Cambiar los malos hábitos no es sencillo porque los realizamos de forma automática e inconsciente. Actuar en consecuencia y hacer cosas diferentes nos ayudará.
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Un hábito es aquella acción que realizamos de forma inconsciente y sin esfuerzo, que reside en nuestro subconsciente. Los hábitos y rutinas están normalizados en nuestro día a día y los llevamos a cabo sin pensar, de forma automática, a pesar de que no siempre son beneficiosos. Y, lo peor, es que son difíciles de erradicar.
¿Cómo podemos cambiar nuestros hábitos?
La clave está en pararnos a pensar en nuestra jornada diaria para identificar aquellas acciones que nos están perjudicando: a nuestra salud, a nuestras relaciones sociales y familiares, a nuestro carácter... Es decir, pasarlas del lado subconsciente al consciente y ver claramente los efectos negativos que nos está acarreando. Y es algo que no se consigue de un día para otro. Si existe motivación, lo normal es lograrlo en unos quince días.
Una vez tengamos definido un mal hábito y nos hayamos mentalizado de lo pernicioso de sus consecuencias, nos toca buscar soluciones, que vendrán acompañadas por un cambio en nuestras acciones. Por ejemplo, una de las rutinas perjudiciales que hemos detectado es que todos los días nos comemos una pieza de bollería industrial para almorzar, que ha influido negativamente en nuestros niveles de colesterol, aumento de peso, problemas de estómago, etc. ¿Qué cambio tenemos que adoptar? Cambiar ese almuerzo por otro más saludable, como dos piezas de fruta.
Al principio no será fácil, y el cerebro buscará excusas diversas para que sigamos por el camino del subconsciente, que lleva tiempo construido. “Se me ha olvidado coger hoy la manzana”; “Es más cómodo comprar en la tienda de la esquina en el momento que llevarlo de casa”; “Ayer no pude ir a comprar al supermercado y no tengo fruta para llevar”, etc. Son diálogos internos que se pueden predecir y, si tenemos voluntad, podemos anticiparnos a ellos para rebatirlos y vencer.
Pararse a reflexionar diariamente es un buen sistema, igual que tener siempre presente un ‘para qué’, un objetivo concreto y bien definido que pueda conseguirse si adoptamos ese cambio de aires. Esta vía lanzará a nuestro cerebro mensajes motivadores, necesarios para no flaquear, y que nos obligarán a romper con ciertas barreras mentales y a nadar contracorriente, dejando a un lado valores que se nos han inculcado desde pequeños. Como perseguir la perfección, aunque la vida se nos vaya en ello, o cumplir en el trabajo, aunque ello nos impida disfrutar de nuestra familia y amigos.
Con dos o tres semanas de constancia, trabajando desde nuestro lado consciente, terminaremos adoptando ese nuevo hábito beneficioso. De esta manera, se hará fuerte en nuestro inconsciente, consiguiendo con ello una mejora sustancial en nuestro bienestar sin ejercer apenas esfuerzo.