Los directivos saben lo importante que es el compromiso en la organización y buscan con ansiedad la forma de desarrollarlo. Pues bien, la crisis por el Covid-19 es la oportunidad de hacerlo mostrando quiénes son y qué tipo de organización dirigen.
El delicado equilibrio entre la prevención y el daño económico nos puede llevar a exagerar en una dirección o en la otra. Muy grave es que algunas personas no hayan comprendido la gravedad que sus acciones pueden tener en las demás. Es increíble que personas que saben que pueden ser portadores del virus, simplemente hayan ignorado su cuarentena como si se tratara de una banalidad. Es sorprendente que no se suspendan actividades que no son indispensables y en las que los participantes se ponen en riesgo. Estamos aprendiendo, pero de momento la mejor manera de afrontar el problema es el distanciamiento físico.
Es también muy delicado que se paralice la actividad económica. Todos dependemos unos de otros y aquí, sin consideraciones de edad, los más vulnerables son los que están en mayor peligro. Detrás de un pequeño negocio hay varias personas que dependen de él. Muchas familias se sostienen gracias al empleo de uno de sus miembros. Son incontables los que no han podido ahorrar para un momento de crisis.
Si ahora estamos preocupados, con toda la razón, por los efectos en la salud que ha producido el virus, dentro de poco estaremos igualmente preocupados por los efectos económicos, también muy graves. La pobreza puede aumentar mucho, con todas las consecuencias que eso tiene. Una recesión golpea muy fuertemente.
Si podemos sacar algo bueno de esta crisis, ojalá sea que como sociedad nos volvamos más solidarios unos con otros, en especial con los más necesitados. Es momento de apoyar a las organizaciones que cuidan de los demás y de crearlas donde hagan falta. El aislamiento que nos protege es el físico, pero nunca el espiritual. Tomar una distancia física prudente para evitar contagiar a los demás no quiere decir darle la espalda al sufrimiento o a las dificultades ajenas; al contrario. No podemos estar a salvo solos; únicamente podemos estarlo si lo estamos todos.
Es por eso por lo que este es uno de esos momentos en los que los directivos y las empresas deben asumir una actitud de verdadero liderazgo y estar dispuestas a asumir ciertos sacrificios. Ante la caída de sus ventas, algo casi seguro, su primera reacción puede ser despedir colaboradores. Es verdad que esto puede parecer una conducta adecuada para minimizar los impactos a las finanzas de la compañía, incluso de una eventual quiebra. Sin embargo, hay muchas otras salidas que pueden defender la estabilidad de la empresa sin afectar a su gente. Tenemos que mantener los puestos de trabajo, los salarios, aunque sea imposible físicamente trabajar.
Este es el momento de que mostremos que el compromiso es una carretera de doble vía. Las empresas tienen una mayor capacidad de soportar las situaciones adversas y deben estar en este caso al lado de sus empleados y defenderlos, a sabiendas de que esto tiene un costo económico. No solo es esto lo correcto, sino que además es lo más sensato en el mediano plazo. Las personas aprendemos más de las acciones que de las palabras. Cada uno de nosotros está viendo cómo actúan sus jefes, cómo responde la organización en la que trabaja, y ese aprendizaje será la forma en la que responderá más adelante cuando sea la empresa la que necesite de su compromiso.
Si cada persona, cada empresa, cada directivo responde pensando únicamente en su bienestar individual como si este no dependiera también del de todos, no nos podremos extrañar luego de que terminemos una sociedad fragmentada, adolorida, enferma, y de que sobre ella se erijan gobiernos populistas o autoritarios.
Es el momento de que los directivos se pongan la camiseta.