Cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre.Gabriel García Márquez
La pérdida de un padre a cualquier edad, siempre genera consecuencias adversas para los sobrevivientes. Sin embargo, diversos estudios han encontrado que el duelo por la pérdida de alguno de los padres o de ambos, es una experiencia traumática y poco común para los adolescentes o los adultos jóvenes, ya que conlleva a afrontar un duelo prematuro con menos compañeros de la misma edad que compartan dicha experiencia y puedan brindarle apoyo y consuelo.
Los niños al igual que los adolescentes tienen la expectativa “inmodificable” de compartir cinco o más décadas de vida con sus padres y cuando la muerte de un padre o de ambos rompe estos vínculos, se pierde una fuente importante y, a menudo, irreemplazable de apoyo emocional e instrumental, lo que puede implicar reducciones permanentes en el bienestar subjetivo de los huérfanos (Umberson, 2003).
Por otra parte, a diferencia de los menores de edad, los adultos mayores o de edades avanzadas tienen más tiempo de prepararse para la muerte de los padres y participar en el afrontamiento anticipado de dicha pérdida, especialmente si los padres ya tienen alguna enfermedad crónica relacionada con la edad, ya que pueden encontrar consuelo asumiendo la muerte del progenitor como una transición que forma parte del flujo natural de la vida.
Además, también se encuentra que en la edad adulta el papel de los padres como figuras primarias de apego pasan a un segundo plano y en su lugar aparecen los compañeros, los cónyuges y los propios hijos. En cambio, en edades tempranas los padres son una fuente fundamental de consuelo emocional y apoyo instrumental, por lo que su muerte en muchas ocasiones es irremplazable.
Diferencias de género en los efectos del duelo
A pesar de que no hay muchos estudios con respecto al género y el impacto en los hijos por la muerte o perdida de alguno de los padres, diversos estudios han encontrado que la muerte de una madre es más traumática que la muerte de un padre (Umberson, 2003).
Lo anterior puede deberse no solo a que las madres son las principales cuidadoras en la infancia, sino también a que son las que a lo largo de la vida continúan invirtiendo más en el cuidado, la protección y las relaciones familiares.
Con respecto a la diferencia entre hombres y mujeres se ha encontrado, que los adolescentes y adultos jóvenes tienden a sufrir más por la muerte del padre. A diferencia de las adolescentes mujeres para quienes la muerte de la madre conlleva consecuencias particularmente adversas debido a las cualidades únicas que caracterizan el vínculo de apego madre-hija como, mayor intimidad, frecuencia de contacto y apoyo instrumental (Leopold & Lechner, 2015).
Se ha demostrado, también, que el vínculo madre-hija se estrecha más cuando las hijas experimentan importantes transiciones adultas, como el matrimonio y la maternidad. Durante esta etapa de la vida, la pérdida de la madre puede representar un evento disruptivo traumático del cual muchas hijas no pueden recuperarse por completo en términos de bienestar subjetivo y, además, experimentan una disminución considerable en los niveles de satisfacción con la vida.
También se sugiere que puede haber algún impacto a largo plazo, particularmente para las mujeres, pasados los 30 años después de la perdida, como padecer depresión mayor, tener bajas laborales, problemas académicos o ser fumadoras (Ellis, et. al, 2013).
Factores que moderan las experiencias de duelo
Hay diversos riesgos o factores interrelacionados que influyen o median la vivencia del afrontamiento del duelo en el adolescente, estos son:
Las experiencias previas que haya tenido antes de la pérdida.
Los estilos de afrontamiento previamente adquiridos frente a la pérdida o la adversidad.
Sus relaciones familiares y sociales: incluida la relación con el padre que ha fallecido.
El entorno y la cultura a la cual pertenece.
La calidad de las relaciones con otros miembros de la familia como tíos, abuelos, hermanos o primos cercanos.
Las circunstancias de la muerte. La muerte súbita o el no poder despedirse puede dificultar la sensación de cierre y puede complicar aún más el duelo.
No poder participar en los rituales funerarios o de despedida establecidos en su propia cultura, conllevan un duelo más largo y más difícil de afrontar.
Consecuencias de la perdida
A diferencia de los adultos mayores o en edades avanzadas, para los niños, los adolescentes y los adultos jóvenes, la muerte de los padres y los abuelos tienen efectos adversos más pronunciados, en el bienestar subjetivo y la satisfacción con la vida (Rostila y Saarela, 2011).
Estos efectos se ven reflejados en:
Mayores probabilidades de abuso de sustancias.
Mayor vulnerabilidad a la depresión.
