Cuando el medicamento se convierte en un semáforo en rojo para tu vida


¿Alguna vez te has detenido a pensar que un frasco de pastillas, tan cotidiano como el pan en la mesa, puede convertirse en una barrera invisible entre la vida y la muerte al conducir? Nos hemos acostumbrado a ver la medicina como un aliado incondicional, como un bálsamo que repara el dolor, regula la ansiedad o equilibra la presión, pero pocas veces nos detenemos a escuchar sus advertencias silenciosas. El medicamento nos susurra: “cuida el camino, detente, no conduzcas todavía”, y sin embargo, nuestra prisa, nuestro ego y nuestra aparente necesidad de control suelen callar esa voz. He visto a empresarios que antes de una junta importante tomaron un ansiolítico y condujeron pensando que nada ocurriría, y he acompañado a familias que perdieron a un ser querido porque un simple antihistamínico les quitó el reflejo de frenar a tiempo. El tema no es menor, porque detrás de cada volante no solo está tu vida, está la mía, la de tu hijo, la de un desconocido que confía en que alguien conducirá con conciencia plena.

Conducir es mucho más que mover un vehículo: es entrar en un campo donde el tiempo y el espacio se entrelazan con la responsabilidad. Allí, la biología se cruza con la espiritualidad, porque no solo se trata de reacción muscular, sino de conciencia despierta. La ciencia médica ya lo advierte: hay medicamentos que alteran el sistema nervioso central, disminuyen reflejos, generan somnolencia o alteran la visión periférica. Pero la espiritualidad nos recuerda algo aún más profundo: el acto de conducir no es un derecho absoluto, es un acto de servicio. Cuando conduzco, estoy llevando conmigo la vida de otros en una danza silenciosa en la vía. El ego suele decirnos: “tú controlas”, pero la realidad es que no siempre es así. Lo comprobé una madrugada en carretera, después de una jornada de trabajo extenuante, cuando un café no bastó para mantenerme alerta y entendí que el cuerpo tiene límites que la mente arrogante no siempre respeta. Si a eso se le suma un medicamento inadecuado, la ecuación se acerca peligrosamente al desastre.

La cultura moderna nos empuja a ser productivos, a no detenernos, a anestesiar el dolor y seguir adelante. Pero ese camino, sin conciencia, se parece a manejar con los ojos vendados. Recuerdo una conversación con un joven emprendedor que me confesaba que conducía de madrugada después de tomar medicamentos para la migraña porque “no podía darse el lujo de detener su empresa”. Le dije: ¿qué sentido tiene cuidar una empresa si descuidas la empresa mayor que es tu vida? ¿De qué sirve el éxito si te convierte en un número más en las estadísticas de accidentes? Allí comprendí que el problema no es solo médico ni técnico, sino profundamente humano. Necesitamos volver a una ética del cuidado, a un liderazgo interior que nos enseñe que parar también es avanzar, que reconocer nuestros límites no nos hace débiles sino más sabios.

En mi camino como ingeniero de sistemas y administrador de empresas he aprendido que todo sistema, incluso el humano, necesita mantenimiento, pausas y revisiones. Así como un software no se actualiza mientras está en ejecución, el cuerpo no se restablece mientras lo forzamos a conducir bajo efectos que no controla. Y como psicólogo en formación permanente, he observado cómo el miedo a detenerse tiene raíces emocionales: creemos que si paramos, perdemos. Pero el Eneagrama me ha mostrado que a veces la verdadera evolución está en observar nuestras sombras, en reconocer cuándo nuestra prisa es un disfraz del ego que teme quedar atrás. El Camino de Vida 3, que es el mío, me recuerda constantemente que la apariencia de éxito puede volverse una trampa si no está sostenida por autenticidad y cuidado real.

Hoy la inteligencia artificial nos da herramientas para alertarnos, para cruzar datos entre medicamentos y conducción, para advertirnos incluso en tiempo real. Pero ninguna tecnología sustituirá la decisión humana de elegir la prudencia sobre la urgencia. En culturas antiguas, el carro era símbolo de poder, de dirección y destino. Hoy sigue siéndolo, pero con un añadido: es un espejo de nuestra conciencia. Si conduzco bajo los efectos de un medicamento peligroso, estoy diciendo al mundo que mi poder vale más que la vida de otros. Si elijo detenerme, respiro profundo y confío en que el tiempo de Dios es perfecto, entonces conduzco no solo un carro, sino mi vida desde un lugar de sabiduría.

Por eso, este no es un llamado a tener miedo, sino a despertar. Porque cada medicamento que tomamos es un recordatorio de que somos vulnerables, y esa vulnerabilidad no debe ocultarse ni ignorarse. La vulnerabilidad es un puente hacia la responsabilidad compartida. La próxima vez que estés por encender tu carro después de tomar un medicamento, pregúntate: ¿estoy realmente presente? ¿estoy cuidando a quienes me rodean? Tal vez la respuesta te lleve a dejar las llaves sobre la mesa y a elegir un camino distinto: llamar un taxi, pedir ayuda, esperar. Y créeme, esa elección humilde puede salvar no solo tu vida, sino la de alguien que nunca conocerás.

Al final, conducir es una metáfora de la vida: no siempre se trata de llegar rápido, sino de llegar con sentido, con amor y con conciencia. Somos responsables de los caminos que trazamos, de las decisiones que tomamos y de los silencios que respetamos. El medicamento puede ser un semáforo en rojo, pero la conciencia siempre será el timón que nos salva de la oscuridad. Y si logramos integrar la ciencia, la espiritualidad, la tecnología y la cultura en esta reflexión, quizá entendamos que lo más valioso no es el viaje, sino la vida que preservamos en cada kilómetro.

Agendamiento:                     AQUÍ

Facebook:                              Julio Cesar Moreno D

Twitter:                                 Julio Cesar Moreno Duque

Linkedin:                               (28) JULIO CESAR MORENO DUQUE | LinkedIn

Youtube:                               JULIO CESAR MORENO DUQUE - YouTube

Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros grupos

Grupo de WhatsApp:          Unete a nuestro Grupo

Comunidad de Telegram:   Únete a nuestro canal  

Grupo de Telegram:            Unete a nuestro Grupo

Blogs:   BIENVENIDO A MI BLOG (juliocmd.blogspot.com)

AMIGO DE. Ese ser supremo en el cual crees y confias. (amigodeesegransersupremo.blogspot.com)

MENSAJES SABATINOS (escritossabatinos.blogspot.com)

 Agenda una sesión virtual de 1 hora, donde podrás hablar libremente, encontrar claridad y recibir guía basada en experiencia y espiritualidad.

👉 “¿Quieres más tips como este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp o Telegram”.

Si este mensaje resonó contigo, te invito a detenerte un instante en tu propio viaje. Agenda una charla conmigo y exploremos juntos cómo integrar conciencia, tecnología y humanidad en tu vida y en tu empresa.También puedes unirte a nuestra comunidad en Telegram o en WhatsApp, donde compartimos reflexiones que inspiran a conducir la vida con más amor y más conciencia.

Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente