Algunas personas intentan resignarse a un amor inconcluso, pero tarde que temprano, el déficit termina por alterar la relación y la tranquilidad personal. ¿Amor de pareja sin deseo?: dudoso, o entonces es otra cosa. ¿Convivir con el enemigo?: insostenible. ¿Despreocuparse por el bienestar de la persona amada?: demasiado cruel. Es una realidad: solo en la presencia activa e interrelacionada del deseo, la amistad y la compasión, el amor se realiza.
“El amor incompleto duele y enferma”.
Existen quienes disocian los tres amores hasta configurar una especie de Frankenstein afectivo. Eros (deseo): una o dos veces por semana con su amante. Philia (amistad): en el hogar, junto a la esposa o el esposo. Y Ágape (preocupación): los domingos en misa. Cuánto más disgregados estén los componentes del amor, mayor será la sensación de vacío y desamor. ¿Somos ignorantes en el amor?: Podría decirse que sí. ¿Analfabetos emocionales?: tal vez no, más bien disléxicos, malos lectores.
Cada pareja crea su propio estilo afectivo. Hay parejas más “eróticas”, más “phílicas” o más “agápicas”. La pregunta que surge es: ¿pueden coexistir las tres dimensiones a la vez, es decir, parejas “eroticophilicoagápicas”? Claro que sí. Y no se trata de relaciones idealizadas o de las superparejas que solo existen en la imaginación de los ilusos. De lo que se trata es de construir un conjunto afectivo estable, donde los tres complementos básicos del amor estén presentes cumpliendo, al menos, dos condiciones básicas:
Que ninguna de las tres dimensiones se encuentre por debajo del nivel mínimo de funcionamiento que requiera la pareja.
Que cada componente pueda activarse cuando la situación y/ o la necesidad así lo amerite.
De esta manera, es posible alejar el sufrimiento del interior de la pareja para comenzar a disfrutar de las mieles del amor sano y armonioso.