Cómo sobrellevar la ansiedad y depresión que dejó la pandemia?


La Nota Económica dialogó con el psicólogo Miguel Gutiérrez a cerca de los posibles efectos en la salud mental que puede generar en los jóvenes el aislamiento social provocado por la emergencia sanitaria que está viviendo el mundo, cómo identificar si una persona padece de trastornos mentales y qué hacer para controlar estas afectaciones. Gutiérrez Peláez es profesor titular del programa de Psicología de la Universidad del Rosario. Magíster en Psicoanálisis de la Universidad de Buenos Aires y doctor en Psicología de la misma institución. Actualmente es miembro del Centro de Estudios Psicosociales (CEPSO) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).

Debido al encierro provocado por la pandemia, han aumentado los casos de ansiedad y depresión, ¿Cómo saber si hay síntomas de estos trastornos en jóvenes y adultos?

La ansiedad y la depresión se manifiestan de diversas maneras, como el aislamiento, la pérdida de interés por actividades que antes emocionaban a la persona, irritabilidad, llanto frecuente, alteraciones en los ciclos de sueño y en la alimentación, que en algunos casos pueden ir acompañados de usos problemáticos de alcohol o sustancias psicoactivas.

La pandemia por el COVID-19, si bien ha sido un fenómeno mundial, no ha tenido el mismo impacto en todas las personas. Esta situación ha puesto en evidencia las enormes diferencias sociales que nos cobijan. Para algunos, ha traído momentos gozosos, para otros, ha sido disparadora de un gran malestar: padres que pierden sus empleos, familiares enfermos, la inminencia de la muerte, la ruptura en el lazo social y la angustia de vivir cada día frente a una enorme incertidumbre.

En los jóvenes se suman algunos impactos específicos. Están en un momento en el que necesitan separarse de sus padres, buscar otras personas o grupos para identificarse y constituirse como personas originales y distintas a las que vienen siendo en el núcleo familiar. Esto se vió truncado por la imposibilidad de salir, produciendo ansiedad al no poder estar en esos espacios con sus pares. Algunos han perdido la oportunidad de celebrar algunas ocasiones importantes que añoraban, como grados y fiestas. Encontramos hogares que no han superado la prueba de estar las 24 horas del día juntos. Ciertas relaciones de pareja funcionaban bien no estando todo el tiempo juntos y eso lo evidencia el alto número de separaciones desencadenadas por la experiencia de la pandemia. Algunos jóvenes han tenido que enfrentarse a estos aspectos disfuncionales de las relaciones de sus padres, los cuales estaban velados por la normalidad anterior a la pandemia. La vida sexual de los jóvenes, al igual que la de muchos adultos, ha sido gravemente afectada por el confinamiento.

¿Qué pueden hacer los padres de familia para controlar estos trastornos?

Deben estar atentos tanto a las afectaciones emocionales de sus hijos como de las suyas. No son solo los niños y jóvenes quienes pueden presentar alteraciones. Un padre afectado emocionalmente puede no ser la persona más indicada para apoyar a otro miembro de la familia. Es clave estar atento a las señales más evidentes, como los cambios emocionales descritos y tratarlos, no como una falta de voluntad de la persona, sino respetuosamente, como una consecuencia real de las experiencias de vida que se están atravesando. Es un cálculo muchas veces difícil de hacer, pero es necesario que la familia pueda reflexionar si en un momento determinado no está siendo posible abordar las dificultades de uno o algunos de sus miembros y que se requiera la atención de un profesional.

¿Cuáles son las personas que pueden estar más expuestas a sufrir de ansiedad y depresión?

Personas que hayan tenido vivencias anteriores de trastornos afectivos pueden ser especialmente vulnerables, pero no es una norma y no hay que estigmatizar a las personas que hayan tenido dificultades previas o diagnósticos psicológicos o psiquiátricos. Dependerá de cada caso lo que pueda vivirse en el marco de la pandemia y que produzca afectaciones tales en la vida personal de alguien que lo lleve a presentar dificultades para retomar su vida del mismo modo en el que la vivía antes.

¿Cómo proteger la salud mental después de más de 100 días de aislamiento social?

Además de los lazos de solidaridad y de “apoyo percibido”, que es la percepción que tiene alguien de que puede contar con sus vecinos y comunidad frente a posibles eventualidades; es importante estar atento a las señales individuales que pueden mostrar que una persona, en un determinado momento, no cuenta con los recursos individuales para hacer frente a las afectaciones emocionales y psicológicas que está teniendo. Al igual que lo que aprendimos de la clínica de guerra durante el siglo XX, muchas veces los síntomas no se desencadenan durante la algidez del combate (en este caso, en el pico de contagios y durante la cuarentena), sino en el retorno a la normalidad, el retorno a los ambientes familiares. Es posible que sigamos viendo en el post-confinamiento un aumento de dificultades emocionales y psicológicas, lo que puede parecer paradójico al pensar que deberíamos estar mejor al ir retornando a cierta normalidad. Es importante estar alerta a esto y poder contactar ayuda profesional en el caso que se necesite. No esperar a que la crisis esté desbordada, sino incluso hacer un uso profiláctico de la atención en salud mental.

Además, se debe tener en cuenta que no todo el mundo vive los procesos de la misma manera y que lo que le sirve a una persona, puede no ser lo que funciona a otra. Las personas deben tomar su salud mental en serio y estar atentos a percibir lo que está sintiendo en cada momento y cuándo una determinada acción o medida está afectando psicológicamente.

¿Cómo pueden orientar los padres a sus hijos ante un nuevo panorama de una educación virtual persistente o una semipresencial?

La educación virtual ha traído dificultades en diversos aspectos. Los padres han tenido que asumir el rol de tutores o profesores auxiliares, lo que les ha demandado un tiempo adicional importante, el cual no tienen porque los tiempos de trabajo se han aumentado notablemente bajo la premisa de que, si alguien trabaja virtualmente desde la casa, está disponible siempre. Adicionalmente, les ha exigido a los padres unas competencias que no tienen, pues nos son expertos en educación, como sí lo son los educadores, y eso en algunos casos ha deteriorado las relaciones entre padres e hijos.

Sin embargo, para este segundo semestre del año, varias de esas instituciones educativas, colegios y universidades, han hecho esfuerzos enormes para elaborar estrategias pedagógicas efectivas y formar a sus docentes en herramientas tecnológicas y procesos de enseñanza y aprendizaje más apropiados para la pedagogía virtual. Considero que es importante que las instituciones educativas puedan transmitir esto a los estudiantes y padres, generando confianza en ellos, y que los padres puedan, a su vez, confiar en las instituciones en las que estudian sus hijos.

El estudio semipresencial trae esperanzas y miedos. Hay padres que añoran que sus hijos vuelvan a tener espacios de socialización con su círculo social. Hay otros que se angustian frente a ello, temiendo que sus hijos se contagien, enfermen y puedan enfermar a otros miembros de la familia. Creo que es respetable esto y por ello muchas instituciones educativas han previsto para este semestre que haya estudiantes que, así se hayan levantado ciertas restricciones a nivel distrital o nacional, prefieran permanecer durante el semestre en una modalidad 100% virtual.
Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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