Mayor riesgo de comportamiento delictivo.
Bajo rendimiento escolar.
Tasas de empleo más bajas.
Atención más limitada a los cuidados propios de la edad.
Dificultades en la transición a la edad adulta.
Rupturas o debilitamiento de los vínculos afectivos con otros miembros de la familia.
Alteraciones en las fuentes de apoyo y seguridad económica.
Aumento de emociones y sentimientos negativos que pueden generar una respuesta prolongada al estrés.
Factores que pueden ayudar a afrontar la perdida
Si bien es cierto que para el padre sobreviviente la crianza de los hijos es desafiante, variada y a largo plazo, y que además tendrá una amplia gama de necesidades prácticas, emocionales, sociales y financieras; es importante que tengan en cuenta que el adolescente también necesitará de su ayuda y apoyo para poder afrontar y elaborar la muerte y la perdida.
Así pues, les dejo varias sugerencias que son importantes tener en cuenta en el momento de ayudar a su hijo adolescente a afrontar la perdida:
1. Aumenten y promuevan el apoyo entre hermanos y otros miembros de la familia.
La muerte de un padre es una crisis para los familiares sobrevivientes, lo que crea la necesidad de apoyo mutuo. Por tanto, es importante que los adultos, como abuelos, tíos, primos o hermanos mayores, estrechen el vínculo con el adolescente o adulto joven y le brinden su apoyo y compañía. Esto es importante porque ayuda a disminuir los sentimientos de soledad y desamparo.
Es fundamental promover una buena calidad en las relaciones dentro de la familia, ya que esto también influye en la recuperación del adolescente después de la perdida. Por tanto, es importante que se sienta seguro y protegido para que los niveles de angustia y estrés le sean tolerables y manejables.
2. Hablen clara y abiertamente sobre la muerte y el padre fallecido
Invítenlo a hablar sobre lo sucedido y cómo se siente al respecto, pero no lo presionen, y cuando este decida a hablar, escúchenlo con serenidad, con paciencia, dulzura y empatía. No lo interrumpan y dejen que exprese sus emociones de dolor, rabia, frustración, desconsuelo, desconcierto y desamparo.
El poder hablar tranquilamente sobre la perdida es un gran alivio y le permitirá ir abriendo su campo mental y emocional a otro tipo de sentimientos relacionadas con el proceso de duelo.
También es importante que les brinden información clara y honesta sobre lo sucedió y sobre la muerte. Esta información debe brindárselas en momentos apropiados, y debe ser coherente o ajustarse al estilo de personalidad del adolescente o el adulto joven. Hacer esto le permitirá ir comprendiendo su experiencia y aceptando la perdida como una parte inherente de la vida.
3. Intenten que siga con las rutinas que ya tenían establecidas
Muchos padres sobrevivientes tienden a mudarse de casa, de barrio o ciudad porque creen que esto les puede ayudarlos con el dolor y la perdida, sin embargo, la separación de la familia cercana, de los amigos y de los lugares conocidos como el centro escolar o el barrio, hace que la adaptación a la muerte de los padres sea más difícil y aumenta la angustia, la soledad y el desconsuelo del adolescente.
Por tanto, es importante que se intente, en la medida de lo posible, no retirar al adolescente de los lugares que ya conoce, y que continúe realizando o participando en las actividades que ya tenía previamente establecidas, hacer esto disminuirá a largo plazo las probabilidades de que estos experimenten dificultades emocionales y sentimientos de inseguridad y soledad en la vida adulta (Ellis, et. al, 2013).
4. Busquen ayuda de un psicoterapeuta.
La psicoterapia de acompañamiento en procesos de duelo y perdida suele ser de gran ayuda. Por tanto, en algunos casos es importante que se valore la posibilidad de que el adolescente al igual que el padre sobreviviente busquen este tipo de ayuda especializada. Esto les permitirá explorar los diferentes significados asociados con la experiencia de duelo que cada uno está vivenciando, y les ayudara a integrarla y adaptarse a los cambios que ha generado la perdida paterno filial. También será un espacio donde podrán discutir sobre las complejidades y las dificultades que puedan haber surgido en la comunicación con otros miembros de la familia.
5. Promuevan el contacto con su grupo de amigos.
No permitan que el adolescente o el adulto joven se aísle, ya que los amigos y los grupos suelen ser una fuente de apoyo. Si bien es cierto que habrá momentos en los cuales necesitaran estar solos y no querrán tener contacto con nadie, es importante que promuevan el contacto con los amigos, al igual que la participación en actividades de grupo.