¿Alguna vez te has detenido a pensar en cuánta vida atraviesa cada uno de nuestros gestos más íntimos? ¿Cuánta inconsciencia, cuánta urgencia, cuánta necesidad disfrazada de amor verdadero se oculta en esos instantes donde el cuerpo se entrega y el alma, a veces, se queda rezagada?
Hoy quiero invitarte a mirar con otros ojos un tema que, pese a su naturalidad, suele ser relegado al rincón incómodo del tabú: nuestra salud sexual. Y más específicamente, la importancia de traer conciencia y responsabilidad a prácticas que, cuando se viven desde la inconsciencia, pueden traer no sólo consecuencias físicas, sino profundas heridas emocionales y espirituales.
Recientemente leí un artículo de El Tiempo sobre las enfermedades que puede ocasionar el sexo oral. Más allá de la información médica —necesaria y valiosa—, sentí un llamado más profundo: ¿qué nos está diciendo el cuerpo sobre cómo vivimos nuestra sexualidad? No se trata solo de virus, bacterias o cánceres derivados, como el virus del papiloma humano, el herpes o la sífilis. Se trata de comprender que nuestro cuerpo es un templo sagrado, y cada interacción íntima es un acto que puede sanar o dañar, expandir o fragmentar.
En mis años de vida y mentoría, he aprendido que lo que sucede en lo íntimo refleja silenciosamente el estado de nuestra conciencia. Somos una sinfonía entre espíritu, mente y cuerpo. Cuando uno de estos aspectos se desconecta, la música deja de ser armoniosa para convertirse en ruido, en vacío, en dolor no nombrado.
La espiritualidad no es abstinencia. No se trata de negar el cuerpo o sus necesidades. Se trata de honrarlas, de vivirlas desde un lugar de integridad, de respeto, de amor profundo —no sólo hacia el otro, sino hacia uno mismo—.
Cada acto íntimo debería ser, idealmente, una ceremonia de vida, no un impulso vacío. Cada beso, cada caricia, cada encuentro, un testimonio de amor consciente y sagrado. No porque seamos perfectos, sino porque entendemos la belleza y la vulnerabilidad del otro ser humano que tenemos enfrente.
En culturas ancestrales, la sexualidad era vista como un puente hacia lo divino. No como un entretenimiento banal. Esa visión no es anticuada; es profundamente evolutiva. Hoy, en esta modernidad vertiginosa, deberíamos reivindicar esa mirada: la del respeto, la de la conciencia, la del amor genuino como base de todo acto.
No quiero que este mensaje sea un llamado al miedo, sino a la responsabilidad amorosa. Porque el miedo paraliza, pero la conciencia transforma.
Cada vez que elegimos actuar desde la ignorancia, abrimos espacio al dolor innecesario. Pero cada vez que elegimos actuar desde la sabiduría, nos convertimos en guardianes de la vida, en portadores de sanación.
Hoy más que nunca, en un mundo interconectado tecnológicamente, pero desconectado emocionalmente, necesitamos recordar que nuestros cuerpos hablan. Que nuestras decisiones íntimas dejan huella, no sólo en nuestras células, sino en nuestro espíritu.
Quizás, si cada uno de nosotros actuara desde esa conciencia, el mundo sería un lugar no sólo más sano, sino infinitamente más humano.
Agendamiento: AQUÍ
Facebook: Julio Cesar Moreno D
Twitter: Julio Cesar Moreno Duque
Linkedin: (28) JULIO CESAR
MORENO DUQUE | LinkedIn
Youtube: JULIO CESAR MORENO DUQUE - YouTube
Comunidad de WhatsApp: Únete
a nuestros grupos
Grupo de WhatsApp: Unete a nuestro Grupo
Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal
Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo
Blogs: BIENVENIDO
A MI BLOG (juliocmd.blogspot.com)
AMIGO DE. Ese ser supremo
en el cual crees y confias. (amigodeesegransersupremo.blogspot.com)
MENSAJES SABATINOS (escritossabatinos.blogspot.com)
👉 “¿Quieres más tips como este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp o
Telegram”.
Comparte este mensaje con alguien que aún cree que su cuerpo es sólo un instrumento y no un templo. Puede ser el inicio de una revolución interior.
