nuestro medio, “que establecen roles para los hombres y las mujeres, y se piensa que si una muchacha estudia ingeniería mecánica va a pasar la vida debajo de un carro llena de grasa”.
John Willian Branch, exdecano de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional sede Medellín, se refiere a otro mito: si una joven estudia ingeniería geológica, mecánica, de minas y metalurgia, tiene que trabajar en una zona rural en condiciones que no son aptas para ella.
Pero esta situación no es exclusiva de las ingenierías o las ciencias exactas. Según el estudio global de observación de medios presentado por la Unesco hace unos días en Quito, en los mismos medios de comunicación se evidencia la diferencia de roles entre mujeres y hombres. Ellas –dice el informe– constituyen la mayoría de la mano de obra, pero no tienen un rol importante en el proceso de la información.
En el estudio se detectó, por ejemplo, que a nivel global las noticias de economía, finanzas o política las cubren un 23 por ciento de periodistas mujeres, mientras que un 40 por ciento informan más sobre asuntos sociales, de familia o arte.
Dime con qué juegas…
El famoso pedagogo suizo, Jean Piaget, demostró en su teoría estructuralista del juego cómo los juguetes son materiales útiles para el desarrollo psicomotor, sensoriomotor, cognitivo, del pensamiento lógico y del lenguaje en el niño.
De ahí que, según Gómez, sea un error que a las niñas solo se les permita estar rodeadas de muñecas, peluches o cocinas, porque no se les está dando herramientas para incentivar su creatividad o su espíritu investigativo. En cambio a los niños se les regalan carros que se pueden desbaratar y volver a armar, fichas lego, telescopios, rompecabezas, entre otros, que ayudan a generar algunas destrezas que no deben ser exclusivas de ellos.
“Cuando era pequeña –recuerda Camila Mosquera– mi cuarto estaba lleno de Barbies, de implementos de cocina y de belleza, pero en realidad yo me divertía con los bloques de construcción de mi hermano. Con ellos construía la forma como yo quería ver al mundo”.
Para no caer en esta situación, Gómez les recuerda a los padres la clasificación de los tipos de juegos de Piaget: motor, simbólico, de reglas y de construcción. Por ende –dice él– los juguetes que les den tanto a niños como a niñas deberían estar enmarcados en esta clasificación, para ayudar al desarrollo de habilidades específicas.
La ciencia no ayuda
La creación de los estereotipos de género no es exclusiva de los padres. El campo académico y científico también ha contribuido.
Por ejemplo, desde la psicología hasta la neurología se han hecho varios estudios que giran en torno a la diferencia entre el cerebro de los hombres y el de las mujeres. Incluso, muchos de esos informes aseguran que a los hombres se les facilita más el entendimiento de las ciencias exactas por tener el hemisferio derecho más desarrollado. Las mujeres, en cambio, gozan de mayores habilidades verbales y comunicativas, dado que tienen más desarrollado el izquierdo.
No obstante, el científico Rodolfo Llinás asegura que el cerebro no tiene zonas exclusivas de funcionamiento, sino que trabaja como si fuera una orquesta sinfónica. Es decir, que varias áreas actúan entre sí para lograr un objetivo.
Además, en una de sus teorías explica que, teniendo en cuenta que ellas son recolectoras y los hombres cazadores, las mujeres tienen una conexión diferente entre los dos hemisferios, la cual les permite hacer varias tareas al tiempo; por eso, explica el neurocientífico, ellas tienen una inteligencia diferente.
Pero en la academia las cosas no mejoran, como lo cuenta Ángela Camacho Beltrán, física de la Universidad Nacional y una de las científicas más importantes del país. Ella recuerda su primer día de clase en la universidad.
“Uno de los profesores se percató de cuántas mujeres había en la clase. Éramos cinco, entonces dijo: ‘las que vienen a conseguir novio’”.
Camacho asegura, además, que pese a que en el país se ha estado trabajando en la reivindicación de los derechos de las mujeres, aún existe mucho rezago y el papel de ellas, por ejemplo, en la ciencia aún es muy tímido. “A esto se suma lo que nosotras llamamos el techo de cristal, que significa que llegamos a un punto en el que, pese a lo que hagamos o sepamos, no podemos avanzar”.
Camila Mosquera, por su parte, cuenta que muchos de sus profesores en la universidad, quizá de forma inconsciente, se preocupaban más por el rendimiento de sus compañeros hombres: “Las 10 niñas que estábamos en la clase a veces nos sentíamos subestimadas, pero lo curioso es que de esas, ocho nos graduamos con muy buenos resultados académicos”.
Apuesta de género
De acuerdo con Isabel Londoño, directora ejecutiva de la Fundación Mujeres por Colombia, la educación de la mujer es una herramienta de lucha contra la violencia, el embarazo precoz, la pobreza y la falta de oportunidades, pero –dice ella– “las mujeres deben insertarse en los campos más dinámicos y mejor remunerados de la sociedad, como lo son los sectores de energía, petróleo, gas, infraestructura, transportes, logística y manufactura, y desarrollar allí sus proyectos de vida y liderazgo. Es un camino por andar lleno de oportunidades”.
Según Londoño, las mujeres siguen en campos muy frágiles, mientras que los hombres están en obras públicas y construcción e ingeniería; por ello resalta que Colombia necesita que las jóvenes amplíen sus preferencias de carrera y estudien en campos vitales con el fin de contribuir al desarrollo del país.
A este punto de vista se suma Branch, quien agrega que las pocas mujeres que se atreven a estas profesiones terminan siendo exitosas, por su organización, orden, conocimientos, entusiasmo y “por eso estamos fomentando ante las jóvenes que están cursando el bachillerato el acercamiento a estas carreras”.
Para Alejandro Eastman, presidente de L'Oréal Colombia, compañía que, junto con la Unesco, Colciencias e Icetex, promueve el programa Mujeres para la Ciencia, el asunto es que falta promover en ellas la innovación, el desarrollo científico, el interés por inventar cosas y encontrar soluciones. “Por eso –señala– muchas jóvenes tienen la percepción de que estas carreras cuentan con un campo de acción limitado o que la ciencia es un asunto exclusivo de intelectuales hombres, pero no cuentan con la dimensión real de la repercusión de estas carreras en la vida de los seres humanos”.