Cuando empieza el año (o el curso) nos ponemos metas que se quedan solo en meros propósitos ¿cómo podemos conseguir cumplir los objetivos que nos planteamos?
Queda poco para que empiece el próximo año y ya son muchos los que estamos haciendo los propósitos de Año Nuevo: dejar de fumar, bajar de peso, hacer más deporte… ¿Cuántos nuevos años llevamos proponiéndonoslo? ¿Por qué no lo hemos conseguido todavía? La respuesta es sencilla: nos marcamos objetivos demasiado genéricos que nuestro cerebro no es capaz de visualizar ni de asimilar.
Para obtener éxito debemos motivarnos con metas reales, concretas, fáciles de alcanzar. Esto se consigue estructurando pequeñas acciones sencillas y asumibles que nos ayuden a culminar la meta marcada. Por ejemplo, si nuestro objetivo es perder peso, debemos marcarnos un logro semanal, como perder un kilo a la semana, organizando nuestra agenda con esas pequeñas acciones de las que hablábamos: levantarnos a las 7 horas, salir a correr de 7.30 a 8 horas, estirar hasta las 8.15, apuntar en nuestra lista de la compra frutas y verduras, cocinar una comida sana concreta para cada día de la semana…
Hay que marcar a fuego esas pequeñas acciones para que pasen de ser algo excepcional que vulnere nuestra (a veces frágil) voluntad a un hábito adquirido que nos salga sin pensar. Es lo que llamamos dentro del ‘Método de las Cajitas’ las cajitas, que son esas pequeñas acciones, útiles para que nuestro cerebro entienda y asuma el cambio que queremos abordar ya que, al ser tan concretas, se convierten fácilmente en imágenes que pueden fijarse en nuestra mente.
Las frases dispersas como ‘quiero ir más al gimnasio para adelgazar’ son demasiado abstractas, difíciles de asimilar para nuestro cerebro, que no va a tener claro cómo debemos llevar a cabo la tarea en cuestión. De esta manera, terminará diluyéndose entre otras acciones que asume que son de mayor prioridad.
Esta estrategia de pequeñas acciones no solo es útil para cumplir objetivos, también para mejorar nuestra productividad y poder terminar nuestras tareas habituales de forma ordenada y sin prisas. ¿No sería un gran propósito para el 2019 vivir nuestra rutina diaria sin los agobios propios de la falta de tiempo que suelen atenazarnos? La sociedad actual, especialmente la que gira en torno a las grandes urbes, lo quiere todo y lo quiere ahora.
Vivimos saturados de tareas que nosotros mismos nos imponemos; nos obligamos a estar al día de todo, a estar al tanto de las redes sociales y de la ingente cantidad de información que nos llega cada segundo y terminamos quitándole tiempo a lo que realmente nos interesa y nos hace feliz. Incluso, a lo que nos ofrece salud y bienestar, dejando de lado la vida activa, comiendo platos rápidos precocinados en muy poco tiempo y perdiendo horas de sueño.
Llevar una vida saludable y mantenernos en forma; cuidar de nuestra familia y de todo lo que la rodea; cubrir nuestras necesidades de ocio; ampliar nuestros conocimientos a través de formaciones de las que disfrutemos y que nos ayuden a crecer profesionalmente; o explorar nuestro yo más espiritual. Todos ellos son aspectos que tenemos que trabajar diariamente y que nos van a ayudar a mantener el equilibrio en nuestra vida. Si esta rueda funciona, conseguiremos una mayor productividad sin sentir en la nuca la presión de las prisas.
Este próximo año podemos decir ‘basta’ a este ritmo acelerado e insano. Tenemos que mentalizarnos de que ser productivos no significa estar todo el día pendientes de nuestros negociados, sino conseguir buenos resultados trabajando menos horas (y, de esta manera, tener tiempo para dedicarle al resto de nuestra vida). Y todo gracias a esas pequeñas acciones, cajitas, que son las que encierran las claves del éxito.