El miedo me ha acompañado en cada etapa vital de mi historia como ser humano y como empresario colombiano. Desde que fundé Todo En Uno.Net en 1995, pasando por la expansión tecnológica, la caída de contratos, la soledad del liderazgo, la reinvención tras la crisis… hasta el momento presente, donde la Inteligencia Artificial ya no es futuro sino compañera de ruta. Siempre estuvo allí, el miedo. En la voz interna que preguntaba si estaba listo, si estaba loco, si sería suficiente. Pero fue ese mismo miedo el que me empujó a descubrir de qué estaba hecho.
Durante muchos años, como ingeniero de sistemas, me formé para encontrar certezas, automatizar lo posible, evitar errores. Pero la vida no es una ecuación perfecta. La vida es orgánica, emocional, espiritual. Y el miedo es parte del ecosistema sagrado del alma. Pretender eliminarlo es negar una parte esencial de nuestra humanidad. Lo que debemos hacer, en cambio, es mirarlo de frente y preguntarle: ¿qué quieres mostrarme que aún no quiero ver?
He acompañado a líderes extraordinarios, con hojas de vida brillantes y carreras admirables, que se desmoronaban ante la posibilidad de perder el control, de fracasar, de no cumplir expectativas ajenas. He visto cómo ese miedo mal gestionado los volvía reactivos, duros, distantes. Y también he sido testigo de algo milagroso: cuando decidían abrazarlo, transformarlo, integrarlo... surgía una nueva versión de ellos mismos. Más serena. Más auténtica. Más poderosa.
En esos momentos he recordado con profunda claridad que el miedo no es debilidad. Es conciencia expandiéndose. Es tu alma gritando que estás por cruzar una frontera que no es visible pero sí vital. Y que si te atreves, todo cambia.
Por eso no puedo dejar de pensar en lo que nos ocurre hoy, como especie. En este punto de la historia donde la Inteligencia Artificial empieza a desafiar nuestras certezas, nuestras competencias, incluso nuestra relevancia. Algunos lo sienten como amenaza. Yo lo veo como espejo. Porque, como he dicho muchas veces:
“Por siglos creímos que el milagro de pensar, crear y decidir era únicamente humano. Hoy, una creación nuestra, la Inteligencia Artificial, irrumpe no para sustituirnos, sino para desafiarnos a evolucionar. El paradigma se rompe, y con él, la zona de confort en la que nos refugiamos. Ya no basta con pensar, hay que replantear qué es la inteligencia, qué es la conciencia y cuál es nuestro verdadero rol como especie. ¿Estamos preparados para coexistir con una inteligencia no biológica que aprende, decide y, en ocasiones, acierta más que nosotros?”
Y es ahí donde el miedo, nuevamente, vuelve a ser protagonista. Pero esta vez no para limitarnos, sino para recordarnos que la única manera de sobrevivir a este nuevo mundo no es compitiendo con la máquina, sino profundizando nuestra humanidad. Liderar con miedo no es un problema. El problema es liderar desde el miedo y no con él. El miedo consciente es el que te avisa que estás ante una decisión que puede abrir caminos o repetir patrones.
A nivel personal, el miedo me ha enseñado más que muchos libros. Me ha mostrado quién soy cuando nadie me aplaude, cuando el resultado no llega, cuando la soledad se instala en la sala de juntas o en la cama al final del día. Y también me ha regalado las preguntas más luminosas: ¿para qué estoy aquí realmente? ¿Qué necesito soltar para avanzar? ¿Qué legado deseo dejar, más allá de mis logros?
Desde la numerología, mi camino de vida 3 me conecta con la comunicación, la expresión, el compartir. Pero eso no significa que siempre me haya sentido seguro para hacerlo. Mi voz también tembló. Mis decisiones también sangraron. Y fue el miedo, ese viejo aliado travestido de enemigo, quien me permitió despertar un coraje que no era el de la fuerza, sino el de la vulnerabilidad asumida.
Como mentor y formador de líderes, hoy más que nunca les digo: el miedo bien gestionado es una ventaja competitiva. No hablo del miedo irracional que paraliza, sino del miedo que incomoda porque te está mostrando tu zona de crecimiento. Ese que aparece antes de lanzar una idea, de decir una verdad incómoda, de cerrar un ciclo, de comenzar otro.
El miedo bendice cuando se convierte en guía. Pero para eso, hay que saber escucharlo. Hay que dejar de huir, y comenzar a habitarlo. Respirarlo. Nombrarlo. Dibujarlo incluso. Porque lo que se nombra, se transforma. Y lo que se oculta, se enquista.
No se trata de eliminar el miedo, sino de aprender a caminar con él de la mano. Como se camina con un niño que llora pero sabe que está a salvo porque alguien mayor lo toma con firmeza y ternura. Esa es nuestra tarea interior: convertirnos en ese adulto consciente que abraza al niño que teme. Al emprendedor que duda. Al líder que vacila. Y también al ser humano que quiere amar sin condiciones.
Y si algo he aprendido en este viaje es que el miedo nos iguala a todos. Pero también nos revela. Porque algunos lo transforman en excusa… y otros en impulso.
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