Por qué peleamos con quienes amamos?


A veces, las personas a las que más amamos son también las principales víctimas de nuestro mal humor y, por ende, con quienes más peleamos.

Solemos herir a quienes queremos con mucha frecuencia y viceversa: somos más propensos a ser lastimados por quienes conocemos, simplemente porque nos afecta más la opinión y comportamiento de quienes son importantes para nosotros.

Lo interesante, según la profesora de psicología Deborah Richardson, es que discutimos más con nuestros amigos y familiares porque los vemos como “objetivos seguros”.

Un objetivo seguro es alguien que, aunque ataquemos física o verbalmente, no reaccionará de forma drástica en nuestra contra (como tal vez pasaría con un desconocido si le lanzamos un tomate).

La teoría de Richardson explica que las peleas entre hermanos son tan comunes porque “tu hermano será siempre tu hermano”, y este simple hecho hace que sientas confianza para expresar lo que piensas o sientes sin moderación.

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Además, tenemos una tolerancia menor a los errores de quienes amamos (y por eso, más les peleamos)

Las relaciones familiares y de pareja están llenas de matices, pero, a diferencia de los extraños, es difícil ignorar las equivocaciones de aquellas personas con las que pasamos más tiempo.


Tenemos una baja tolerancia a las cualidades negativas de nuestros amigos, familia y pareja, así que a veces, cuando algo no nos gusta, terminamos discutiendo hasta el cansancio. También es muy probable que digamos algo hiriente en medio del enojo de lo que debamos arrepentirnos luego.

Si haces memoria, seguramente recordarás un par de momentos en tu vida en los que deseaste ser agresivo o maleducado con un desconocido en la calle, pero te contuviste para no armar una escena. Esta muralla de contención mental queda inactiva cuando es un ser amado quien nos hace enfadar. Entonces, sacamos toda la artillería pesada… El remordimiento viene después.
¿Es un error ver el amor como un hecho seguro?

Tomando en cuenta la hipótesis de Richardson, tal vez el mundo sería un lugar menos caótico si no diéramos el amor de nuestros seres queridos por sentado.

Asumimos que nuestra familia siempre estará ahí para nosotros sin importar lo que decimos o hacemos, y esto influye en que haya tantas crisis familiares a menudo. Nadie cuida demasiado sus palabras o acciones, porque hay una certeza de permanencia.

En un círculo de amigos suele haber un poco más de moderación, por lo que son más comunes las agresiones no directas que las directas. Las agresiones directas implican confrontación, golpes, gritos y palabras hirientes (se ve mucho entre familiares y parejas).
En las agresiones indirectas no hay confrontación. Es decir que se causa daño al otro por medio de algo más (como la divulgación de rumores o la destrucción de propiedad privada).

En ambos casos, puede que ni siquiera sepamos lo que estamos haciendo hasta ver las consecuencias a largo plazo en nuestras relaciones. Esto pasa porque solemos negarnos a aceptar el dolor o enfado cuando el origen es un ser querido; fingimos que no pasa nada mientras que nuestro subconsciente orquesta venganzas indirectas.

Si te descubres atacando con frecuencia a quienes son importantes para ti cuando las cosas no salen como quieres, piensa en cómo esto puede dañar su relación a futuro. El amor mueve montañas, pero todo tiene un límite.

En lugar de explotar de inmediato con la chispa más pequeña, comienza a practicar la conciencia plena para reconocer mejor tus emociones y saber cuándo es mejor quedarte a solas un rato.
Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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