Liderazgo y Competencias Blandas


“Nos encontramos en un mundo con jefes sin poder, sin autoridad, sin resultados, pero con un montón de ‘líderes’ que hablan bonito y procuran ser lo más correctos posible para no herir la susceptibilidad de nadie y así no dañar la hermosa cultura organizacional que se ha construido con tanto esfuerzo”

En las empresas abundan los líderes, los encuentras en todas partes: líderes de equipo, líderes de proceso, líderes de proyecto, líderes de área, líderes de líderes. Cuando todos son líderes, realmente nadie lo es.

Los jefes son odiados; culturalmente representan todo aquello que las organizaciones hacen mal. Por tanto, tiene mucho sentido desde una lógica simplista dejarlos de llamar jefes, ponerles el lindo apodo de líderes y esperar que mágicamente se solucionen todos los problemas.


Este eufemismo ha cumplido muy bien con su propósito:
Los jefes ya no se sienten como los malos de la historia sino como los héroes organizacionales responsables de que nuestro amado talento humano sienta que tiene propósito.

Hay jefes que logran ser líderes, pero estos son procesos que se surten por vías diferentes y que coincidencialmente terminan confluyendo en una misma persona.

El liderazgo es un proceso en el cual un seguidor toma la decisión voluntaria de seguir a alguien. Tu no eliges a tu jefe, este fue impuesto de forma legítima, pero no fue tu decisión. Esa, no tan sutil, diferencia trastoca las relaciones de poder entre las dos partes.

Uno de los grandes problemas es creer que jefe y líder son sinónimos. Las funciones de un jefe son distintas a las de un líder -si es que los líderes tienen alguna-.
Un jefe no tiene por qué ser líder. Esa no es su principal responsabilidad, no es la razón por la cual fue puesto en esa posición formal de autoridad.
Cuando crees que tu enfoque es lograr que tu personal te siga, te olvidas del propósito organizacional que debes cumplir.

Sin duda es mejor tener gente motivada y empoderada porque eso facilita cumplir las metas, pero el problema es que creemos que el medio (gente motivada) es el resultado y aquí hay un error estratégico fundamental que amenaza la sostenibilidad de las organizaciones.

Nos estamos llenando de empresas con empleados que aman a sus jefes pero que son absolutamente incompetentes para hacer bien su trabajo. Y aquí las empresas tienen gran parte de la responsabilidad.

Nos encontramos en un mundo con jefes sin poder, sin autoridad, sin resultados, pero con un montón de ‘líderes’ que hablan bonito y procuran ser lo más correctos posible para no herir la susceptibilidad de nadie y así no dañar la hermosa cultura organizacional que se ha construido con tanto esfuerzo.


Algunos de los que han llegado hasta aquí pueden estar ofendidos, ¿cómo es posible que nos pidan volver a los jefes de antes que solo les interesaba lograr el resultado sin importar los medios a los que se deba acudir?

Conclusión simplista, pues lo que intento poner sobre la mesa es que los jefes dejaron de cumplir su función principal: dirigir, orientar, gestionar los recursos, tomar decisiones, corregir el rumbo y lograr el objetivo. Por eso no es raro que en un universo de líderes, las estadísticas muestren que la principal razón para dejar una empresa sea el jefe.
Es el jefe y no el líder el producto por excelencia de una empresa, el reflejo más fiel de su cultura organizacional, de su forma de hacer las cosas y de tratar a las personas.

¿No es suficientemente bueno acaso tener personas eficientes, efectivas y decentes en las posiciones de autoridad?

Para muchas empresas infortunadamente no. Quieren forzar liderazgos artificiales e insostenibles que desdibujan por completo lo que representa un verdadero líder.

Esto sin hablar de las inconsistencias conceptuales al nombrar estos cargos de supuesto liderazgo. Se lideran personas, no objetos, áreas, proyectos, ni procesos.

No tiene mayor sentido nombrarlos así.


No le tengamos miedo a tener buenos jefes, los mejores, los más competentes, devolvámosle la dignidad al jefe y dejemos que los liderazgos surjan naturalmente con los estímulos correctos.

Propongo una lideroplastia: Eliminemos esas capas adiposas de nombres rimbombantes que deforman las organizaciones y las hacen ver más amigables pero menos eficientes.

Sin duda no hay nada más sexy para un empleado que un jefe seguro de sí mismo y que sabe lo que quiere.
Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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