Un apego saludable es vital desde la primera infancia. Nos ayuda a establecer relaciones humanas positivas, y puede prevenir una gran diversidad de alteraciones mentales y emocionales; sin embargo, el desapego también es necesario para tener una buena salud mental, física y emocional.
El desapego (la capacidad de soltar, dejar ir) es tan importante como la capacidad de retener. Cuando existe resistencia al apego, el escenario se comprime y difícilmente podemos acceder o aprovechar las oportunidades que se nos presentan.
No en vano el budismo señala el apego como la fuente de todo sufrimiento.
¿Qué es el apego malsano y cómo reconocerlo?
Hay mucha confusión cuando se habla de apego y desapego. La psicología se refiere al apego como el vínculo emocional que existe entre una madre o cuidador primario y un niño, pero el concepto es muy flexible y se utiliza también para definir el vínculo que los adultos establecemos con otras personas, objetos y situaciones.
Es posible apegarse a un empleo, una pareja o una casa, y –dentro de ciertos límites– es normal que ocurra; sin embargo, cuando no desarrollamos un estilo de apego organizado durante la infancia, es probable que nos veamos inclinados a repetir esquemas de apego malsano en todas las áreas de nuestra vida en la etapa adulta.
Ya que los problemas de desapego pueden perjudicar seriamente nuestra resiliencia y empujarnos a vivir limitadamente si lo permitimos, es importante identificar cuándo nos cuesta dejar ir personas, acontecimientos o pertenencias personales. Estos son algunos síntomas:
Negación constante al toparse con una realidad desagradable.
En relaciones de pareja, problemas para respetar el espacio del otro.
Miedo al abandono.
Dependencia emocional (“Si no me siento amado por X persona, no puedo ser feliz”; “Si no tengo a mano X objeto, no puedo sentirme bien”).
Intolerancia a la frustración.
Complejo de “rescatista” (quiere decir que aspiramos a resolver la vida de los demás y tomar decisiones por ellos).
Tendencia a desarrollar adicciones (al alcohol, las drogas, el sexo, la cafeína, las compras…).
Comportamiento impulsivo o socialmente negativo.
Problemas de confianza.
Personalidad positiva superficial (es decir que aparentamos ser muy positivos pero nos decepcionamos fácilmente cuando las cosas no salen como nos gustaría).
Tendencia a la depresión y la ansiedad.
Los beneficios del desapego
Desapegarse no es envilecer, tampoco significa que seamos malas personas por tomar la decisión de hacerlo. Al contrario, necesitamos aprender a soltar para ofrecer lo mejor de nosotros al mundo.
Cuando dejamos ir experiencias dolorosas y soltamos todo aquello que ya no pertenece a nuestra vida, toda la energía puesta en atarnos a ilusiones inútiles puede ser redirigida a fines productivos. Los beneficios son:
Un mejor uso de nuestra imaginación y creatividad.
Energía y motivación para adoptar hábitos más saludables (como hacer ejercicio y cuidar de nosotros mismos).
La ansiedad comienza a desaparecer, y también los síntomas de depresión.
Nuevas oportunidades llegan a nuestra vida. Es más sencillo obtener un mejor empleo, una mejor casa, incluso entablar una mejor relación de pareja cuando tenemos las manos libres y estamos abiertos a recibir.
Resiliencia fortalecida para hacer frente incluso a los momentos más difíciles de la vida.
Obtenemos claridad de pensamiento, y eso nos ayuda a materializar la vida que soñamos.
Consejos para aprender a dejar ir y dejar llegar
El proceso puede tomar tiempo, pero los problemas siempre desembarcan primero que la solución. Seguir estos consejos es una buena forma de empezar a trabajar en el desapego:
Identifica y acepta los motivos para desapegarte (de una persona, una situación, un objeto o un recuerdo). Pregúntate cómo está viéndose afectada tu estabilidad o plenitud por no ser capaz de soltar, y cómo te gustaría que sean las cosas de ahora en adelante.
No reprimas tus emociones. Si necesitas llorar, gritar o deshacerte de todo lo que te recuerde a ese alguien especial –o esa etapa que estás por cerrar–, hazlo.
Empieza poco a poco. Es entendible que necesites tiempo para hacerte a la idea del nuevo rumbo que ha tomado tu vida, así que no te presiones (pero tampoco retrocedas ni mires atrás).
Si el proceso resulta ser muy denso y necesitas ayuda, busca apoyo en amigos y familiares, o solicita guía profesional.
Construye mentalmente escenarios agradables de tu futuro. Piensa en cómo el desapego te ayudará a sentirte mejor contigo mismo y cumplir muchas metas importante que no habías podido conquistar.
Ábrete a perdonar. El resentimiento es una cadena invisible que te mantiene atado al pasado, de modo que no podrás ser completamente libre mientras haya sentimientos negativos involucrados.