Sin duda alguna la biografía de Leonardo da Vinci nos muestra porque este personaje del Renacimiento literalmente cambió el rumbo de la humanidad hace más de 500 años.
Si bien pintó la Mona Lisa, perfeccionándola por más de 15 años, es imposible catalogarlo como pintor, pues en sus 67 años de vida fue arquitecto, anatomista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y hasta urbanista.
En sus obras, escritos, esculturas y tratados, los cuales se pueden observar en la biografía de Leonardo da Vinci, encontramos un ser muy humano, es decir, alguien con errores, imperfecciones, contradicciones y atributos que nos acercan a uno de los personajes más exitosos de la historia.
La biografía de Leonardo da Vinci, un fuente de inspiración:
Hace poco tuve la oportunidad de leer la biografía de Leonardo da Vinci, escrita por Walter Isaacson, donde se comparte la historia de este personaje de forma detallada, incluyendo referencias tanto de su vida personal como pública.
Al final de este libro recomendado para emprendedores, considero que se encuentra la mejor parte, pues son las lecciones para nuestra vida que nos deja la historia de Leonardo.
Así pues, decidí compartir aquellos aprendizajes que nos muestran que, si bien Leonardo fue un genio, también era un ser humano que se distraía fácilmente, que era obsesivo, juguetón y hasta disfrutaba haciendo bromas.
Lo mejor de la biografía de Leonardo da Vinci es que nos muestra que su genialidad no fue producto de un don, o algo indescriptible, sino producto de su fuerza de voluntad y una capacidad insaciable de querer seguir aprendiendo.
Tal y como plantea Walter Isaacson en su libro, “aunque nunca consigamos igualar su talento, sí podemos aprender de él e intentar parecernos más. Su vida ofrece una gran cantidad de enseñanzas”.
A continuación, tienes un resumen de la biografía de Leonardo da Vinci agrupado en 20 lecciones que se encuentra en este libro*
1. Sé infatigablemente curioso
“No tengo ningún talento especial” escribió en cierta ocasión Einstein a un amigo. Solo soy apasionadamente curioso de forma muy impetuosa”. Leonardo, en realidad, sí poseía un talento especial, como Einstein, pero su rasgo distintivo y más estimulante era su intensa curiosidad.
Quería saber qué hace que la gente bostece, la forma de cuadrar el círculo, qué permite que la válvula aórtica se cierre, cómo se procesa la luz en el ojo y qué implicaciones contiene para la perspectiva un cuadro.
En la biografía de Leonardo da Vici se muestra que este se propuso estudiar la placenta de un ternero, la mandíbula del cocodrilo, la lengua del pájaro carpintero, los músculos de un rostro, la luz de la Luna y los contornos de las sombras.
Sentir una curiosidad infatigable y general por todo lo que nos rodea constituye algo en lo que todos podemos perseverar a todas horas del día, igual que Leonardo.
2. Busca el conocimiento por sí mismo
No todo el saber debe ser útil. A veces conviene buscarlo por puro placer. Leonardo no necesitaba conocer cómo funcionan las válvulas cardiacas para pintar la Mona Lisa, ni tampoco tuvo que averiguar cómo habían llegado los fósiles a la cima de las montañas para crear la Virgen de las rocas.
Al dejarse guiar por la mera curiosidad, llegó a explorar más horizontes y a ver más relaciones que cualquier otra persona de su época.
3. Conserva la capacidad de asombro de un niño
En cierto momento de la vida, la mayoría nos olvidamos de los fenómenos cotidianos. Podríamos disfrutar de la belleza de un cielo azul, pero ya no nos molestamos en preguntarnos por qué tiene ese color.
Leonardo lo hizo. También Einstein, quien escribió a otro amigo: “Tú y yo nunca dejamos de comportarnos como niños curiosos ante el gran misterio en el que nacimos”.
Tenemos que procurar contemplar las cosas con la mirada de asombro de un niño y que nuestros hijos la conserven.
4. Observa
El mayor talento que Leonardo poseía se plasmaba en su agudeza como observador. Se trataba de un talento que se encontraba al servicio de su curiosidad y viceversa. No era un don mágico, sino el fruto de su fuerza de voluntad y esfuerzo.
Cuando visitó el foso que rodeaba el Castello Sforzesco, observó las libélulas y comprobó que sus alas se mueven alternándose de dos en dos.
Cuando caminaba por la ciudad, reparaba la relación entre las expresiones faciales de la gente y sus emociones y analizaba cómo rebota la luz en distintas superficies.
Vio qué aves agitaban las alas mas rápido al emprender el vuelo que al bajar y cuáles realizaban lo contrario.
