Qué pasa en la mente de alguien que mata a un niño?


La mayoría de victimarios son sociópatas para quienes la psiquiatría no tiene tratamiento.

La voz del juez empezó a temblar mientras anunciaba la imputación de cargos. En la sala de audiencias, sentado a la derecha del acusado, el abogado defensor de oficio se limpiaba las lágrimas que le escurrían con cada palabra que el juez agregaba. “No comprendo cómo alguien puede hacerle eso a un niño”, decía, y les pedía a los fiscales no mostrar más las imágenes contenidas en el expediente. “Esto deja destrozada a cualquier persona. Parece que a usted no, pero al resto sí”, decía, dirigiéndose al acusado: Óscar Eduardo Orjuela Pinzón, de 19 años, que miraba de frente al juez y parecía ser el único de los asistentes que mantenía la tranquilidad.

Orjuela estaba en ese lugar inculpado de abuso sexual, tortura y asesinato de un niño de 22 meses, hijo de la mujer con quien tenía una relación desde hacía poco tiempo. La necropsia del niño registró quemaduras, fracturas, heridas en sus órganos sexuales. Los forenses encontraron cuarenta y cuatro lesiones en todo su cuerpo: de la cabeza a los pies.

Esto sucedió en enero del año pasado. Fue uno de los treinta y ocho homicidios de menores de edad que se presentaron ese mes en el país. En ese mes, sí: un solo mes. Con el agravante –que desafortunadamente se repite con frecuencia en este delito– de la existencia de relación familiar entre víctima y victimario. El asesinato de niños –sea a manos de un padre, una madre, un padrastro, una madrastra, o no– es uno de los actos que más causa indignación por el grado de indefensión de la víctima. No es fácil de procesar –no digamos entender, porque eso ya resulta imposible– cómo una persona puede llevar a cabo tal acción contra una niña o un niño muchas veces de pocos meses de edad.

Los números reportados por el Instituto de Medicina Legal muestran que no es un delito ni mucho menos esporádico. El año pasado fueron asesinados 579 menores edad; ochenta de ellos tenían entre 0 y 11 años. Es un hecho antinatural que se ha convertido tristemente en la noticia de casi cada día. El martes pasado, a disparos y a machete, atacaron a tres en el barrio Buenos Aires, de Quibdó. Tenían 17, 12 y 11 once años. Dos murieron en el acto. El menor quedó herido de gravedad. Ayer se supo que también murió.

Quieren que se les llame enfermos, pero no tienen nada que ver con enfermedad mental. Son unos delincuentes. Tienen un cáncer en el alma.

¿Qué pasa en la mente de alguien que es capaz de matar a un niño? Los psiquiatras y médicos forenses entrevistados coinciden en algo: no hay una sola respuesta. Y menos una que sea simple. Se unen muchos factores que pueden llevar a ese desenlace. Algunos de estos hechos pueden ser protagonizados por personas que padecen alguna enfermedad mental. Se presentan durante un episodio psicótico posparto, por ejemplo, o un acto ejecutado por un paciente psiquiátrico que ha perdido el contacto con la realidad. Estos son casos que se caracterizan porque quien lo comete no lo hace con dolo ni obtiene ningún tipo de placer o satisfacción al ejecutarlo.

Lo sucedido con la mujer que ató a su hijo de 10 años a su cuerpo y luego se lanzó de un viaducto en construcción en Ibagué, en febrero del 2019, pudo tener esas características. En medio de una depresión severa, según los investigadores, la madre tomó esa decisión. Sin embargo, los homicidios de niños provocados por una enfermedad mental son minoría. “Del otro lado están los que algunos quieren que se les llame enfermos, pero que no tienen nada que ver con enfermedad mental. Son unos delincuentes”, dice el psiquiatra Iván Jiménez, que durante trece años fue médico forense en Medicina Legal.

En la psiquiatría se sitúa a estas personas dentro del trastorno antisocial de la personalidad. De la personalidad, no mental. En términos más conocidos: son los llamados psicópatas o sociópatas. Personas con ciertas características como la carencia de empatía, ausencia de sentimiento de culpa o con dificultad para procesar las emociones, egocéntricos, capaces de crear una fachada perfecta que cubra sus intenciones; seres que sienten que el mundo les debe algo y que tienen derecho a tomar lo que quieran y como lo quieran con tal de que les produzca placer; capaces de hacer el mayor daño posible –aunque no todos llegaran a cometer actos criminales como el asesinato– sin el mínimo remordimiento por sus acciones.

Si a esto se le suman componentes narcisistas (lo único que les importa es su propio bienestar y su satisfacción) o de sadismo (obtienen placer al cometer actos de crueldad contra otra persona; les fascina ver su sufrimiento), estamos ante una bomba que puede crear tragedias.

Sienten que el mundo les debe algo y que tienen derecho a tomar lo que quieran y como lo quieran con tal de que les produzca placer.

