No solo importa lo que dices, sino también cómo lo dices


A la hora de comunicar lo que sentimos u opinamos, todos tenemos una idea clara de lo que pretendemos hacer entender a los demás, pero no siempre nuestras habilidades de comunicación acompañan el color de nuestras intenciones, por eso es importante el cómo dices lo que quieres comunicar.

Cuando olvidamos que no solo importa lo que decimos sino también el tono de voz que usamos, las palabras que elegimos, el lenguaje corporal y facial, y hasta el lugar y momento seleccionado, lo que parecía un comentario inofensivo puede convertirse en la causa de brechas difíciles de subsanar después, o el germen de un profundo resentimiento. 

Para familiarizarte con estrategias de comunicación efectiva y aumentar las probabilidades de que los demás interpreten correctamente tus palabras, repasemos primero algunos errores habituales y qué hacer para enmendarlos de ahora en adelante. 
Señales de que necesitas mejorar tus habilidades comunicativas
El eje del argumento se acomoda siempre a tu versión de los hechos y cómo crees que deberían ser las cosas (incluso si no hay pruebas tangibles que respalden tu punto). 
Sueles estar tan convencido de tener la razón que ni siquiera te molestas en escuchar al resto. 
Tu lenguaje corporal es agresivo o denota desinterés hacia el otro (por ejemplo: cuando señalas con el dedo, te cruzas de brazos o agitas una pierna ansiosamente). 
Tu volumen, tono, timbre o velocidad de habla son inadecuados (pasa mucho cuando crees no tener tiempo para conversar y dices todo demasiado rápido, en un volumen excesivamente alto o en un tono hostil). 
Tus expresiones gestuales comunican desagrado o exasperación. 
La distancia corporal no corresponde con el tipo de relación que hay entre el interlocutor y tú (si intentas comunicar una sugerencia a tu jefe, por ejemplo, no sería correcto acercarte como lo harías con un familiar, salvo que exista mucha confianza entre ambos). 
Eres impulsivo al hablar (dices lo primero que se te viene a la mente y notas que has sido hiriente cuando ya es muy tarde). 
Con frecuencia, utilizas un lenguaje acusativo que resalta las equivocaciones o defectos de los demás y pasa por alto sus oportunidades de mejora. 
Te cuesta mirar a los ojos cuando hablas. 
Tiendes a levantar la voz cuando el otro no está de acuerdo contigo.
Tu discurso es puramente emocional (ocurre cuando decides entablar una conversación molesto o decepcionado). 
Estrategias de comunicación para una vida exitosa

Si te sientes identificado con alguno de los errores de comunicación descritos antes, estás a tiempo para modificar malos hábitos e influir –para bien– en el concepto que tus amigos, familiares o compañeros de trabajo tienen de ti. 

Puede ser difícil cambiar al principio, sobre todo si algunas costumbres son tics inconscientes, pero haz tu mayor esfuerzo por poner en práctica estos consejos y pronto verás un impacto positivo en la calidad de tus relaciones. 
Envía siempre mensajes claros y coherentes. Si el objetivo de una plática es formalizar una reconciliación, no solo tus palabras deben ser humildes y gentiles, también tu postura y movimientos deberían proyectar confort. 
Comunica transparencia. Al hablar, asegúrate de tener la atención del otro y procura mantener contacto visual. No quieres que los demás duden de tu sinceridad mientras dices lo que quieres comunicar. 
Evita el lenguaje rebuscado. A veces, querer sonar más inteligente y complaciente produce el efecto contrario, las personas pueden sentir que te burlas de ellas o que no estás siendo sincero. Ten la confianza suficiente en ti mismo para que tus palabras reflejen quién eres y lo que hay en tu interior. 
No sonrías ni frunzas el ceño a destiempo. Algunas personas arrugan el entrecejo cuando un tema les interesa mucho, o dejan salir una risa nerviosa en momentos de angustia. Tómate el tiempo para indagar en los hábitos que pudiesen estar entorpeciendo tu capacidad para comunicarte con quienes te rodean; empieza por cambiarlos poco a poco siendo consciente de tu cuerpo en cada conversación. 
Cuando comuniques una idea, cerciórate de que ha sido entendida. Es posible que tu forma de hablar o tu vocabulario no sea fácilmente descifrable para algunos; especialmente cuando te dirijas a alguien con quien no acostumbras conversar todos los días, pregúntale al terminar si ha comprendido tu idea o parafrasea (usando palabras y expresiones coloquiales) para asegurarte de que el mensaje correcto ha sido recibido.

Consejo final: nada bueno pasa cuando te pones a la defensiva

Tienes derecho a estar enojado o triste, pero si tus emociones nublan tu juicio u objetividad es preferible hacer una pausa y hablar luego. 

No bailes al son de la impaciencia y la sensibilidad malsana; una palabra mal dicha tiene el poder de cerrar para siempre las puertas de una relación, así que tómate las cosas con calma.
Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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