La invitación que son hace Walter Isaacson en su biografía de Leonardo da Vinci es que en este tipo de cosas también podemos imitarlo. Por ejemplo, ¿ves el agua que cae en un tazón? Fíjate, como Leonardo, en el modo exacto en que se forman los remolinos. Y, a continuación, pregúntate por qué.
5. Empieza por los detalles
En su cuaderno, Leonardo compartió un truco para observar algo con atención: hacerlo por etapas, comenzando por los detalles. Se dio cuenta de que no se puede asimilar una página de un libro de un solo vistazo: se debe ir palabra por palabra.
“Si quieres lograr el verdadero conocimiento de la forma de las cosas, comenzaras por sus particularidades, y no pasarás a la segunda sin tener bien, en la memoria”
6. Observa cosas que no se ven
La actividad principal de Leonardo en muchos de sus años de formación fue idear desfiles, espectáculos y representaciones teatrales.
Mezcló el ingenio teatral con la fantasía. Esto le proporcionó una creatividad combinatoria: podía contemplar como los pájaros volaban, pero también los ángeles, los leones rugientes y los dragones.
7. Métate en berenjenales
En la biografía de Leonardo da Vinci vemos cómo llenó las primeras paginas de uno de sus cuadernos intentando ciento sesenta y nueve veces la cuadratura del circulo.
En ocho paginas de su códice Leicester, anotó setecientos treinta descubrimientos sobre el flujo del agua; en otro cuaderno, enumeró sesenta y siete palabras que describen distintos tipos de corrientes de agua.
Midió cada segmento del cuerpo humano, calculó sus relaciones proporcionales y, después, realizó lo mismo con un caballo. Leonardo se metía en estos berenjenales porque se dejaba llevar por el entusiasmo y su propósito de vida.
8. Distráete
Lo que mas se le reprocha a Leonardo es que estas vehementes actividades (las del punto anterior) lo llevaron a salirse por la tangente en demasiadas ocasiones y, de forma literal, en el caso de sus indagaciones matemáticas.
Sin embargo, en realidad, el afán de Leonardo de ir detrás de cualquier asunto que atrajera hizo que su mente fuera más rica y estuviera mas llena de relaciones.
9. Respeta los hechos
Leonardo fue un precursor de la era de los experimentos de observación y del pensamiento crítico.
Cuando se le ocurría una idea, elaboraba un experimento para probarla. Y, cuando su experiencia demostraba que su teoría era defectuosa –como su idea de que los manantiales de la tierra se llenan de la misma forma que los vasos sanguíneos en los humanos–, abandonaba la hipótesis y buscaba una nueva.
Esta práctica se hizo común al cabo de un siglo, en época de Galileo y Bacon. Sin embargo, se ha vuelto un poco menos habitual en nuestros días. Si queremos ser más como Leonardo, tenemos que atrevernos a cambiar de parecer en función de los nuevos datos de que dispongamos.
10. Deja las cosas para más adelante
Mientras pintaba la Última cena, Leonardo se quedaba a veces mirando su obra durante toda una hora hasta que daba una pincelada y se iba.
Le comentó al duque Ludovico que la creatividad exige tiempo para que las ideas maduren y las intuiciones cuajen.
“Los hombres de genio están, en realidad, haciendo lo más importante cuando menos trabajan —arguyó—, puesto que meditan y perfeccionan las ideas que luego realizan con sus manos.”
La mayoría de nosotros no necesitamos que nos aconsejen dejar las cosas para más adelante; ya nos sale de forma natural. Sin embargo, hacerlo como Leonardo exige un esfuerzo: supone recopilar todos los hechos e ideas posibles y solo después permitir que toda la información que hemos retenido se cueza a fuego lento.
11. Que lo perfecto sea enemigo de lo bueno
En la biografía de Leonardo da Vinci se muestra que, cuando este no pudo lograr que la perspectiva de la Batalla de Anghiari o la interrelación de la Adoración de los Reyes funcionaran a la perfección, las abandonó, en lugar de concluir una creación que solo fuera buena.
Llevó consigo, hasta el final de sus días, obras maestras como su Santa Ana, la Virgen el Niño y la Mona Lisa, pues sabía que siempre podría añadirles un nuevo retoque.
De la misma manera, Steve Jobs era tan perfeccionista que no pudo poner a la venta el primer Macintosh hasta que su equipo consiguió que los circuitos impresos de su interior fueran hermosos, a pesar de que nadie pudiera verlos.
Tanto él como Leonardo sabían que a los verdaderos artistas les importa siempre la belleza, incluso de las partes que no se ven.
Al final, Jobs hizo suya una máxima que implica todo lo contrario: “Los auténticos artistas acaban sus productos, lo que significa que, a veces, tienes que entregar el producto, aunque todavía puedas mejorarlo». Se trata de una buena norma para la vida diaria. Sin embargo, existen momentos en los que está bien comportarse como Leonardo y no soltar algo hasta que resulte perfecto.
