¿Cuándo fue la última vez que entrenaste sin esperar aplausos, sin mirar el cronómetro ni pensar en la medalla? Vivimos en una sociedad que glorifica la competencia, que celebra al que llega primero, pero rara vez honra al que persevera cuando nadie lo está mirando. Esta es la reflexión que me provocó la historia de Miguel Rozo, contada en un artículo reciente de LinkedIn, cuando compartió la lección que le dejó una medalla de bronce. No fue el podio en sí lo que lo transformó, sino el proceso invisible de entrenamiento que lo llevó hasta allí. Y fue ahí, en ese relato, donde resonó profundamente con mi propia vida y mi forma de acompañar líderes y organizaciones desde hace más de tres décadas.
Desde 1988, cuando empecé a formar líderes y a dirigir proyectos, he visto de cerca una verdad que rara vez se menciona: muchos quieren “ganar”, pocos están dispuestos a “entrenar”. Ganar tiene luces, reconocimiento, titulares; entrenar tiene madrugadas frías, dudas silenciosas y una soledad que solo conocen quienes han decidido crecer desde dentro. Como ingeniero de sistemas, empresario y mentor, he visto cómo el entrenamiento profundo —ese que no se publica en redes sociales— es el que define el destino de personas y organizaciones.
En mi juventud, cuando aún corría con más sueños que recursos, mi abuelo me decía: “Julio, lo que haces cuando nadie te ve es lo que determina lo que otros verán después”. Esa frase me marcó. No hablaba de competir contra otros, hablaba de entrenar mi carácter, mi mente y mi espíritu. Y con los años entendí que entrenar no se trata solo de repetir movimientos, sino de integrar consciencia. Es espiritual, cultural, tecnológica y humana al mismo tiempo. Entrenar es elegir evolucionar.
He acompañado empresas que crecieron de la nada y otras que se desmoronaron a pesar de tenerlo todo. ¿Sabes cuál fue el punto de inflexión en la mayoría de los casos? Su disciplina interna. Las organizaciones que entrenan sus procesos, que fortalecen sus valores, que revisan sus errores sin miedo, son las que resisten tormentas. Las que solo compiten —siguiendo modas, reaccionando al mercado, copiando estrategias— suelen agotarse en la carrera y perder el alma en el camino. Como consultor, he visto cómo la tecnología puede potenciar a una empresa, pero también cómo puede desnudar la falta de preparación interna cuando no hay entrenamiento real detrás.
Entrenar implica entender que cada caída es parte del diseño. Recuerdo claramente uno de los proyectos más retadores de Todo En Uno.Net en los 90: una implementación tecnológica ambiciosa para una organización que quería “ser la número uno” en su sector. Querían competir con los grandes, pero no estaban dispuestos a entrenar su cultura interna ni a transformar sus hábitos. Les hablé de la importancia de fortalecer su estructura, de preparar a su gente, de madurar sus procesos antes de exponerse a grandes cambios… pero prefirieron correr. El resultado fue predecible: un avance inicial brillante seguido de un colapso silencioso. La competencia externa los motivaba, pero su falta de entrenamiento interno los traicionó.
En contraste, también he visto empresas pequeñas que se entrenan con rigor. Líderes que madrugan, que escuchan, que no se engañan a sí mismos. Equipos que no se miden solo por ventas sino por su capacidad de aprender, desaprender y adaptarse. Estas organizaciones entienden que la verdadera competencia es contra su versión de ayer. Me inspiran porque no necesitan un podio para sentir que avanzan: cada paso consciente es su medalla.
Espiritualmente hablando, entrenar es un acto de humildad. Es reconocer que no lo sabemos todo, que estamos en construcción. Integro constantemente herramientas como el Eneagrama y la inteligencia emocional con inteligencia artificial y análisis de datos, no como modas, sino como espejos. El Eneagrama me ha mostrado patrones profundos en líderes: por ejemplo, los del tipo Tres (el “triunfador”) suelen obsesionarse con competir y ganar, y pueden caer en la trampa de definirse por el resultado. Pero cuando este perfil aprende a entrenar desde el ser, no desde la apariencia, se convierten en líderes conscientes que inspiran desde la autenticidad, no desde el ego.
