Walter Riso dice: “Un amor inconcluso, que no es capaz de definirse a sí mismo, puede durar siglos: cuando estás a mi lado me aburro, me canso, me estreso, pero cuando te tengo lejos, no puedo vivir sin ti, te echo de menos y te necesito. ¡Qué pesadilla! ¿Cómo manejar semejante cortocircuito y no electrocutarse en una relación de pareja?
Un paciente tenía una novia que vivía en otra ciudad y se veía con ella cada diez o quince días. Consecuente con el síndrome, cada encuentro terminaba en una guerra campal y cada despedida en un adiós tortuoso, repleto de perdones y buenas intenciones. En una consulta le pregunté por qué no terminaba de una vez por todas con semejante tortura, y me respondió: «Yo sé que lo nuestro no es normal. Cuando estoy con ella no puedo contenerme y le hago la vida imposible. En esos momentos pienso que necesito alguien mejor y estoy dispuesto a terminar, pero no soy capaz. Al despedirnos me siento muy triste, los pocos momentos agradables que hemos tenido pesan mucho. Después nos llamamos veinte veces al día, nos decimos que nos queremos, que no podemos vivir el uno sin el otro y todo es así, como un karma que se repite una y otra vez…».
La conclusión de su relato era poco menos que sorprendente: ¡mi paciente no amaba a su pareja, sino su ausencia! Estaba enamorado de una fantasma que obraba como un demonio. Volví a insistir: «¿Por qué no terminas con todo esto y te das la oportunidad de encontrar a alguien que puedas amar las veinticuatro horas, sin tantas fluctuaciones?». Su respuesta fue: «Siento que nunca le he dado una oportunidad a la relación». Pregunté una vez más: «¿No son suficientes cuatro años?». El hombre siguió diez meses más en este tira y afloja, hasta que conoció a una persona en la ciudad donde vivía; sin embargo, el «ni contigo, ni sin ti» volvió a manifestarse al poco tiempo. El problema no era la distancia, sino su manera distorsionada de amar. Cada vez que se enamoraba, dos sentimientos hacían su aparición e interactuaban: el miedo al compromiso y el apego sexual. El «quiero» y «no quiero» oscilaban entre el pánico a establecer una relación estable y el deseo desbordado. Obviamente, él no era consciente de lo que le ocurría y solo logró estabilizarse después de varios meses de terapia”.
¿Crees que es apego emocional?
¿Estás en un embrollo similar? o ¿lo has estado? Si no es así, no cantes victoria, porque cualquiera puede involucrarse en una relación de estas. Los indecisos afectivos andan por la calle, rondan tu espacio vital y, por desgracia, es posible que le gustes a más de uno. La premisa que debes incorporar a tu mente y que luego operará como un factor de inmunidad es la siguiente: Si alguien duda de que te ama, no te ama.