Cuando hablamos de somatización (o trastorno de síntomas somáticos, TSS) nos referimos a la expresión física de una dificultad psicológica, cuya sintomatología manifiesta no posee un origen orgánico que permita explicarla.
Cuando no expresamos lo que sentimos, toda la energía acumulada busca salir de otra forma, por lo tanto, el cuerpo comienza a liberar tensiones a través de síntomas físicos, como dolor abdominal, dolor de cabeza o pérdida del apetito.
Muchos autores hacen mención al vínculo que existe entre las psicopatologías y la somatización, pero la verdad es que un gran número de pacientes que acuden a servicios de atención primaria con síntomas somáticos no presentan síntomas psicológicos evidentes.
De hecho, muchos pacientes somatizadores no solo no presentan ansiedad o depresión de forma concurrente sino que, además, no tienen antecedentes de trastornos ansiosos o depresivos. Aún así, no se puede negar la existencia de trastornos psicológicos ligados al proceso de somatización. Entre ellos, el trastorno facticio, el trastorno de conversión y el trastorno de ansiedad.
Sintomatología común
Para el diagnóstico del TSS, se requiere la presencia de un síntoma físico que sea angustioso. Ese síntoma debe conducir a 1 de los siguientes 3 comportamientos:
Pensamientos desproporcionados y persistentes sobre la gravedad de los síntomas.
Altos niveles de ansiedad en torno a la salud o el síntoma.
Exceso de tiempo y energía dedicado a la preocupación por la salud.
Además, el paciente debe presentar al menos uno de los siguientes síntomas durante 6 meses:
Dolor
Dolores de cabeza
Dolor de espalda
Dolor articular
Dolor en el pecho
Latidos cardíacos irregulares
Dolor en brazos o piernas
Dolor en la vagina o en el pene al tener relaciones sexuales
Dolor al orinar
Síntomas gastrointestinales
Náuseas
Distensión
Vómitos
Diarrea
Trastornos sexuales
Incapacidad para mantener una erección (hombres)
Periodos irregulares (mujeres)
Sangrado menstrual excesivo (mujeres)
Dolores menstruales (mujeres)
¿Quiénes son más propensos a somatizar?
Por estadística, los estudios apuntan que las mujeres tienen más probabilidades de somatizar que los hombres, y normalmente esto ocurre por primera vez durante la juventud, antes de los 30 años.
También existen ciertos rasgos de la personalidad y situaciones determinadas que hacen que algunas personas tiendan a somatizar más que otras, por ejemplo:
Susceptibilidades genéticas y biológicas (disminución de la tolerancia al dolor).
Trauma infantil (abuso físico, sexual y emocional).
Condicionamiento operante/aprendizaje (es decir que las quejas somáticas ganan atención).
Normas socioculturales (por ejemplo, si las quejas somáticas se valoran por encima de las quejas emocionales).
¿Cómo podemos prevenir la somatización?
Es importante dar nombre a lo que sentimos en cada momento. Si llamamos a cada cosa por su nombre, sabremos lo que nos pasa e, indirectamente, esto nos ayudará a sentirnos mejor tanto física como psicológicamente.
También es necesario reconocer los pensamientos negativos y aprender a contrarrestarlos, recordando siempre que todos somos dueños de nuestras emociones. Podemos modificar los hábitos que nos generan estrés y reemplazarlos por actividades placenteras, así como abordar los factores de riesgo más comunes: pensamientos, sentimientos y comportamientos excesivos o inadaptados.
Nunca olvidemos que nuestro cuerpo necesita desahogarse. Si sentimos la necesidad de llorar, lo mejor es hacerlo. No hay que reprimir nuestras emociones, saber reconocerlas y aceptarlas como parte de nosotros es lo más recomendable para nuestra salud mental.