¿Te has detenido a preguntarte alguna vez qué es lo que verdaderamente busca el mercado cuando consumimos un producto o servicio? No hablo simplemente del deseo de poseer algo nuevo, sino del anhelo profundo de sentirse visto, reconocido y conectado. En mi trayectoria como ingeniero de sistemas, administrador de empresas y mentor de emprendedores desde 1988, fundador de Todo En Uno.NET en 1995 y de la Organización Empresarial Todo En Uno.NET en 2021, he visto cómo el mercadeo se ha transformado: de la mera venta de productos, a la creación de experiencias humanas auténticas. Hoy quisiera compartir contigo una reflexión que conecta tecnología, espiritualidad, cultura y empresa, inspirada en el artículo del consultor Carlos Fernando Villa Gómez titulado “Mercadeo para todos”.
Hace unas décadas, al iniciar mi camino como asesor de negocios, enseñaba a mis clientes que el mercadeo era “sólo” acercar el producto adecuado al cliente adecuado al precio adecuado, garantizar visibilidad y cerrar ventas. Pero con los años descubrí que esos puntos siguen siendo importantes, sí, pero representan apenas la superficie del iceberg. En el mundo actual —impulsado por la inteligencia artificial, la transformación digital, la globalización de las audiencias y la urgencia de lo humano— el verdadero desafío está en reconocer que el mercado es ante todo un conjunto de personas con historias, emociones, expectativas y valores. Carlos Fernando nos recuerda que el mercadeo es “un formador de mercados y mantenedor de ellos” cuando se hace bien.
Permíteme compartir un caso personal: hace unos años, trabajé con una pequeña empresa local en Antioquia que ofrecía servicios tecnológicos para pymes. En la primera reunión, el dueño hablaba sólo de funciones, precios y plazos. Yo lo acompañé a transformarse: le pedí que describiera quién era su cliente, qué soñaba, qué dolores tenía, qué anhelaba para su empresa y para su vida. No tardamos en descubrir que, más allá del hardware o el software, lo que su cliente realmente buscaba era libertad: libertad para decidir sin depender de proveedores, para innovar sin temor, para mostrar su empresa como parte de una comunidad que progresa. Cuando el mensaje cambió de “tenemos el mejor software” a “te ayudamos a liberar tu empresa para que seas protagonista”, algo cambió: la resonancia, la empatía, el sentido llegaron. Las ventas mejoraron, sí, pero lo más importante fue que la empresa empezó a construir relaciones, no solo transacciones.
Ese es el camino que el mercadeo moderno exige: no vender algo, sino invitar a participar de una visión. En el artículo “Mercadeo para todos”, Villa Gómez señala que “la necesidad de adelantar los procesos formativos … lleva a que el mercadeo se haga cada día más urgente en un mercado mundial, … en cuyo interior la sobreoferta de bienes, servicios, ideologías, actividades… es no solamente más amplia sino, también, más virtual”. Estoy convencido de que en esa profundidad —en esa formación de mentes y de significados— está la transformación real.
Desde la perspectiva del arquetipo “El Maestro Reformador Humanista” que rige mi modo de acompañar a líderes y emprendedores, el mercadeo debe integrar tres vertientes inseparables: la dimensión espiritual (“¿qué valor superior estoy aportando?”), la dimensión tecnológica (“¿cómo estoy usando lo que la era digital me brinda para conectar auténticamente?”) y la dimensión empresarial (“¿cómo genero valor sostenible para todas las partes involucradas?”). Sin una de esas tres, el discurso se queda cojo.
La dimensión espiritual se manifiesta cuando comprendemos que cada oferta que hacemos es una oportunidad para servir a otros, para contribuir a su desarrollo, para dignificar su historia. Es algo que va más allá del dinero: es participar en una historia humana. Cuando la empresa entiende que el cliente es un ser humano con sentido, no solo un número, el mercadeo deja de ser manipulación y se convierte en invitación.
