He tenido la bendición de vivir en múltiples países en América Latina en diferentes momentos de mi vida.
Tengo recuerdos maravillosos de mi infancia en República Dominicana, cuando viví en Santiago de los Caballeros hice grandes amigos y me divertía muchísimo. Podría decir que el saldo fue a favor, aunque hay que reconocer que también tuve momentos difíciles. Recordaba recientemente una situación que me tocó vivir en ese lugar y que me dejó un aprendizaje importante.
Yo estaba recién llegado a Santiago y estaba en un nuevo colegio. Ya te imaginarás este proceso de ajuste, de entender un nuevo país, su cultura, tradiciones, acostumbrarte y entender otras palabras; todo era nuevo para mí. Hacer nuevos amigos y ganarme la confianza de los demás fue todo un proceso.
Siempre hay un grupito de personas que adoran el bullying y hacerle la vida difícil a los demás. Yo recuerdo que en el colegio en el que estaba, el “Colegio las Américas”, había un grupo de chicos populares como le llaman ahora, que en cuanto llegué a la escuela su meta era hacerme la vida más difícil— y lo lograron por un tiempo. Se burlaban de mi acento, de mi forma de hacer las cosas y recuerdo que yo me escabullía, me escondía y los evitaba para no meterme en problemas.
Una temporada decidieron esperarme afuera del colegio para molestarme y golpearme. Por supuesto que me daba miedo entonces me las ingeniaba para esconderme. Recuerdo que el colegio tenía una puerta por la parte trasera que yo usaba, aunque implicaba para mi caminar mucho más para poder llegar a mi casa. Sin embargo, de esta manera les daba “la vuelta” y evitaba enfrentarme a ellos. Nunca he sido una persona a la que le gusten los problemas o meterse en líos. Tiendo a evitarlos, para bien y para mal.
Toda esta situación provocó un gran cansancio en mí porque prácticamente todos los días tenía que escaparme al darle la vuelta por la puerta trasera y correr a mi casa.
Recuerdo que llegó el día CRUCIAL cuando me dije a mi mismo: “ya estoy cansado de esta situación, es momento de dejar de darle vuelta a las cosas y enfrentarlas”. Entonces valientemente decido salir por la puerta principal y para mi sorpresa ese día no estaban ahí. Me sentí muy bien por unos momentos, pero me estaban esperando en otro lugar en donde no importaba por donde salía de la escuela tenía que pasar por ahí para llegar a mi casa. Pasé de un momento de felicidad a un momento de pánico cuando los vi de lejos. Mi corazón comenzó a latir a mil por hora, pero decidí caminar con mayor rapidez y con mucha convicción de enfrentar la situación. Brinqué como chapulín. No me dejaba agarrar. Tiré unos cuantos golpes y patadas. Grité con toda mi fuerza: “DÉJENME EN PAZ O SI NO…”.
Ahora me acuerdo y me muero de la risa. Ahí por primera vez descubrí la magia de poner límites en la vida. Me sentía tan bien a pesar de los buenos golpes que me dieron y después de este aventurado día, a pesar de mi derrota cuatro contra uno, me sentía feliz por el hecho de haberme enfrentado a ellos. A partir de ese momento uno de ellos comenzó a buscarme y con el paso del tiempo se hizo mi amigo— y luego me gané a los demás.
Cuantas veces le damos vuelta a las cosas en nuestras vidas.
Cuantas veces no damos la cara.
Cuantas veces dejamos de poner límites cuando alguien nos falta al respeto o cuando hay situaciones que te afectan.
Cuantas veces nos sentimos cansados por no hacer lo que debemos hacer.
Cuando estás viviendo una situación difícil, un momento crítico, lo mejor es atravesarlo, enfrentarlo y tomar acción.
Nada va a cambiar en tu vida si no tomas acción de tu vida. Lo que está sucediendo en tu vida es consecuencia de lo que tú creas, provocas o permites.
Ahora bien 45 años después por supuesto veo las cosas desde otra perspectiva. No me quiero agarrar a golpes con nadie. Atrevernos a tener las conversaciones difíciles más temprano que nunca es uno de los grandes símbolos de las personas valientes. También es muy importante aprender a pedir ayuda. No tienes que hacerlo SOLO o SOLA. Aprender a expresar lo que sentimos, pensamos o necesitamos es un arte— y una vez que lo hagas te vas a sentir muy bien.
En fin, enfrentar la vida es un arte.
Así que enfrenta tu vida.
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