La soledad en nuestros mayores


El secreto de una buena vejez, es un pacto honrado con la soledad”. Gabriel García Márquez.

La soledad es un sentimiento que nos acompaña y acompañará a todos en algunos momentos o etapas de nuestra existencia. De hecho, “nacemos solos y moriremos solos”, versa el dicho popular; sin embargo, hay una gran diferencia entre estar solo o no tener compañía (soledad objetiva) y sentirse solo (soledad subjetiva).

El no tener compañía en algún momento de nuestra vida no necesariamente es negativo, de hecho a veces es necesario tener nuestros espacios de soledad e intimidad. Pero, la soledad subjetiva o aquella que es definida como el “convencimiento apesadumbrado de estar excluido, de no tener acceso a ese mundo de interacciones, siendo una condición de malestar emocional que surge cuando una persona se siente incomprendida o rechazada por otros o carece de compañía para las actividades deseadas, tanto físicas como intelectuales o para lograr intimidad emocional” (V. Madoz).

Y, cuando no es elegida ni buscada, con el tiempo puede convertirse en un sentimiento negativo y generarle a la persona que lo vive, diversos problemas físicos, emocionales, mentales y sociales, y muy especialmente a las personas mayores.

Porque la soledad en la vejez no es un sentimiento elegido o buscado, sino que es encontrado por las diferentes circunstancias naturales que caracterizan a esta etapa de la vida, y cuyo común denominador son las pérdidas las cuales facilitan o favorecen la aparición del sentimiento de soledad tanto objetivamente como subjetivamente.

“El arte de envejecer, es el arte de conservar alguna esperanza”. André Maurois.

Las pérdidas principales a las cuales se tienen que enfrentar las personas mayores son:
La ida de los hijos ya sea por motivos de estudios o laborales, pero principalmente para construir su propio sistema familiar, lo cual puede llegar a generar un sentimiento de indefensión y de profunda soledad.
La muerte de seres queridos, amigos o familiares, y principalmente la muerte del cónyuge, ya que supone encontrarse sin la compañía, el afecto y el apoyo afectivo y hasta material del cónyuge fallecido, de hecho varios autores, plantean que si la convivencia ha sido buena o si el que fallece es la persona a la cual se ha cuidado durante años, el impacto emocional por la pérdida será mayor y más difícil de sobrellevar o superar, incluso, la presencia de los hijos o de personas cercanas no logran ayudar al anciano a aliviar sus sentimientos de tristeza y soledad. Hay historias tan conmovedoras y reveladoras a este respecto, como el de una pareja de ancianos de San Diego (California), estos se conocieron cuando tenían 8 años, tenían 5 hijos, 14 nietos y 14 bisnietos; y murieron con escasas 24 horas de diferencia después de pasar 75 años de su vida juntos. Un día después de haber fallecido su marido, ella falleció tras decirle a él «espérame, estaré contigo pronto».
La Jubilación, es otro evento importante para las personas mayores. Salir del mercado laboral, implica tener más tiempo libre para realizar otras actividades de disfrute y placer, y también les facilita la interacción y la participación en la vida social como cuidar de sus nietos, leer, viajar o participar de algún club; otros mayores, sin embargo no saben en qué ocupar el tiempo libre del que ahora disponen, lo cual puede convertirse en una gran fuente de frustración, soledad y aislamiento, de estrés y depresión.
La pérdida de funciones cognitivas, de autonomía e independencia y la falta de comprensión y ayuda por parte de las personas cercanas, también son una gran fuente de soledad y sufrimiento. 

“La soledad es muy hermosa…cuando se tiene alguien a quien decírselo”.

Gustavo Adolfo Bécquer.

Diversos estudios han relacionado la soledad o el aislamiento no elegido con diversos problemas de salud, de hecho han confirmado la relación directa que existe entre la soledad y la ansiedad con la depresión, las demencias, (principalmente el alzhéimer) la presión arterial, las alteraciones del sistema inmune, así como el riesgo de muerte prematura, el cual en los mayores aumenta un 14%, y también su influencia en la cardiopatía isquémica o ictus.

Con respecto a esta última, un estudio dirigido por investigadores de la facultad de ciencias de la salud de la universidad de York (Reino Unido) pudieron demostrar que el aislamiento social y la soledad tienen una relación directa con un aumento de un 29% del riesgo de padecer un infarto o una angina de pecho, y un 32% de incremento en el caso del ictus; por lo tanto «la magnitud del efecto de la soledad y el aislamiento social es comparable al de otros factores de riesgo psicosocial ya reconocidos, como son la ansiedad o el estrés laboral», concluyeron los responsables de dicha investigación.

