El verdadero ‘colabóreme’: cuando la dignidad se vuelve invisible



Una historia real que nos obliga a mirar hacia adentro como líderes, ciudadanos y seres humanos


¿Hasta cuándo vamos a seguir pasando de largo ante la miseria ajena sin darnos cuenta de la nuestra? ¿Cuántas veces más vamos a encoger los hombros ante un “colabóreme” sin entender el grito profundo que lo habita?

Esa voz, la del hombre que interrumpió el bus en la historia contada por Néstor Santos, no es solo un eco urbano. Es el gemido sordo de millones que no están pidiendo limosna, sino humanidad. La escena –un hombre en silencio, vulnerable, frente a decenas de rostros que prefieren mirar el celular o simular indiferencia– es un espejo. Uno brutal, uno incómodo, pero uno necesario.

No se trata solo de pobreza económica. Se trata de un sistema que ha normalizado la exclusión, que ha convertido al que pide ayuda en sospechoso, al vulnerable en culpable, al otro en amenaza. Lo verdaderamente desgarrador no es que un hombre pida colaboración en la mitad del tráfico, sino que la mayoría no sienta nada al escuchar su voz quebrada.

Recuerdo muchas veces en las que también pasé de largo. Y otras, en las que me detuve. No soy mejor por ninguna de las dos. Pero sí aprendí algo: que cuando dejamos de ver al otro como reflejo de nuestra fragilidad, estamos dejando de ser humanos. Por eso hoy escribo, no desde el juicio, sino desde la vivencia. Desde ese lugar que me enseñó que el liderazgo no comienza en la empresa ni en la cátedra, sino en la mirada con la que tratamos al desconocido.

He acompañado líderes durante décadas. Y hay una constante: quienes más logran transformar sus empresas, sus vidas y sus comunidades, son aquellos que han aprendido a no mirar desde arriba. Sino de frente. Que entienden que toda estructura social, organizacional y tecnológica que no se construya sobre la dignidad, está destinada al colapso. Porque los datos podrán dar cifras, pero solo la empatía da sentido.

Desde herramientas como el Eneagrama he observado cómo algunos perfiles tienden a endurecerse frente al dolor ajeno. No por maldad, sino por protección. La numerología, especialmente en los Caminos de Vida 3 –comunicadores, creadores, inspiradores–, nos recuerda la responsabilidad que implica tener voz: usarla para dar luz, no para ignorar sombras.

Y sin embargo, vivimos un tiempo donde la inteligencia artificial irrumpe con fuerza. Por siglos creímos que el milagro de pensar, crear y decidir era únicamente humano. Hoy, una creación nuestra, la Inteligencia Artificial, irrumpe no para sustituirnos, sino para desafiarnos a evolucionar. El paradigma se rompe, y con él, la zona de confort en la que nos refugiamos. Ya no basta con pensar, hay que replantear qué es la inteligencia, qué es la conciencia y cuál es nuestro verdadero rol como especie. ¿Estamos preparados para coexistir con una inteligencia no biológica que aprende, decide y, en ocasiones, acierta más que nosotros?

Pero, ¿de qué nos sirve tanta evolución si no podemos reconocer al hermano roto frente a nosotros? La IA nos reta, sí, pero el verdadero desafío está en no perder la capacidad de sentir. De conectar. De servir. Porque el colapso no viene por la tecnología, sino por la desconexión emocional que nos hemos permitido justificar.

Ese “colabóreme” no es solo un pedido. Es una llave. Una oportunidad para replantear nuestro rol como especie, como líderes, como ciudadanos. ¿Qué pasaría si el próximo “colabóreme” que escuches, lo recibes como una lección de humildad? ¿Y si en lugar de mirar hacia otro lado, te miras por dentro?

No siempre se trata de dar dinero. A veces se trata de detenerte. De escuchar. De no seguir caminando como si la vida solo tuviera sentido cuando todo está bien. Porque cuando una sociedad pierde la capacidad de mirar al más vulnerable y reconocerlo como parte de sí, está firmando su propia sentencia de desconexión.

Hoy más que nunca, necesitamos una revolución silenciosa. Una que no comience con pancartas ni con discursos, sino con gestos cotidianos. Una que transforme el “colabóreme” en un “te veo”, en un “te reconozco”, en un “aquí estoy”.

Te invito, de corazón, a que no leas este blog como una historia ajena, sino como un llamado íntimo. ¿Qué tipo de líder eres cuando nadie te mira? ¿Qué tipo de ser humano eliges ser cuando nadie te exige nada?

quiero invitarte tambien a que veas el siguiente video.

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Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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