El Muñeco Bobo: el experimento que buscó mostrar por qué somos violentos


El ensayo del ‘muñeco bobo’ se considera un punto importante en la teoría del aprendizaje social.

El estudio indicó que los menores podrían imitar el comportamiento agresivo de los adultos.

“El hombre es un lobo para el hombre”, aseguró el filósofo inglés Thomas Hobbes, en el siglo XVII.

“El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”, le respondió el pensador suizo-francés Jean-Jacques Rousseau, en el siglo XVIII.

“El hombre es bueno y malo por naturaleza”, concilió con un estudio, en 2009, el psicólogo estadounidense Michael Tomasello.

Millones de muertes después del inicio del debate, en la segunda década del nuevo milenio, todavía no hay un consenso al respecto.

En medio de la extensa lista de análisis y conceptos sobre el origen de la violencia, sobresalió en la década de los sesenta, época ‘caliente’ de la Guerra Fría, uno de los estudios más recordados en la historia de la psicología: el del ‘Muñeco bobo’ del psicólogo norteamericano Albert Bandura.

¿Su propósito? Demostrar que la violencia podría tener sus bases en la imitación.

¿Su materia de análisis? Los niños.

Le contamos de qué se trató.

Fase 0: En busca de los orígenes de la agresión



Los niños fueron el grupo de análisis del estudio.

Albert Bandura seleccionó a los niños como el grueso de su experimento basado en la espontaneidad de esas ‘ventanas’ que recién se abren al mundo.

Bajo esa lógica escogió, con el permiso de sus padres, a 36 niños y 36 niñas de entre 3 y 6 años del jardín de la Universidad de Stanford, en 1961.

Analizando el comportamiento de los 72 menores, Bandura y su equipo de trabajo los dividieron en tres grupos de 24 (12 hombres y 12 mujeres) según su ‘grado de agresividad’.

Con esas variables definidas, la brújula del estudio se puso en marcha.

Fase 1: Modelado

El primer grupo fue llevado a una sala de juegos para ver cómo un adulto agredía con un martillo a un ‘Muñeco bobo’, una especie de inflable que se ondea ante los golpes.

El segundo colectivo vio cómo otro adulto prefirió experimentar con juguetes más pequeños y sin retratar ni protagonizar ningún acto de violencia.

Los últimos 24 no presenciaron ninguna de las dos escenas y funcionaron como un ‘grupo de control’.

Fase 2: Activación por agresión

Todos los menores, independientemente del grupo en el que estaban, fueron llevados cada uno por separado a otro cuarto con más juguetes ‘atractivos y llamativos’.

Allí, el evaluador les indicó que esos juguetes eran sus preferidos y que, por tanto, los había reservado para los otros niños (todos menos al que se dirigía).

La salvedad era que, en el siguiente cuarto, podía hacer todo lo que quisiera con otros muñecos.Fase 3: Prueba de imitación retardada

Tras ello, cada menor ingresó al tercer cuarto con plena libertad y sin la mirada de sus pares.

En esta oportunidad la oferta de juguetes era diversa: muñecos ‘no agresivos’ (peluches o cartas) y otro con martillos, dardos y ejemplares del ‘Muñeco bobo’ como el que los adultos habían atacado en la primera fase.

Los menores permanecieron 20 minutos dispuestos para ‘experimentar’ con los juguetes.

Su comportamiento en esta etapa fue la clave para llegar a la parte final de todo experimento: los resultados.

Interpretaciones y resultados

Las conclusiones del comité evaluador determinaron que los niños que habían sido testigos del ‘adulto modelo’ agresivo dieron respuestas mucho más violentas con los juguetes de la tercera fase.

Asimismo, las niñas que integraron el estudio presentaron mayor agresividad física si el adulto modelo era hombre. Si el ‘ejemplo’ lo protagonizaba una mujer, sus respuestas eran mayoritariamente violentas a nivel verbal.

En cuanto a la distinción de género, en general los niños imitaron actos físicamente más agresivos que las niñas.

En síntesis, este estudio del ‘Muñeco bobo’ arrojó que los niños pueden emular la violencia después de observar a otra persona actuar con conductas agresivas.

Críticas y aportes


Este estudio hizo parte de la teorización del aprendizaje social desarrollado por A. Bandura.

Por la poca heterogeneidad de los niños evaluados (todos eran del mismo grupo social), Karen Hart y William Kristsonis, doctores norteamericanos en psicología, cuestionaron la viabilidad de los resultados.

De igual manera, según reseñaron algunos portales especializados, Reuven Bar-On, reconocido psicólogo, apuntó a que el experimento no tendría mayor validez porque el lóbulo frontal, la parte ‘más desarrollada’ del cerebro, no madura de forma significativa hasta los 8 años.

Aunque no hay una relación directa demostrada, la teoría de la ‘violencia mimética’, desarrollada por el historiador francés René Girard, podría haber tenido un primer acercamiento con este particular experimento.
Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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