Anorexia en la vejez: cuando nuestros abuelos dejan de comer


Por lo general, cuando escuchamos hablar de trastornos de alimentación, como la anorexia, los asociamos con mujeres jóvenes y adolescentes. Sin embargo, dichos trastornos no respetan ni la edad ni el género. De hecho, actualmente se sabe que la anorexia y la malnutrición tienen una prevalencia elevada en las personas de edad avanzada.

Aunque, si bien es cierto que en el envejecimiento normal existe una reducción del apetito, se reporta una disminución de la ingesta calórica diaria de aproximadamente el 30% entre los 20 y 80 años de edad, y la cual se presenta en respuesta a los cambios corporales, a las menores necesidades energéticas y a la menor actividad física que se va teniendo con la edad. También es cierto, que muchos adultos mayores suelen reportar falta de apetito, lo cual se conoce como hiporexia, o en mayor grado una absoluta falta de apetito o anorexia.

Es normal que los ancianos coman menos, debido a la disminución de sus necesidades físicas, y también a los factores fisiológicos asociados con los cambios en la función gastrointestinal. Con la edad el estómago comienza a pedir menos cantidad, el llenado y el vaciado gástrico es más lento; lo que conlleva a que problemas de estreñimiento, y a que se tengan menos deseos de comer. También se perciben los sabores y olores de forma distinta, ya que el sentido del olfato va disminuyendo con los años, lo que generalmente produce menos interés por los alimentos y menos variedad en lo que se come.

Existen múltiples consejos de cuidado para la alimentación de las personas de la tercera edad.

Otros factores que influyen en la falta de apetito en los ancianos son: una mala salud bucal como úlceras orales, candidiasis oral, mala dentición, boca seca o lesiones que pueden dificultar la masticación o hacer difícil o dolorosa la deglución; enfermedades gastrointestinales no malignas como: la úlcera péptica, la gastritis atrófica, la colitis; los problemas tiroideos; enfermedades como la insuficiencia cardiaca, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, la insuficiencia renal, infecciones o tumores.

Así mismo, muchos fármacos o medicamentos para tratar alguna enfermedad o complicación propia de la vejez, como pueden ser los antibióticos, los sedantes o los psicotrópicos, tienen como efecto secundario una disminución del apetito.

Además, la pérdida de apetito y la disminución del interés por comprar y preparar alimentos en los ancianos, puede estar asociada con factores psicológicos y sociales que merecen especial atención, como son la soledad, el aislamiento y la depresión.

La soledad en la vejez no es un sentimiento elegido o buscado, sino que es encontrado por las diferentes circunstancias naturales que caracterizan a esta etapa de la vida, y cuyo común denominador son las pérdidas del cónyuge o de amigos cercanos. Las cuales facilitan o favorecen la aparición del sentimiento de soledad y de depresión, que en muchos casos genera un sentimiento de resignación e inmovilización para realizar actividades, entre ellas la preparación e ingesta de alimentos.

Detectar los síntomas de anorexia o falta de apetito en los ancianos es muy difícil, ya que estos por lo general no hablan del tema, y cuando se les pregunta al respecto suelen negar que tengan algún problema con la comida.

Por otra parte, tenemos asociado que las personas mayores comen poco, por este motivo los familiares suelen ver como normal que los ancianos dejen el plato de comida casi intacto sobre la mesa y ni se percatan de que estos están comiendo menos de lo que su organismo necesita.

Así que, es muy importante estar atento a las señales que pueden ir indicando que el anciano está teniendo problemas de alimentación, como son la pérdida de peso progresivo y sin ninguna causa médica o psicológica asociada.

El riesgo que conlleva la anorexia o el rechazo a comer, es la desnutrición, la cual está asociada con disminución o pérdida de la masa muscular y deterioro en la función muscular, mayor riesgo de caídas, menor capacidad inmunológica, anemia, disminución y deterioro de las funciones cognitivas, mala cicatrización de las heridas, úlceras de decúbito, reducción de la respuesta al tratamiento médico, o mala recuperación después de una cirugía, aumento significativo de la tasa de pérdida de masa ósea de la cadera y el riesgo de fractura de cadera, mayor aumento de fragilidad y por consiguiente mayor discapacidad y dependencia, menor calidad de vida y en última instancia un mayor riesgo de mortalidad.

¿Qué se puede hacer?
El principio fundamental del manejo de los ancianos que presentan anorexia es la identificación y el tratamiento de las causas subyacentes, especialmente la depresión. En tales casos, se recomienda la evaluación por un psicogeriatra o un psicólogo y considerar el tratamiento antidepresivo, ya que la depresión es una causa potencialmente reversible de pérdida de peso.

El manejo óptimo también requiere una evaluación multidisciplinaria, en la que se incluyan médicos, dentistas, dietistas, terapeutas del lenguaje, fisioterapeutas, de manera que cada uno evalúe y defina el tratamiento adecuado a seguir según el caso.

Mejorar el entorno social de la ingesta, por ejemplo, comer en compañía o con ayuda es muy útil. Comer en compañía mejora el disfrute de las comidas y por lo tanto aumenta la ingesta en los ancianos.

Optimizar el consumo de alimentos que contengan vitaminas y minerales e incluir suplementos de vitamina D y calcio a menos que esté contraindicado.

Animarlo a comer comidas fraccionadas, es decir más pequeñas y con más frecuencia, pero que aporten mucha energía y variedad de nutrientes.

Potenciar el sentido del olfato y el gusto, añadiendo hierbas y especias a las comidas.

Incentivar el que coma sus alimentos favoritos, ofrecérselos aunque sea fuera de los horarios de las comidas y reducir al mínimo las restricciones dietéticas.

Los alimentos ricos en energía se debe ingerir en la comida principal del día. Las personas mayores, especialmente aquellos con demencia, suelen consumir la mayor parte de las calorías en el desayuno.
Optimizar y variar la textura de la dieta, especialmente en los ancianos que sufren demencia.

Incluir en la alimentación comprimidos diarios de multivitaminas, si son recomendados por el nutricionista. A pesar de que hay poca evidencia de que reduzcan la pérdida de peso, si es necesario se deben incluir por las deficiencias nutricionales que suelen presentar los ancianos. Es importante tener en cuenta que los suplementos se deben tomar entre comidas para evitar la supresión del apetito y la disminución de la ingesta de alimentos en el horario de las comidas.

Garantizar una salud oral adecuada. Los problemas con la dentadura y la salud oral están muy relacionados con la pérdida de peso, por esto una buena higiene bucal ayuda a prevenir la anorexia.
Apelar a sus preferencias, seduciendo su apetito ofreciéndoles su plato favorito.

Hacer ejercicios o fisioterapia. El ejercicio regula en particular el entrenamiento de la resistencia, también es útil en ancianos debilitados, ya que estimula el apetito y evita la pérdida de masa muscular o sarcopenia.


Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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