Este síndrome no tiene nada que ver con la hipersexualidad presente en algunas personas.
La excitación sexual persistente puede presentarse súbitamente, incluso con el propio movimiento.
Tener una excitación espontánea tan intensa como no deseada es –contra lo que se podría pensar– una causa de angustia y vergüenza, que se multiplica al saber que no existe ningún deseo sexual que desencadene esta percepción.
Se trata de la excitación sexual persistente, un trastorno sin significado erótico, en el que las personas no tienen control de su propio cuerpo y que puede desencadenarse de manera súbita, incluso con el propio movimiento.
Esta condición fue descrita hace ya dos décadas por las investigadoras Sandra Leiblum y Sharon Nathan, quienes, además de lo descrito anteriormente, dicen que puede persistir por largos periodos y que no se calma a pesar de los orgasmos.
Lo preocupante es que no se conocen las causas, aunque las investigaciones apuntan hacia un abanico amplio de posibilidades, que incluyen problemas neurológicos, vasculares, hormonales, y hasta derivada por efectos negativos de algunos medicamentos.
Hay que aclarar que este síndrome no tiene nada que ver con la hipersexualidad presente en algunas personas, como tampoco con el aumento extremo de la libido y menos por la multiorgasmia.
Aunque quienes lo padecen lo describen como si se estuviera al borde del orgasmo, también se acompaña de hormigueos, pulsación o latidos continuos en la planta baja, que no pocas veces dan paso a dolor y molestias insoportables en el área. Por lo poco conocido, este trastorno aún no cuenta con estadísticas específicas sobre la población que en ocasiones se mira más como una curiosidad y no como una alteración importante en las funciones del departamento inferior.
De igual forma, aún no existe un tratamiento concreto, pero algunos expertos recomiendan intervenciones que incluyen terapia en el piso térmico, psicoterapia, bloqueos nerviosos y cuando es necesario, otro tipo de medicamentos.
Resulta paradójico que mientras el mundo se queja por la falta de ganas, cualquiera podría calificar de bienvenido este trastorno, pero quienes lo sufren, prefieren, al unísono, tener el deseo por el piso.