El de Luis Alfredo Garavito –acusado de ciento setenta y ocho asesinatos de niños, de los cuales más de ciento treinta ya tienen fallo condenatorio– es un caso de psicopatía de libro. Sin embargo, no es necesario llegar a tal número de víctimas para entrar en esa categoría. Orjuela Pinzón, por ejemplo, con las acciones cometidas contra el niño de 22 meses y los rasgos de personalidad mostrados, da pie a los especialistas para ser considerado con características psicopáticas. “Es un problema de personalidad muy grave para el que la psiquiatría no tiene ningún tratamiento –dice el especialista Iván Jiménez–. Algunos piensan que se puede llegar a hacer algo con psicópatas menores, pero con alguien que mata un niño, no. Para ellos el único tratamiento es la pena que les den. La cárcel. Estas personas no son enfermas mentales. Tienen un cáncer en el alma”.

Otro rasgo que los caracteriza es que no muestran fácilmente sus cartas: suelen ser expertos en la manipulación. Son seres capaces de convencer que sus mentiras son verdad. ¿Recuerdan a Orlando Pelayo? El hombre que hoy paga en prisión una condena de cincuenta y ocho años por el asesinato de su hijo Luis Santiago, cuando tenía 11 meses de edad. Durante cuatro días Pelayo convenció a todo el país de que estaba invadido por el dolor debido a la desaparición de su hijo. Lloraba ante las cámaras y prendía velas en busca de ayuda divina, mientras imploraba por alguna noticia sobre el paradero de su hijo. Pero en su interior sabía perfectamente las razones por las cuales Luis Santiago no estaba entre ellos. Y por qué no iba a volver.

Ahí estuvo retratada la capacidad del psicópata o sociópata para manipular. “Como buenos jugadores de póquer, uno no les ve en la cara la mentira –dice el psiquiatra Juan Manuel Escobar–. Y cuando necesitan ser histriónicos, lo son. Pelayo llegó a conmover a todo el mundo. A lo mejor hasta lloraba de verdad”.

Lo que le sucedió a Luis Santiago está contemplado dentro del concepto de filicidio: muerte dada por un padre o una madre a su propio hijo. Un delito que desafortunadamente no es esporádico. En las estadísticas publicadas por Medicina Legal para el año 2019, hay catorce casos registrados de filicidio con la madre como presunta agresora y ocho casos con el padre como presunto agresor. “Y estamos hablando antes de la pandemia. En esta época puede que hayan aumentado porque, en términos generales, la violencia intrafamiliar aumentó”, dice el médico forense Máximo Duque. Además hay que tener en cuenta el subregistro. Según el psiquiatra Escobar, muchos niños mueren por negligencia y no se reporta esa causa. “Es posible que muchos casos se camuflen -explica el médico–. Los padres dicen ‘se enfermó y se murió’ y no se hacen las investigaciones debidas”. Sin contar los casos que son considerados accidentes.

Es un problema de personalidad muy grave para el que la psiquiatría no tiene ningún tratamiento.

La posibilidad de que un homicidio de estos se presente puede aumentar en situaciones de maltrato infantil persistente o de violencia intrafamiliar severa. “He conocido casos en los que una persona, para vengarse de su pareja, mata al hijo que tienen en común”, agrega el forense Duque, que fue director del Instituto de Medicina Legal. El 24 de marzo del 2019, Gloria Aideé Huertas Riaño les quitó la vida a su pareja y a sus hijos de 10 y 7 años. Según concluyeron los investigadores de la Fiscalía, la mujer “intempestivamente, fue a la cocina, cogió un cuchillo y atacó a su compañero por la espalda. Posteriormente, se dirigió a la alcoba de sus hijos y también los agredió con arma cortopunzante hasta causarles la muerte”. Los vecinos del conjunto residencial de Bogotá en el que vivía la familia dijeron que habían oído muchas veces discusiones entre la pareja. Al parecer estaban a poco tiempo de separarse, realidad que ella no quiso aceptar. Hoy cumple una condena de cincuenta años.

Celos. Impulsividad. Ira. Deseos de venganza. Todo esto puede unirse y formar una mezcla mortal. “Hago esto para que al otro le duela”. “Para que vea cómo le hago daño”. Sin embargo, en esta suma de elementos tiene que haber necesariamente algo más, afirman los psiquiatras. Se tienen que presentar otras condiciones. “Seguramente son personas que vivieron mucha violencia, con una historia de maltrato en su propia infancia; puede haber baja educación, baja inteligencia –que les permitiría encontrar otras salidas a ese tipo de situaciones–, también la presencia de hijos no deseados. Además del hecho de no haber logrado una relación de apego positivo, que sería como una suerte de vacuna contra el filicidio”, dice Juan Manuel Escobar.

Y un detalle que se repite en casi todos los homicidios de niños, en especial los presentados en ausencia de enfermedad mental del responsable: los victimarios –hombre o mujer– van a decir y repetir que no son culpables. Sucedió con Garavito, con Pelayo, con Huertas. Y así con cientos más. “Luego de cometer un acto así, ellos están asustados pero porque los van a meter a la cárcel, no por lo que hicieron”, concluye Jiménez. Tampoco les interesa la verdad.
Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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