La tecnología, por su parte, es como el gimnasio. Puedes tener las mejores máquinas, pero si no entrenas con propósito, no habrá transformación real. Implementar IA en una empresa sin una cultura entrenada es como darle un Ferrari a alguien que nunca aprendió a manejar: acelera su caída. Por eso, en mis consultorías insisto en que antes de competir con grandes estrategias digitales, se entrene la base humana, espiritual y organizacional. Es ahí donde se gesta la verdadera evolución.
También es cultural. En Colombia, y en buena parte de Latinoamérica, nos educaron muchas veces para competir —para “ser alguien” ganando—, pero poco para entrenar con paciencia, constancia y profundidad. Crecimos en una cultura de resultados inmediatos, de “hacer rápido para mostrar rápido”. Pero entrenar es contracultural: requiere desapego del aplauso instantáneo. Por eso admiro tanto historias como la de Miguel Rozo. Porque detrás de una medalla de bronce hay años de trabajo invisible, y eso —aunque muchos no lo comprendan— es oro espiritual.
En lo personal, he tenido momentos donde el ego me susurraba “compite, demuestra, gana”, y otros donde la voz interior, más sabia, me recordaba “entrena, crece, sirve”. Hoy sé que esa segunda voz es la que realmente construye legado. Compites para alimentar el ego; entrenas para transformar tu vida y la de otros. Y eso marca toda la diferencia.
Cada vez que veo a un líder, un emprendedor o un joven talento enfocarse obsesivamente en “ganar” sin entrenar su interior, sé que el camino será corto. Porque la competencia sin entrenamiento es una llama intensa… pero efímera. En cambio, cuando veo a alguien dispuesto a entrenar con humildad, sin necesidad de reconocimiento inmediato, sé que ahí hay un líder en formación. Es como sembrar un árbol: la raíz crece en silencio, en la oscuridad, antes de que el mundo vea el fruto.
Hoy quiero dejarte esta reflexión: no importa si estás liderando una empresa, un equipo, una familia o tu propia vida… ¿Estás entrenando tu mente, tu espíritu y tus habilidades cada día, o solo estás compitiendo para sentir que vales? La diferencia entre uno y otro camino no siempre se nota en el corto plazo, pero en el largo… lo cambia todo.
Si este mensaje resuena contigo, si sientes que es momento de entrenar más profundamente tu liderazgo, tu empresa o tu propósito, te invito a dar un paso consciente. No se trata de ganar rápido, sino de crecer sólido. Entrenar es un acto de amor propio, de coherencia y de servicio. Y en tiempos donde muchos corren, entrenar en silencio puede ser tu mayor ventaja.
👉 https://organizaciontodoenuno.blogspot.com/
Si esta reflexión te tocó, te invito a agendar una charla personal conmigo. Hablemos de cómo entrenar estratégicamente tu liderazgo y tu organización para trascender más allá de la competencia momentánea. A veces, una conversación consciente es el inicio de una transformación profunda.
Agendamiento: AQUÍ
Facebook: Julio Cesar Moreno D
Twitter: Julio Cesar Moreno Duque
Linkedin: (28) JULIO CESAR
MORENO DUQUE | LinkedIn
Youtube: JULIO CESAR MORENO DUQUE - YouTube
Comunidad de WhatsApp: Únete
a nuestros grupos
Grupo de WhatsApp: Unete a nuestro Grupo
Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal
Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo
Blogs: BIENVENIDO
A MI BLOG (juliocmd.blogspot.com)
AMIGO DE. Ese ser supremo
en el cual crees y confias. (amigodeesegransersupremo.blogspot.com)
MENSAJES SABATINOS
(escritossabatinos.blogspot.com)
Agenda una
sesión virtual de 1 hora, donde podrás hablar libremente, encontrar claridad y
recibir guía basada en experiencia y espiritualidad.