12. Piensa visualmente
Leonardo no tenía el don de entender las ecuaciones o las abstracciones matemáticas. Debido a ello, tuvo que visualizarlas y así lo hizo en sus estudios de proporciones, de las reglas de perspectiva, en su método para calcular los reflejos de los espejos cóncavos y en su modo de convertir una forma en otra al mismo tamaño.
Con demasiada frecuencia, cuando aprendemos una fórmula o una regla de vida, incluso algo tan simple como el método para multiplicar números o mezclar colores de pintura, ya no visualizamos cómo funciona. El resultado se traduce en que perdemos la capacidad de apreciar la belleza inherente a las leyes de la naturaleza.
13. Evita los comportamientos estancos
Al final de muchas de sus presentaciones de sus productos, Jobs enseñaba una diapositiva que mostraba el cruce de las calles “artes liberales” y “tecnología”. Sabía que, en esas confluencias, se encuentra la creatividad.
Leonardo tenía una mente abierta que recorría alegremente todas las disciplinas: las artes, las ciencias, la ingeniería y las humanidades.
Sus conocimientos sobre el modo en que la luz alcanza la retina le ayudaron a crear la perspectiva de la Última cena y, en una página de dibujos anatómicos que representan la disección de los labios, trazó una sonrisa que volvería a aparecer en la Mona Lisa.
Sabía que el arte era una ciencia y esta, un arte. Al dibujar tanto un feto en el útero como los remolinos de un diluvio, diluía la distinción entre ambos.
14. Ten ambiciones desmedidas
Imagina, al igual que Leonardo, cómo construiría una máquina voladora de propulsión humana o cómo desviaría un río.
Intenta diseñar una máquina de movimiento perpetuo o trate de cuadrar un círculo valiéndose solo de una regla y de un compás. Existen problemas que nunca resolveremos. Aprende por qué.
15. Recréate en la fantasía
¿Su descomunal ballesta? ¿Los tanques tortuga? ¿Sus proyectos para una ciudad ideal? ¿Los mecanismos impulsados por el hombre para que una máquina voladora mueva sus alas?
Al igual que Leonardo difuminó las fronteras entre la ciencia y el arte, también lo hizo entre la realidad y la fantasía. Puede que no consiguiera crear máquinas voladoras que funcionaran, pero sí dejó que su imaginación volara.
16. Crea para ti, no solo para los clientes
En la biografía de Leonardo da Vida, se nos muestra que, por mucho que se lo suplicara la millonaria y poderosa marquesa Isabel de Este, Leonardo no pintó su retrato; pero sí el de Lisa, la esposa de un comerciante de seda.
Lo hizo porque quiso y siguió trabajando en él durante el resto de su vida: no se lo entregó nunca al comerciante de seda.
17. Colabora
El genio suele considerar el destino de los solitarios que se retiran a sus mansardas hasta que los golpea el rayo de la creatividad. Al igual que muchos mitos, el del genio solitario tiene algo de cierto; pero en todas las historias de genios suele haber algo más.
Las Vírgenes y los estudios de paños producidos en el estudio de Verrocchio, así como las versiones de la Virgen de las rocas y la Virgen de los husos y otros cuadros del taller de Leonardo, fueron creados tan en común que resulta difícil saber a quién pertenece cada pincelada.
El Hombre de Vitruvio surgió después de compartir ideas y bocetos con amigos. Los mejores estudios de anatomía de Leonardo los realizó cuando trabajaba en colaboración con Marcantonio della Torre.
Y el trabajo que más le divirtió fue su participación en las producciones teatrales y espectáculos nocturnos de la corte de los Sforza.
El genio comienza con el talento individual; exige una visión particular. Sin embargo, su aplicación a menudo pasa por trabajar con más gente. La innovación constituye un deporte en equipo. La creatividad es un esfuerzo colectivo.
18. Haz listas
Y asegúrate de que contengan cosas raras. Las listas de tareas pendientes de Leonardo quizá sean el mejor testimonio de la curiosidad en estado puro que el mundo haya podido ver.
19. Toma notas, en papel
Quinientos años después, los cuadernos de Leonardo nos sorprenden e inspiran. Dentro de cincuenta años, nuestras propias libretas, si cumplimos el objetivo de comenzar a escribir en ellas, estarán a mano para asombro e inspiración de nuestros nietos, a diferencia de nuestros tuits y comentarios en Facebook.
20. Ábrate al misterio
La biografía de Leonardo da Vinci, al igual que sus cuadros nos muestra que o todo tiene que tener líneas definidas.
*Nota: Este texto fue tomado de la Biografía de Leonardo da Vinci de Walter Isaacson.