De qué me sirve? El arte de encontrar sentido en lo que hacemos, más allá de las apariencias



¿De qué me sirve todo esto? Esa es la pregunta que resuena, casi como un eco, en la mente de cualquier ser humano que atraviesa momentos de incertidumbre. La escuché por primera vez de niño, cuando vi a mi abuelo, un hombre trabajador y noble, mirarse al espejo después de un día largo y preguntarse si lo que hacía tenía sentido. Lo escuché también cuando fundé Todo En Uno.Net, hace ya casi tres décadas, en medio de la ilusión y el miedo de quien se atreve a construir algo nuevo. Y lo escucho hoy, todos los días, cuando acompaño a líderes, empresarios y buscadores de propósito a conectar su trabajo con el sentido más profundo de su vida.

¿De qué me sirve? No es una pregunta superficial. Es un acto de honestidad que nos obliga a salir del piloto automático y preguntarnos si lo que hacemos —nuestros esfuerzos, nuestras luchas, nuestras metas— está alineado con lo que somos de verdad. En un mundo que valora más el hacer que el ser, esta pregunta es un llamado a volver a la raíz, a la coherencia entre el corazón y la acción.

A lo largo de mi camino como empresario y mentor, he visto cómo esta pregunta, cuando se hace con coraje, puede ser la llave que abre puertas que ni siquiera sabíamos que existían. Recuerdo el caso de un empresario que llegó a mí lleno de éxitos materiales, pero con el alma vacía. Su empresa marchaba bien, sus balances eran envidiables, pero su espíritu estaba exhausto. Me miró a los ojos y me dijo: “Julio César, ¿de qué me sirve todo esto si cada día me siento más lejos de mí mismo?”. Esa confesión fue el inicio de su renacimiento. Porque entendió que los logros externos solo tienen valor si reflejan la paz interna, si son un vehículo para servir, no solo para acumular.

La espiritualidad me ha enseñado que nada en la vida ocurre por casualidad. Cada desafío, cada pérdida, cada éxito aparente o cada fracaso son oportunidades para preguntarnos: “¿Esto me acerca o me aleja de lo que quiero ser?” Esa es la brújula más poderosa que tenemos. Y aunque la respuesta no siempre sea cómoda, es siempre liberadora.

La tecnología, cuando se usa con conciencia, también nos ayuda a ver esto con claridad. Hoy tenemos herramientas que nos permiten medirlo todo: el impacto de una campaña, el alcance de nuestras palabras, el valor de nuestros activos. Pero lo que no podemos medir —el propósito, la verdad interior— sigue siendo lo más importante. La inteligencia artificial puede decirnos cómo optimizar procesos, pero solo nuestra conciencia puede decirnos si esos procesos tienen sentido para nuestra vida.

Desde la mirada del Eneagrama, he comprendido que cada personalidad enfrenta esta pregunta de forma distinta. Algunos necesitan resultados concretos, otros necesitan reconocimiento, y otros, como yo —un Camino de Vida 3, comunicador por esencia— necesitamos saber que lo que hacemos deja huella, que sirve para inspirar y construir puentes entre almas. Pero más allá de las diferencias, todos compartimos ese anhelo: que nuestra vida tenga sentido, que no sea solo una acumulación de días vacíos.

En mis propios momentos de duda, he regresado una y otra vez a la misma respuesta: “De qué me sirve, si no es para amar más, para compartir más, para crecer más allá del ego”. Porque todo lo demás —el dinero, la fama, los logros— se desvanece. Lo único que permanece es la calidad humana que dejamos en cada cosa que tocamos.

Recuerdo cuando inicié mis primeros pasos como ingeniero de sistemas. Amaba la precisión de los datos, la belleza de los algoritmos. Pero un día entendí que todo eso era solo un medio: lo esencial era el para qué. ¿De qué me servía construir sistemas si no ayudaban a que la gente viviera mejor? ¿De qué me servía liderar empresas si no era para hacerlas más humanas y conscientes? Esa claridad me permitió ver que mi trabajo no era un fin en sí mismo, sino una herramienta para servir a un propósito mayor.

Y eso mismo lo veo en cada líder que acompaño: la diferencia entre el éxito vacío y el éxito verdadero no está en las cifras, sino en la paz que sentimos cuando lo que hacemos está alineado con lo que somos.

Quiero invitarte a que hoy, en medio de tus tareas, de tus rutinas y de tus planes, te detengas a preguntar: “¿De qué me sirve esto que estoy haciendo?”. No como un juicio, sino como una invitación a la coherencia. Porque cuando hacemos las paces con esa pregunta, todo cambia. Las decisiones se vuelven más claras, los vínculos más auténticos y la vida más plena.

Si quieres explorar esta pregunta conmigo, si sientes que es momento de alinear lo que haces con lo que eres, podemos conversar. Agenda una charla personalizada aquí: 

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Recuerda: la vida no es solo para hacer, sino para SER. Y el sentido que le damos a lo que hacemos es lo que, al final, nos hace verdaderamente libres.

Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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