Querido Yo:
Rara vez te digo cuánto te amo, cuánto te admiro. Lo fuerte, valiente y capaz que eres. Sé que debería decírtelo más a menudo, pero a veces me distraigo dando demasiada importancia a eventos ridículos, problemas que solo existen en mi imaginación y, ya sabes, me distrae esa vocecita tonta en mi cabeza que intenta convencerme de que no eres especial, esa que sabotea tu autoestima, esa que dice que no debería quererte.
Sé cómo te sientes en tus peores días. Conozco el cansancio en tu cuerpo y el vacío en el estómago cuando piensas en todo lo que no te gusta de ti, y en lo imposible que parece cambiar la historia. Pero, ¿sabes qué? No es tan difícil como piensas. Tienes el control todo el tiempo, es solo que a veces pierdes la perspectiva porque le das demasiada importancia a lo que piensan los demás.
Sé que quisieras acurrucarte en la cama ahora mismo en lugar de leer esto, o estar del otro lado del mundo, o en otra galaxia donde nadie te conozca, pero también sé que quieres ser amado y recordado.
Quieres ser querido. Que alguien te vea, te reconozca y te ame. Creo de corazón que todo el mundo quiere lo mismo, pero ¿cómo conseguirlo si tú no ves en ti lo que otros deberían ver?
La respuesta es: cambiando la opinión que tienes de ti, así como has estado cambiando muchas otras cosas en el último año.
Has cambiado, de eso estoy seguro. Comenzaste con pies inciertos, sin rumbo, y puede que no lo tengas todo claro al día de hoy, pero mírate: tienes más cicatrices y has descubierto un montón de cosas sobre ti.
Has abierto tu corazón y lo has visto aplastado. Has visto su vulnerabilidad, el dolor y la sensación de estar quebrantado. Has llorado solo en tu habitación. Te has sentido perdido, decepcionado… Pero aun así estás aquí. Sigues existiendo.
Lo que todo esto me dice de ti es que eres más resistente de lo que piensas, así que deja de luchar contra ti. Deja de intentar superarte todo el tiempo, porque, a veces, se trata solo de disfrutar quién eres en el momento presente en lugar de tratar de ser alguien distinto.
Has perdido mucho, lo sé, pero también has ganado. Aprendiste a hacer preguntas. Aprendiste a ser honesto. Aprendiste a decir que necesitas ayuda. Aprendiste la importancia de estar presente aquí y ahora, y la importancia de escuchar.
Míralo así: todas las emociones, preguntas y miedos, todas las historias, pasiones y sueños, todo es tuyo. Nadie más tiene control sobre ello, así que nadie puede lastimarte usando nada de esto sin tu consentimiento.
Nada ni nadie es tu dueño.
Deja de culparte por cosas que no dependen de ti. Los controles obsesivos solo te hacen daño, son patrones de pensamiento irracionales, y algo te puedo prometer: son engañosos. Juegan con tu imaginación.
Es por eso que a veces las lágrimas van y vienen sin motivo y los días se sienten “huecos”, pero, si prestas atención, verás que hay muchas más razones para comenzar a sonreír de nuevo que para abandonarte.
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Las personas que se han ido de tu vida tampoco te definen. El modo como respondes a su ausencia no te define, pero ¿sabes qué? La esperanza sí te define. El amor te define. Tú te defines.
No eres un caso perdido. ¡Solo mírate! Te has caído y puesto de pie muchas veces, has curado tus heridas muchas veces y has seguido adelante. Tú no eres una víctima. Eres un superviviente, un guerrero.
No tienes que esforzarte tanto. El dolor no es culpa tuya. El dolor no es un defecto de carácter ni una enfermedad. No tienes que culparte por ello o fingir que no está ahí. Solo siéntelo. Está bien sentir dolor, pero recuerda: tú no eres tu dolor.
Vives con dolor, pero el dolor no lo es todo, porque tú eres más.
¿Cómo sé todo esto? Porque estás aquí. ¡No te rendiste cuando las cosas se pusieron feas! Seguiste avanzando y, ¿sabes algo? De hoy en adelante vas a ser imparable.