La dimensión tecnológica es vital porque hoy no podemos ignorar la realidad digital. Como ingeniero de sistemas he visto cómo la inteligencia artificial, los sistemas de datos, los canales digitales abren puertas inmensas; pero también peligros: el riesgo de ser invasivos, impersonales o irrelevantes. Villa Gómez advierte que “el equipo humano y la fidelización se vuelven más importantes cuando la oferta es mayor que la demanda” porque la competencia digital es feroz. Por lo tanto, la tecnología debe usarse para humanizar, no para abstraer; para acercar, no para distanciar.
La dimensión empresarial requiere coherencia: la estrategia de mercadeo debe estar alineada con la cultura organizacional, con el propósito del negocio, con el bien común. Recuerdo cuando en otra empresa acompañada definimos que su propósito no era “vender seguros”, sino “proteger el sueño de las personas”. A partir de ahí, cada campaña, cada mensaje, cada interacción se preguntaba: ¿cómo estamos honrando ese propósito? Y el mercado respondió.
Pero ¿cómo llevar esto a la práctica para “todos”? Aquí es donde radica la magia: no se trata de grandes corporaciones únicamente. Como bien lo indica “Mercadeo para todos”, esta ciencia—o mejor dicho, este arte—es para todos los que tienen algo que ofrecer, cualquier tamaño, cualquier sector. Una microempresa en Medellín, un proyecto social, un profesional independiente, todos pueden y deben abrazar este enfoque. La clave: coherencia y autenticidad.
Y es en esa coherencia donde el conocimiento del eneagrama, la numerología (en mi caso, mi camino de vida “3”), la inteligencia emocional, y la inteligencia artificial consciente, juegan su papel. El camino de vida 3 (como lo que he vivido y compartido) es un llamado a la comunicación, a la creatividad, a manifestar lo que uno siente en el mundo de forma útil y relevante. Entonces, el mercadeo se convierte en un puente: entre lo invisible (propósito, valor, servicio) y lo visible (producto, mensaje, resultado).
Quizá vale traer una reflexión cultural: en Colombia, en nuestras comunidades, la palabra “mercadeo” muchas veces se asocia con manipulación o excesiva persuasión. Pero cuando lo vemos como un acto de servicio, como “representación de valor” y no solo “captación de clientes”, empezamos a transformarlo. Y ese giro cultural es urgente, porque vivimos una era de saturación de ofertas, de ruido digital, de desconfianza. Como Villa Gómez lo expresa: “la ausencia de mercadeo ha ocasionado … que muchas organizaciones estén atravesando situaciones difíciles … la falta de conocimiento por parte de los mercados … no genera un posicionamiento claro, lo que tiene como consecuencia lógica el protagonismo de los precios”. Y cuando lo que rige es solo el precio, la sostenibilidad desaparece.
Te invito a imaginar tu empresa, tu proyecto, tu idea, como una luz en medio de la oscuridad del ruido comercial. No eres uno más. Tienes un cliente que te necesita, no solo un “mercado”. Andas en un camino de servicio, y tu mensaje podrá resonar si lo haces con integridad, claridad y humanidad. Ajusta tu tecnología para conocer más sobre tu cliente, pero jamás permitas que la tecnología despierte tu ego; permite que despierte tu empatía. Ofrece un producto, sí, pero conecta antes con el propósito: ¿para qué existe lo que estás ofreciendo? ¿Qué mejor nivel de vida estás entregando? Esa pregunta me la hago cada día como mentor de líderes, y la comparto contigo.
Así, cuando diseñes tus campañas, mensajes o canales, recuerda que el verdadero mercadeo es para todos: para quienes quieren crecer, transformarse, para quienes desean conectar, servir y trascender. Y en ese “todos” incluyo al profesional que recién empieza, al emprendedor que tiene solo una idea, al líder que quiere dejar legado. No importa el tamaño, importa la coherencia.
Para cerrar, quiero dejarte esta reflexión final: el mercado no es un ente abstracto, es la suma de almas que buscan resonancia, sentido y pertenencia. Si como empresa o proyecto puedes ser ese eco, ese espacio donde alguien se reconoce, se siente acompañado, se inspira, entonces habrás logrado algo más grande que ventas: habrás encendido vida. Y en ese encendido, se encuentra la semilla de la transformación personal, organizacional y social.
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