Carlos había llegado a las 7 de la mañana a su empresa de construcción y reformas en Manizales.
Por supuesto había llegado el primero.
Más tarde llegaron los tres oficiales de primera y los obreros.
Después de repartir el trabajo a las cuadrillas y ayudar a cargar los materiales y herramientas en las furgonetas se tomó el segundo café pensando:
“Es que tengo que ir a la obra, si no voy la obra no va a quedar bien hecha”.
Y con este pensamiento, aunque tiene a un buen oficial de primera que podría llegar a ser encargado general, comienza su periplo por las distintas obras:
▶️ Lleva materiales que faltan y algunas herramientas.
▶️ Toma datos y mediciones.
▶️ Se pasa por todas las obras.
▶️ Elabora los presupuestos contradictorios en proyectos iniciados.
▶️ Lleva el calendario de cobros y pagos.
▶️ Atiende a todos los clientes, también a los poco importantes.
“No puedo soltar el teléfono, llamadas y whatsapps las 24 horas al día, 7 días a la semana”.
Y sobre las 6:15 de la noche recibe la llamada de que hay que recoger material…
Y cuando llega a las 7 y pico de la noche a la oficina tiene pendiente preparar y enviar un par de ofertas…
Ahí es cuando Carlos piensa que “el problema es que sigo llevando obra como cuando empecé mi empresa y éramos 3 gatos”.
"Soy un trabajador más, no delego casi nada en mis empleados… voy a remolque, el negocio se me está yendo de las manos".
"Creo que mis empleados están acomodados, todo me lo cargo yo, me considero un jefe blando, tendría que ser más cabrón".
Y Carlos va cada vez más con desgana a todos lados, y su carácter se va agriando.
“Me lo cargo todo y llego tarde a todos lados.”
“Tengo a la gente esperando a que llegue para darle trabajo.”
“No tengo tiempo ni para pensar”.
Y Carlos lo que quiere es tener bien organizada su empresa y vivir más tranquilo, más relajado, recoger a sus hijas del colegio y poder dar un paseo con su mujer por la tarde, sin estrés.
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