“La vida es una comedia para aquellos que piensan y una tragedia para aquellos que sienten.”
-Horace Walpole-
Al hablar de emociones no podemos dejar de hablar de los sentimientos, que, aunque son muy similares, definitivamente no son lo mismo, a pesar de que solemos confundirlos.
Un sentimiento es la suma de una emoción y un pensamiento, es decir, en el sentimiento interviene, además de la reacción fisiológica, un componente cognitivo y subjetivo, y se instaura como un sentimiento a medida que se hace consciencia de la emoción, la etiquetamos y emitimos un juicio de ella.
Ambos, tanto las emociones como los sentimientos, tienen que ver con lo irracional, con la subjetividad con la que cada ser humano interpreta una situación; aquí entra en juego nuestra metacognición, que al brindarnos la capacidad de dar cuenta de lo que sentimos, vivimos y pensamos, nos abre a la posibilidad de realizar una evaluación consciente de lo que ocurre y así analizar el tipo de respuesta conductual que deberíamos emitir.
¿Cómo podemos diferenciar la una de la otra?
Para empezar, es importante saber que las emociones son fuerzas motivadoras que nos preparan para la acción, mientras que los sentimientos son nuestras interpretaciones de las propias emociones, como ya lo he dicho antes.
Aunque la real diferencia entre estas dos, es que los sentimientos son mucho más duraderos, con una intensidad expresiva más baja y son una representación mental consciente y razonada de la emoción, basada en las experiencias previas, los hechos ocurridos y los pensamientos.
El orden en el cual se producen tanto las emociones como los sentimientos ha tenido un millón de variaciones y teorías, sin embargo, a mi me gusta explicarlo así:
Surge un estímulo -situación, este genera una activación de nuestro pensamiento -hace que busquemos en nuestra propia base de datos información de vivencias similares-, la cual genera una respuesta sentimental -buscamos el sentimiento con el que se identifica este situación y que más la representa-, y este genera una emoción que genera una motivación que nos lleva a tomar una decisión y generar así una respuesta conductual.
Sí, así como leen, para mí todo el tema emocional por más irracional que sea pasa siempre por un proceso cognitivo mínimo, pues, en principio, el impulso es el instrumento de la emoción, y la semilla de todo impulso es un sentimiento que estalla por expresarse en la acción; es por esto que el sentimiento es posterior a la emoción.
Esto hace que los sentimientos sean bidireccionales, ya que va desde los procesos mentales más básicos y primitivos hacía la consciencia, pero del mismo modo, hay algo que va desde la consciencia hasta el modo en el que se valora y se experimenta esa situación de forma holística y universal.
Y al no ser algo que podamos definir con absoluta claridad y precisión como un concepto único, el ser humano se ve forzado entonces a desplegar sus habilidades de empatía para construir en su mente y a partir de sus propias experiencias el “cómo” nos debemos o deberíamos sentir.
Pero lo que es absolutamente irrefutable de ambos es que son inseparables… sí, aunque se diferencien en la forma, no lo hacen en el fondo. Es decir, todas las emociones generan sentimientos, pero no todos los sentimientos generan emociones.
Además, las dos se presentan a la vez y en cadena, y ambas se ven influenciadas por el entorno en el cuál se encuentre el individuo, pues este definirá cómo se expresan tanto las emociones como los sentimientos.