Todos nos hemos sentido agobiados por el estrés y la preocupación. Ante cualquier circunstancia que interpretamos como una amenaza, experimentamos distintos síntomas de estrés; físicos, emocionales y cognitivos. Hay un síntoma típico que muchos hemos padecido, ¡el famoso dolor de estomago! ¿Sabes por qué te duele?
La preocupación es una respuesta cognitiva-emocional ante posibles situaciones que presumimos serán adversas y con malas consecuencias. Esta respuesta anticipada desencadena nuestra reacción de estrés, provocando en el organismo algunos cambios que nos permiten enfrentar las posibles amenazas.
La preocupación y el estrés nos han salvado la vida
Gracias a la preocupación, esa capacidad de anticiparnos a los peligros, nos hemos mantenido a salvo. Te parecerá contradictorio, pero el estrés nos ha salvado la vida. Gracias a esa capacidad de anticiparnos a los peligros y a la capacidad de respuesta física y mental, la humanidad ha evitado su extinción. ¡Si no fuera por el estrés estaríamos muertos!
Como parte de esa preparación física, el organismo segrega hormonas como el cortisol y la adrenalina, que activan todos los mecanismos corporales para poder luchar con fiereza o huir con rapidez.
De modo que la misión del estrés es resguardar la vida, por ejemplo, la presión arterial sube y el corazón se agita para bombear más sangre hasta los músculos y endurecerlos para que podamos golpear o correr con más velocidad.
El sistema digestivo al servicio del estrés
En nuestro cuerpo suceden cambios físicos importantes para que salgamos airosos, ya sea atacando o huyendo del peligro. En esta reacción, que inicialmente era adaptativa, el sistema digestivo aporta su energía de funcionamiento para que el cuerpo se resguarde. Eso es lo natural, así se salvaron nuestros ancestros de ser devorados por animales salvajes.
En la actualidad, las amenazas son de otro tipo, pero continuamos reaccionando como si todavía se tratara de pelear o de huir. Los distintos sistemas pasan a un segundo plano, por ejemplo, el sistema digestivo, ampliamente conectado con nuestra red de nervios, se ralentiza, no hay tiempo para comer ni sangre disponible para completar la digestión. La consecuencia es que nos dé acidez y nos duela el estómago. También podemos tener diarrea o estreñimiento.
¿Qué sucede en nuestro cuerpo si nos mantenemos en estado de preocupación permanente, pensando que algo malo está por sucedernos?
La respuesta de estrés se mantiene activada con sus mecanismos de ataque o lucha, por lo que es probable que cada vez tengamos menos energía disponible para que nuestros sistemas funcionen adecuadamente, además nos sobrevienen la fatiga y enfermedades. Esta respuesta de estrés debería ser de corta duración: detectar un peligro, atacarlo o alejarse y luego retornar a la tranquilidad.
Al cesar la amenaza el cortisol y la adrenalina tendrían que autorregularse. Antes era así, pero ahora vivimos en estado de alerta permanente, son muchas las preocupaciones que nos mantienen activados. Por esto es muy importante que aprendamos a autorregularnos y a evitar las preocupaciones.
Recomendaciones básicas para manejar el estrés y las preocupaciones
Enfócate en el presente, deja de adelantarte al futuro. Vive un día la vez.
Abandona el deseo de controlarlo todo, acepta las cosas que no puedes cambiar.
Evita magnificar las situaciones de estrés, valora las cosas en su justa medida.
Céntrate en tus fortalezas, deja de preocuparte por lo que no puedes hacer y potencia lo que sí puedes.
Mantén el equilibrio vida personal -trabajo y asegúrate un adecuado descanso.
Realiza actividades que te den bienestar y en las que fluyes, ten un pasatiempo que despeje tu mente.
Realiza con frecuencia alguna actividad física de tu agrado como caminar o nadar.
Cultiva las buenas relaciones con familiares y amigos.
Come sano y a las horas reglamentarias.
Para reflexionar: El dolor de estomago puede ser un llamado del cuerpo para que emprendas cambios que resguarden tu salud. ¿Qué te impide comenzar hoy?