Por otro lado, John Cacioppo, autor de varios libros sobre la soledad y uno de los precursores de la llamada neurociencia social, investigó por un periodo de cinco años los cambios que genera la soledad a nivel genético, y concluyó que la soledad incide en la programación de nuestros genes, lo cual se caracteriza por un aumento de la respuesta inflamatoria e igualmente por un descenso de la expresión de los genes que están relacionados con la reacción ante los virus; es decir que la soledad reduce nuestra protección contra los virus y la inflamación, y aumenta el riesgo y la gravedad de las infecciones víricas y también de muchas enfermedades crónicas, como el Alzhéimer.

“Necesitamos interacciones sanas con los demás para mantener nuestra salud”.

Robert Wilson

Con respecto a las demencias, las investigaciones han revelado que las personas solitarias tienen un porcentaje más alto de sufrir un deterioro en sus funciones cognitivas y desarrollar la enfermedad de alzhéimer, es decir que la soledad es un factor de riesgo, no una señal temprana de la enfermedad de alzhéimer.

¿Cómo podemos ayudar a nuestros mayores a prevenir su soledad?

El nivel más básico de ayuda es el nivel social, de hecho, varios estudios han podido demostrar que cuando se mejoran las relaciones sociales, también hay una mejoría en la presión arterial, en los niveles de las hormonas del estrés, en las pautas de sueño, en las funciones cognitivas y en el bienestar general de la persona.

Por tanto, los amigos y principalmente la familia son la fuente de sostén, amparo, acompañamiento y ayuda. La paciencia, la empatía, el amor, el compartir buenos momentos, les ayuda a recuperar la confianza, a sentirse seguros y valorados, promueve su autocuidado y les ayuda a restablecer el contacto y los vínculos con el medio externo, ya que cuando nuestros mayores se sienten solos están menos involucrados con su ambiente, consigo mismo y con su autocuidado personal. 

El poder contar con un grupo de amigos, realizar actividades con ellos de ocio e intercambiar información, también reduce la soledad y el aislamiento; al igual que ejercer su rol de abuelos; de hecho “los nietos provocan la sensación de ser más jóvenes, más activos, más útiles”, siempre y cuando no supongan una sobrecarga. Este hecho fue corroborado por una investigación publicada en la revista Journal of Aging and Health y realizada por el equipo de investigación del departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra (España).

En él encontraron que cuando los abuelos cuidan de forma prolongada a los nietos, la sensación positiva de utilidad y rejuvenecimiento también se va acumulando en el transcurrir del tiempo, lo cual les genera una sensación de bienestar; y además, les ayuda a modificar de forma positiva la relación con sus propios hijos, ya que los obliga a verse frecuentemente, lo que reduce su soledad.

“La familia es la principal fuente de ayuda y protección contra la soledad y el aislamiento de los mayores”.

Por otra parte, cuando alguno de los cónyuges ha fallecido y el viudo desea rehacer su vida al lado de otra persona, es importante que la familia respete este deseo y de hecho fomente el que lo haga. Muchos mayores se encuentran ante la coyuntura de tener que decidir entre su nueva pareja y su familia, y muchos optan por seguir solos por miedo a perder los vínculos con su familia, especialmente con los hijos.

La familia debe tener presente que su familiar tiene todo el derecho a tener una buena compañía y a disfrutar de su última etapa de vida al lado de alguien a quien quiere, y tampoco deben olvidar que por encima de todo tiene que prevalecer el bienestar y la felicidad de su ser querido, y tener siempre presente que el afecto y la compañía tiene un gran impacto sobre la salud tanto física como emocional, y hasta con la mortalidad.

El sufrimiento que genera la soledad puede volverse crónico y generar un sentimiento de resignación e inmovilización, lo cual lleva a los mayores a realizar pocas actividades; por tanto es fundamental que los familiares fomenten y promuevan en su ser querido el que participe en actividades de grupos o del vecindario, o que se inscriba en clubes o en alguna actividad educativa, deportiva o lúdica de manera que pueda establecer vínculos y conexiones sociales, en definitiva reducir su soledad crónica y promover su bienestar.
Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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